Alfonso Queipo de Llano, durante una reciente entrevista con SUR que tuvo lugar en su casa. FRANCIS SILVA

Alfonso, padre y maestro de nuestro baloncesto

Fundador de la ACB, su labor en el C. D. Málaga y en el C. D. El Palo junto a su asociación con Paco Moreno para crear el Caja de Ronda, factores decisivos de la realidad actual

Miércoles, 15 de diciembre 2021, 00:52

Aquel niño que a mediados del siglo pasado, en el patio del Colegio de San Agustín, jugaba encestando un babero anudado en forma de balón recibe hoy, por parte del Unicaja y su afición, el homenaje más justo y merecido que imaginarse pueda en el ... descanso del partido frente al Nizhny Nóvgorov ruso. Alfonso Queipo de Llano es, sin duda alguna, el personaje más importante de la historia del baloncesto en Málaga. Galardonado con altas distinciones de la Federación Española de Baloncesto y la ACB, el Quijote de Plata de la Fundación Ferrándiz y el Premio Raimundo Saporta de la Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto, fue máximo responsable de la sede en Málaga del Mundial de 1986. Un hombre que cedió desinteresadamente su club para la fundación del Caja de Ronda y poseedor de una interminable sucesión de premios otorgados por medios de comunicación e instituciones.

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Para entender la evolución del baloncesto malagueño en los últimos 60 años –desde aquel patio de columnas del colegio agustino hasta el moderno Palacio de los Deportes Martín Carpena, pasando por la cancha de la Fábrica de Tabaco, el Colegio Maristas, la vieja cancha de La Rosaleda, la cancha de El Palo, el antiguo pabellón de Carranque, el Polideportivo de Guadaljaire, el pabellón de Tiro de Pichón y el histórico Ciudad Jardín–, sólo hay que conocer la apasionante biografía de Alfonso Queipo de Llano: una vida unida al baloncesto. Es la historia viva de nuestro deporte, que finalmente encontró su momento cumbre en la asociación de Alfonso con Paco Moreno, dirigente de la Caja de Ahorros de Ronda y creador de la S. D. Caja de Ronda, que permitió el tránsito de nuestro baloncesto de deporte minoritario a hecho esencial de la vida de Málaga. Recuerdo el día que Paco, animado a vincular a la Caja de Ahorros con el deporte, me preguntó qué podíamos ofrecerle. Me sentí muy cómodo y optimista con la respuesta que pude darle: le ofrecí, nada más y nada menos, que la gran obra de Alfonso. Cuando le fui enumerando los equipos y logros alcanzados gracias a esa generosa y entusiasta protección, no hubo duda, no había mejor sitio donde buscar. Aquel día nació el Caja de Ronda.

Conocí a Alfonso como jugador del Ademar Maristas. No era uno más. Era, a pesar de no haber cumplido los 25, el veterano ocupado en proteger a sus jóvenes compañeros (Corrales, Meliveo, Rabaneda, Espejo, Bravo, Palomo...), todos deslumbrantes promesas. Después, pasó con Bonilla y sus jóvenes compañeros, dirigidos por el gran Manolo Jato, al C. D. Málaga, al que se unieron Cabrera –cuyo reciente fallecimiento tanto hemos lamentado–, Jacinto, Otto, Guachi, Llorca, Evaristo, Oliver y otros, formando un equipo de leyenda. El club de Martiricos exigía contar con una persona responsable del baloncesto que se integrara en su directiva. Como podéis imaginar, tuvo que ser Alfonso, con sólo veintiséis años y en el arranque de su vida profesional, quien diera ese paso convirtiéndose en jugador y directivo, obligado ya a contraer importantes compromisos económicos derivados del fútbol, como era costumbre en aquella época.

«Le ofrecí a Paco Moreno la gran obra de Alfonso. Ese día nació el Caja de Ronda»

Cuando se marchó Manolo Jato, primer entrenador profesional en Málaga y brillante impulsor de aquel gran equipo, alternó el puesto de entrenador con Bonilla, otro de los grandes de nuestro deporte. Nacía así el Alfonso factótum imprescindible de nuestro baloncesto durante más de treinta años.

Cuando el equipo abandonó La Rosaleda y perdió el paraguas protector del club de futbol, Alfonso, en colaboración con Pepe Paterna, presidente de la Federación Malagueña, fundó la sección de baloncesto del Centro de Deportes El Palo e impulsó la construcción de una cancha cubierta, hermana gemela de la de La Rosaleda, ¡lo que son las cosas, junto a otro campo de futbol! Allí contó con la colaboración de técnicos como Jaime Porras o Antonio Guadamuro y acabó convirtiendo a ese equipo, en apenas cinco años, en el mejor de Madrid hacia abajo, para competir en la segunda categoría nacional. Quien va a recibir esta noche el homenaje no era solo el entrenador sino también el único sustento económico de aquel equipo. En aquella época era ya uno de los mejores entrenadores de España, miembro del Comité Técnico de la Federación Española y maestro de un grupo de entrenadores jóvenes que lo aprendimos todo de él, entre los que empezaba a destacar José Manuel Romero.

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Cuando apareció la Caja de Ahorros de Ronda ocupó el puesto de entrenador las tres primeras temporadas, siguió colaborando, al principio, en el mantenimiento del equipo y, después, fue director deportivo, gerente y alma esencial de un club que se apoyó en su prestigio, relaciones y experiencia para seguir creciendo. Lideró el gran salto de Tercera a Primera División en solo cuatro años, fruto del entendimiento entre Paco y él. Fueron quince años ejerciendo de brújula deportiva de un club que abandonó ya consolidado en la máxima categoría y después de aparecer en competiciones europeas. En ese tiempo se convirtió en uno de los fundadores de la ACB y desde hace años comenta la actualidad del Unicaja en los micrófonos de Cope, en los que el aficionado le espera, no sólo por su arsenal de conocimientos técnicos, sino también por su gran simpatía.

Es un hombre dotado de abundantes virtudes que le convierten en una persona de referencia en los más amplios círculos sociales, centro de atención en cualquier reunión y con indiscutible madera de líder.

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Capítulo aparte merece su admirable familia, que le acompañó siempre en todas sus inquietudes. Magdalena, su esposa, amiga de todos, es una mujer única capaz incluso de superar a un hombre tan difícil de igualar como su marido. Para otro momento queda glosar las andanzas de Alfonso en el flamenco, el remo o los verdiales. Eso le tocará a otro. Yo cierro este comentario manifestando mi orgullo y agradecimiento a este hombre irrepetible, por su amistad y por todo lo que me enseñó. También a Antonio López Nieto, por su decidido esfuerzo para dotar a este club del alma del que casi siempre ha carecido.

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