En la Plaza de la Marina se jugaron partidos con los marinos estadounidenses, como este en el que aparece una selección de marinos y jugadores malagueños. Es una imagen que aparece en el libro 'Gigantes del baloncesto en Malagueño'. SUR

Cuando el baloncesto malagueño desafió a la Sexta Flota

HISTORIA ·

En la década de los sesenta y principios de los setenta se jugaron partidos en los portaaviones y buques de guerra estadounidenses que fondeaban en la bahía de Málaga durante sus misiones por el Mediterráneo

Lunes, 22 de noviembre 2021, 00:22

En la década de los 60 el Mediterráneo se ha había convertido en el escenario donde si dirimían buena parte de las tensiones de la Guerra Fría. Estados Unidos y Rusia pugnaban por hacerse con el control de determinados puntos estratégicos del planeta. El Estrecho ... de Gibraltar y sus áreas colindantes eran unas de estas zonas marcadas en rojo por ambos bloques. Tras la Guerra Civil Española, Estados Unidos trató de ganarse al régimen de Franco y esas negociaciones se acabaron plasmando en los Pactos de Madrid de 1953, según los mismos se instalarían en territorio español cuatro bases militares estadounidenses a cambio de ayuda económica y militar.

Publicidad

Esta es la causa de que los principales puertos españoles en el Mediterráneo, incluido el de Málaga, se convirtiesen durante varias décadas en parada fija de los buques que componían la famosa Sexta Flota de la armada yanqui. Esos enormes buques que navegaban por todo el mundo contaban con miles de tripulantes que suponían una importante fuente de ingresos cada vez que pisaban tierra.

Del mismo modo, también los marinos tenían aficiones, una de ellas el baloncesto y ahí es donde se genera una de las historias más curiosas del deporte malagueño. Entre los tripulantes de los mastodónticos navíos había jóvenes jugadores universitarios y algunos que llegaron a alcanzar la NBA. Para mantenerse activos se organizaron partidos de baloncesto con los equipos de los puertos en los que recalaban. El deporte de la canasta daba entonces sus primeros pasos en Málaga. Era una actividad no demasiado conocida, pero tenía un grupo de fervientes practicantes que no dudaron en aceptar el reto de jugar contra los americanos. Unas veces venían a la ciudad equipos de las bases de Morón o Rota, pero el gran atractivo era jugar en los portaaviones estadounidenses y en los grandes destructores. Los integrantes de aquellos equipos recuerdan perfectamente los duelos con los americanos. Son nombres que forman parte de la historia del baloncesto en Málaga, los 'antiguos' como también se les conoce: José María Martín Urbano, Jacinto Castillo, Paco Ramos Llorca, Fernando Corrales, Alfonso Queipo de Llano y Joaquín Gallardo 'Guachi', entre otros.

Paco Ramos Llorca, Jacinto JUAN CALDERÓN

Al hablar de aquello se emocionan porque supuso un impacto con una sociedad paralela, la estadounidense, donde nació el baloncesto, el deporte que los ha unido para siempre. ¿Pero cómo fueron posibles aquellos duelos Málaga-Estados Unidos?

Publicidad

Queipo de Llano destaca las figuras de Antonio García Melero y Juan Rodríguez Soto como hombres claves. Los primeros partidos fueron en el campo de Maristas, también en la plaza de La Marina, para lo que se traían las canastas desde la antigua Tabacalera, en Huelin... «Fueron ellos los que tomaron contacto con los americanos y los que nos llamaron a nosotros, que jugábamos en Maristas y San Agustinos para echar unos partidos. Había visitas a los barcos y fuimos allí unos cuantos para jugar. Venían las barcazas y nos llevaban al barco, nos daban merienda, Coca Cola. Recuerdo que había jugadores americanos universitarios y de NBA que pasaron por esos portaaviones. Eran buenísimos, nos ganaban siempre. Jugaban un baloncesto a años luz del nuestro, pero nosotros jugábamos al contragolpe. Allí estuvimos Bonilla, Jaime Farache, Julio Vida, Fernando Corrales, Jaime Porras y Pepe Diano, hijo de españoles de los que emigraron a Argentina y había jugado en Buenos Aires. Era el primer equipo de Maristas que viajó por Andalucía, el Ademar de Maristas», recuerda Queipo de Llano haciendo uso de su formidable memoria.

Eran otros tiempos y los navíos estadounidenses eran tan grandes que no podían entrar en el puerto y fondeaban en mitad de la bahía de Málaga. Para recoger a los jugadores mandaban lanchas de desembarco y, claro, aquello era alucinante para gente como José María Martín Urbano.

Publicidad

«Lo que yo recuerdo más interesante fue un barco, no sé si fue el Saratoga, que se quedó fuera por sus dimensiones. Para ir a jugar, nos mandaron unas lanchas y nos llevaban hasta el barco en mitad del mar. Yo iba preocupado porque pensaba cómo íbamos a jugar porque la pelota se iba a caer al agua, desde mi inocencia, y el poco mundo que teníamos en la época (risas). Cuando nos soltaron allí en la cubierta, me quedé asustado de las dimensiones de aquello. Era un hangar con varios campos de baloncesto con tableros como en las películas, de medio arco, y unas pistas enormes. Los equipos tenían un montón de jugadores increíbles, locos por jugar aquellas camisetas americanas. Recuerdo perfectamente que nos regalaban pequeños obsequios y comprábamos allí, chicles, tabaco americano. Nos daban Coca Cola, que era algo poco habitual, porque estaba en promoción en España. Hacían un baloncesto de parque; callejero, era más atractivo para nosotros», explica el exentrenador y colaborador de SUR.

Arriba el portaaviones Saratoga, donde se jugaron algunos, partidos, abajo el Puget Sound, otro de los navíos en los que se jugó. A la izquierda, Paco Llorca, en un partido con un equipo de militares estadounidenses.

Publicidad

 

Jacinto Castillo, otro de los integrantes de aquellos equipos, lo recuerda como si fuese ayer y todavía hoy se impresiona por la majestuosidad de barcos como el Saratoga o el Independence . «Íbamos flipando; fue algo extraterrestre. Lo tengo grabado a fuego. La llegada al barco en una lancha de desembarco de la que usaban los portaaviones, era una mole gigantesca. No había nada más grande entonces en la tierra. Se abría un agujero enorme en el lateral y por ahí nos metíamos. Jugábamos en un tercer sótano. Una vez nos enseñaron el barco. Restaurantes, supermercados, distintas cocinas; estaban como en Estados Unidos, con todas las comodidades... La cancha no estaba en la cubierta, sino techada, y ahí venía el segundo problema. El suelo era de goma. Sobre el hierro había una capa de goma y nos quedábamos pegados con nuestras zapatillas. Luego, el otro problema eran las canastas colgadas del techo, que entonces no existían en Málaga. Esas fueron las primeras que vimos de ese estilo... El tablero era media de curva, tan pequeño que nosotros no estábamos acostumbrados. Era dificilísimo encestar», cuenta emocionado Jacinto Castillo. El exjugador y entrenador malagueño, también ojeador en su día Milwaukee Bucks de la NBA, apunta que al contrario que en otras ramas del ejercito estadounidense, en los portaaviones se permitía gente más alta entre la tripulación por cuestiones técnicas, lo que les ponía las cosas más difíciles a la hora de jugar. Castillo también recuerda partidos en el Puget Sound, que era un barco enorme que se dedicaba a la asistencia y a la recuperación de naves extraviadas.

Fernando Corrales, certero tirador de la época, también recuerda partidos con los estadounidenses, aunque en este caso contra los equipos de las bases de Morón y Rota. «Por algún motivo no fui a los partidos en los barcos, pero sí que jugué contra ellos en Maristas. Imagínese cuando salimos a la pista y vimos aquellos tíos tan grandes... Venían con sus Converse All-Star, chándals y equipaciones. Ya sólo con las botas nos impresionaban. Luchábamos y perdíamos casi siempre, pero lo intentábamos», dice Corrales, al que Martín Urbano califica como «la figura» del equipo.

Publicidad

Martín Urbano: «Yo iba preocupado porque, desde mi inocencia, pensaba cómo íbamos a jugar si la pelota se caía al mar»

Joaquín Gallardo 'Guachi' se ríe al recordar las míticas All-Star. «Estábamos locos por coger algunas botas de aquellas. Los vestuarios eran impresionantes... Recuerdo que una vez los americanos estaban preocupados porque había un problema de logística. Necesitaban 5.000 docenas de huevos y les dijimos que eso en Málaga era imposible de encontrar», bromea.

Algunos de los pioneros del baloncesto en Málaga todavía guardan los regalos que recibían de los estadounidenses. Parches, gorras, algunos escudos, pero la impresión de llegar a un navío de centenares de metros es el recuerdo más potente, tal y como cuenta Paco Ramos Llorca, que tiene algunas fotografías de los partidos y que incluso se llevó a su mujer para que viese el barco.

Noticia Patrocinada

«Había 5.000 hombres allí metidos. Nos recogieron en el puerto y fuimos allí, que era un mundo. Movieron los aviones y despejaron el campo. Nos pegaron fuerte porque eran buenos, pero nosotros éramos duros. En El Palo les ganamos, eso sí lo recuerdo. Entre la tripulación había puertorriqueños que hablaban español y nos hicieron una ruta por el barco acompañados de nuestras mujeres».

Medio siglo después, los protagonistas de aquellos partidos, también de este reportaje, recuerdan como si fuese ayer uno de los momentos más curioso de la historia del baloncesto en Málaga, a pesar de que ha pasado medio siglo...

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad