Es más que un partido amistoso, mucho más que un encuentro de preparación para un equipo campeón que quiere reeditar los éxitos de estas dos últimas campañas. El Unicaja le hace un guiño al destino y cierra un círculo 30 años después con su participación ... en el Memorial Javier Imbroda, el nombre del entrenador que encumbró a un club otrora modesto y al que ahora honra en los albores de una temporada que se presume histórica. Jamás luchó por cinco títulos, tres nacionales, dos internacionales, algo inopinado en la imaginación de aquellos pioneros que sembraron de semillas el campo de la ilusión con una cesta como canasta en la que recoger tantos frutos como llegaron después.
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El círculo que dibuja el Unicaja en su trayectoria es como esa línea recta que comenzó en 1995 con aquella inolvidable final liguera frente al Barcelona y se mantiene infinita en su trazado a tenor del recorrido que le espera al equipo malagueño con su participación en la Copa Intercontinental en Singapur, de lo que se deduce que es el representante europeo en ese torneo mundial de la FIBA. Es como la consecución de ese sueño de esa noche de verano en Ciudad Jardín -no por la estación en sí sino por el ardor latente en el vetusto pabellón- en la que aquellos que ambicionaban el salto a la élite ven ahora al cuadro de Los Guindos volar sobre el cielo que le guía hasta los otros confines del planeta.
Jamás nadie osó hace tres décadas imaginar tamaño salto hacia el estrellato de un equipo que hoy se pasea por medio mundo como campeón gracias a figuras como las de Javier Imbroda tristemente fallecido en abril de 2022. Para esos místicos convencidos de que todo ocurre por algo, no debe ser casualidad que el primer encuentro de la pretemporada sea en Melilla, donde nació el técnico que aún imberbe triunfó en Málaga, primero en ese colegio Maristas que sirvió de universidad en la que doctorarse posteriormente en el Unicaja.
De esas dudas e incertidumbres a finales de los noventa hemos pasado a las certezas en este siglo XXI de la confirmación del trabajo bien hecho de personas que como Javier Imbroda creían que el baloncesto podía conducir a la felicidad, escudriñar un camino de ambición en el que el conformismo estaba vetado en el diccionario hasta el punto de que más que poner una pica en Flandes situó a Málaga como punta del iceberg de una élite en el baloncesto que no contaba con el sur de España. Es decir, reescribió la historia de un deporte que solo miraba de este a oeste y hacia el norte. Hasta eso se consiguió con unos mimbres de modestia aderazados con una osadía digna de elogio. Hoy figuras como Manolo Jato, Alfonso Queipo de Llano, José María Martín Urbano o Damián Caneda estarán sentados en el banquillo celestial junto a Javier Imbroda viendo cómo su esfuerzo y sacrificio no fue baldío. Les brillarán los ojos de satisfacción.
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Me imagino en estos momentos a Pedro Ramírez o a Paco Alonso disfrutando plácidamente en su casa de una obra de la que también son constructores y me acuerdo de nombres como los de Antonio Jurado, Juanma Rodríguez, José Nogales, Diego Montañés, Manolo Rubia, Juan de Dios García o Ramón García que jamás podían sospechar que 30 años después el Unicaja estaría en el pedestal de los anhelos exitosos.
Y todo es gracias al paraguas de la Caja de Ronda, Unicaja, Fundación Unicaja o Unicaja Banco, distintos apellidos bajo un denominador común, su decidida apuesta, con presidentes que pusieron su prestigio al frente, por un proyecto que genera sinergias en la sociedad malagueña hasta el punto de convertir un palacio de deportes en un templo de devoción. Y todo esto no se entiende sin rememorar cómo un equipo que perdió un partido que significaba una final, un título, quedó campeón en el corazón de miles de aficionados que descubrieron que el éxito no radica en levantar un trofeo, sino en descubrir que la empatía con un equipo que candó para siempre la ilusión tiene más valor que cualquier presea.
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La ristra de nombres que forjaron una leyenda desde el pabellón Guadaljaire y o el de Tiro de Pichón pasando por Ciudad Jardín para culminar la gesta en el Carpena añorarán esos tiempos que como amantes del baloncesto pusieron todo su empeño por hacer de su pasión un modo de vida sin desdeñar un ápice de tenacidad. Algunos no sabrán, porque la memoria es traicionera o por esa envidiable juventud que llena y anima sin cesar cada partido en el Carpena, que el Unicaja aun ya en la élite, solo disputaba la Liga, es decir, una sola competición, y ya era meritorio estar en ese grupo privilegiado que se codeaba con los 'grandes', y ni las abultadas derrotas frente a los clásicos le desanimaban para mantenerse en las alturas. Luego, si el rendimiento de la plantilla era superior a la inversión económica, se clasificaba para la Copa e incluso para una competición europea. El hecho de que hoy el club de Los Guindos juegue, dispute e incluso opte a ganar cinco títulos es un hecho inédito que refrenda su increíble ascenso hacia cotas insospechadas.
Mañana, cuando el Unicaja vuele hacia Melilla y salte al pabellón Javier Imbroda para disputar el memorial que lleva su nombre no sólo honrará su figura, sino que cerrará un círculo 30 años después. Donde empezó todo, con quien comenzó todo, abre la temporada con la que jamás soñó... Pero a veces, cuando los persigues con ahínco, los sueños se cumplen.
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