Imagen del Palacio de los Deportes sin público durante la disputa del partido entre el Unicaja y el Estudiantes. ÑITO SALAS

El Carpena, un año en silencio

El partido entre el Unicaja y el Real Madrid jugado el 1 de marzo de 2020 fue el último del equipo malagueño en el Palacio con aficionados en las gradas. El cuadro cajista es de los que más ha acusado tener la cancha vacía

Lunes, 1 de marzo 2021, 01:11

Para algunos habrá pasado rápido y para otros estará siendo una eternidad. Hace hoy justo un año, el Palacio de los Deportes acogía el último partido con aficionados en las gradas. Aquel 1 de marzo el Unicaja y el Real Madrid reeditaban la final de ... la Copa del Rey celebrada en Málaga dos semanas antes. El regreso del conjunto blanco a Málaga provocó que el Carpena estuviese lleno hasta la bandera con más de diez mil personas en las gradas. Seguramente a muchos de los que acudieron ese día al pabellón ahora les dará algo de vértigo verse rodeados por tanta gente teniendo en cuenta lo que ha pasado en estos doce meses en los que el coronavirus cambió la vida y la forma de socializarnos tal y como se conocía. Porque el baloncesto y los partidos del Unicaja eran algo más que una cita deportiva, para los más de 7.000 socios del club formaba parte de sus vidas. Son estos los que más están sufriendo con 'el cierre' del Carpena y esas gradas vacías.

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Andrea Luque es un buen ejemplo. Aficionada y socia desde pequeña, esta malagueña llegó al baloncesto de la mano de su padre, por eso ir a los partidos del Unicaja era algo muy especial. Su padre le explicó las normas del juego y allí, en la tribuna justo delante de la mesa de anotadores, creó su particular historia alrededor del Unicaja.

«Echo en falta esa rutina de los domingos caminito del Carpena. Ahora me falta algo. Los partidos del Unicaja eran mi plato principal del día»

ADRIÁn Carmona

«El Unicaja es un eslabón en mi vida. Quiero al equipo y lo vivo como algo natural mío. Noto ese vacío, esa falta de poder animarlo»

Manolo moya

«Cuando vas a un partido conectas con la gente que tienes delante y detrás. Los conoces desde hace años, comentas las jugadas, celebras... Es una conexión bonita. La verdad es que se echa en falta, pero ya no sólo es el partido, sino las personas. Para mí ir allí representaba una forma de desconectar de la rutina diaria. Cuando los resultados son negativos coges un cabreros y dices que no volverás, pero luego vuelves...», explica con cierta tristeza y con el deseo de que cuando pase la pandemia volverá sin dudarlo, aunque no esconde que con cierto temor. «Tendremos un poco de miedo. He cogido hasta fobia a los espacios con gente. Pero si tengo la oportunidad, volveré», insiste.

Arriba: Manolo Moya, a la izquierda de la imagen con dos amigos. Abajo. Manolo Sevillano, en el centro de la imagen durante un partido. Foto de la derecha. Andrea Luque con una bufanda del Unicaja y el Carpena de fondo.

Desde aquel 1 de marzo en el que el Unicaja tuvo contra las cuerdas al Real Madrid, el templo cajista ha acogido 18 partidos, todos sin público salvo aquella intento de la Eurocup en la que se permitió la entrada de 200 personas. La pandemia también acabó con aquello y todavía algunos hoy se arrepienten de no haber podido ir al Carpena entonces, a pesar de los elevados precios fijados por el club en un principio.

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Una desconexión peligrosa

Cuando llegue el momento de volver, previsiblemente a finales de septiembre, el Unicaja se encontrará con un 'handicap' grande, pues habrán pasado 19 meses de puertas cerradas. Para muchos el baloncesto ya no es una prioridad y es llamativo que entre los aficionados contactados por SUR, varios reconocen que ya no están pendientes y ni ven los partidos por televisión. Es el caso de Adrián Carmona, de 22 años y socio desde hace cuatro. Para él los fines de semana eran los partidos del Unicaja y, luego, lo demás. «Echo en falta esa rutina de los domingos caminito del Carpena. Ahora me falta algo. Los partidos del Unicaja eran mi plato principal del día y sobre eso giraba todo lo demás. Ahora es distinto. No es lo mismo verlo en directo que en casa por televisión. Te cansa y desmotiva, no sigo todos los partidos. Sí hay uno interesante, entonces quizá sí», reconoce.

«Se echa en falta, pero ya no sólo es el partido, sino a las personas. Para mí ir allí representaba una forma de desconectar de la rutina diaria»

Andrea Luque

«Me gusta ir al Carpena a gritar, a animar, a celebrar... Es todo raro. Soy nervioso y expresivo y me siento extraño gritándole en casa a la televisión»

MANOLO SEVILLANO

Es más que evidente que el equipo cajista ha acusado la falta del respaldo del público. Desde que comenzó la temporada ha perdido diez partidos de 18 jugados en casa, una balance tan sorprendente como preocupante y que Manolo Sevillano, uno de los socios veteranos, tiene muy claro a qué se debe. «Me gusta ir al Carpena a gritar, animar, a celebrar... Es todo raro. Soy nervioso y expresivo y me siento extraño gritándole en casa a la televisión. Echo de menos apoyar al equipo cuando las cosas van mal y ves a algún jugador que no le salen las cosas. A este Unicaja le habría venido bien jugar con público. Creo que a nivel psicológico los jugadores han notado mucho la falta de ese apoyo y ese impulso en determinados momentos que tan bien hace el Carpena cuando hace falta», destaca uno de los abonados que más a viajado con el equipo por toda Europa.

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Esa comunión entre el público y el equipo se escenifica en las palabras de Manolo Moya, socio del Unicaja desde 1985 y perenne detrás del banquillo cajista desde entonces. «Lo echo de menos cada día. Veo mi esquina vacía y lamento no poder estar ahí animando a los jugadores. Para mí el Unicaja es un eslabón más de mi vida. Llevo desde el 1985 yendo cada día al Carpena, es parte de mi vida. Quiero al equipo y lo vivo como algo natural mío. Noto ese vacío esa falta de poder animarlo. En cuanto se pueda volver, lo haré. El miedo se instala donde lo dejas y yo lo dejaré fuera. Será una cosa muy grande volver a vivir esa sensación, aunque tenga que ir con mascarilla o no pueda saludar a los jugadores y a los amigos. No tendré miedo. Lo viviré con alegría», afirma Moya con cierta emoción mientras espera el momento para volver.

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