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El 13 de abril de 2020 Alfonso Sánchez (Jaén, 1987) puso fin a una compleja carrera como jugador profesional de baloncesto. Se abría un horizonte desconocido para un joven, Tenía 33 años y se veía fuera de ese entorno del deporte de élite del que ... había disfrutado desde que era un chaval. Aunque eso de deportista profesional suena muy bien, la realidad es que la carrera de Sánchez fue muy compleja. Sufrió tres lesiones graves que lastraron por completo la proyección de un jugador que apuntaba a ser el relevo generacional de Berni Rodríguez, su gran amigo, en el Unicaja. El eterno capitán cajista fue uno de los que le ayudó a dejar la cancha cuando se partió la rodilla en octubre de 2007 en el Carpena en un partido contra el Murcia. Antes, estuvo meses sin jugar por una lesión en la muñeca mal tratada y que acabó por dejarle la articulación con una movilidad reducida. No puede haber nada peor para un jugador de baloncesto. Pero Alfonso Sánchez encontró su camino, primero como educador canino y, segundo, como entrenador de técnica individual para jóvenes jugadores e incluso estrellas de la NBA. Ahora disfruta del baloncesto de otra manera.
–¿Para el que le haya perdido la pista, qué hace ahora Alfonso Sánchez?
–Bueno (risas). Trabajo para dos empresas, por un lado sigo vinculado al baloncesto y, por otro, me dedico a la educación canina, otra de mis pasiones. Dentro del mundo del baloncesto, en cuanto me retiré, Berni me propuso seguir ligado a este deporte con la Academia 675, donde soy el director del área de técnica individual. Entrenamos a jugadores desde 8 a 18 años. Luego también formo parte del grupo que hace las semanas de tecnificación que hacemos en las vacaciones, además del Certamen Internacional de Baloncesto. Además, estoy en el equipo que gestiona el Higuerón Training Center donde soy el entrenador de desarrollo de técnica. Ahí trabajo con jugadores profesionales y jugadores jóvenes. Luego, en el mundo canino formo parte del equipo de adiestradores K9 Málaga, donde ofrecemos modificaciones caninas, residencia y trabajamos con fundaciones
–¡Madre mía! Está usted más liado que cuando era jugador...
–Pues cuando salí de esa rutina de entrenar, comer y jugar, me he dedicado a formarme en el mundo del perro, también formándome como entrenador. Al final me siento un privilegiado porque estoy en tres sitios en los que me siento genial. Son mis pasiones y trato de organizarme lo mejor que puedo. Tengo dos versiones, una dedicada al baloncesto y otra a los perros. En verano trabajo menos con K9 Málaga.
–¿Con quién se trabaja mejor, con los humanos o los perros?
–Con el jugador joven es un trabajo que me gusta mucho. Trato de devolver todo lo que el baloncesto me ha dado en forma de experiencia y valores. El que haya seguido mi trayectoria sabe que me ha tocado vivir la cara B del baloncesto, con problemas y lesiones. Es algo que me llena el poder entrenar a jugadores jóvenes. Cuando trabajas con profesionales, ves que tiene una predisposición al trabajo que es brutal. Se instaura ese cultura de invertir en el trabajo de verano para preparar bien la temporada. El trabajo con el perro es algo que me fascina. Estar con un perro es una pasada, porque tratas de hacerle feliz. En las clases explicamos los procedimientos y protocolos que un cliente debe tener con su perro y ver que evoluciona es muy gratificante. Los humanos y los perros me llenan por igual. Depende del jugador y del perro (risas). Hacemos mucho hincapié en los estímulos con los jugadores en cómo trabajar la tolerancia a la frustración. Hay que reforzar conductas cuando hace algo bien. Con los animales pasa algo igual, pueden ser refuerzos primarios o secundarios. Con los jugadores pasa igual, le puedes decir en voz baja 'buen tiro o buen trabajo' y eso le refuerza más que de otra forma. Vas identificando qué reforzador es mejor para cada individuo.
–Es decir, que no se trata de trabajar sólo el físico o la técnica. Vemos ejemplos de deportistas que para su actividad por problemas mentales.
–Trabajamos la técnica y la técnica, pero la parte de gestión emocional y psicológica es importante. Con los jóvenes es clave trabajar la tolerancia al fallo y la predisposición al esfuerzo. Creas un jugador que a poco que te haga caso, sabes que a base de repetición y estímulos, podrás controlar un estado emocional. Generas una confianza y si tiene confianza, creas un jugador. Repetimos gestos con una buena actitud. Si tienes buena actitud y eres capaz de hacer un gesto de forma adecuada, acabas haciendo las cosas bien. Es importante que los jugadores se sientan seguros y confiados.
–Usted pasa de entrenar jóvenes y perros a jugadores profesionales y figuras de la NBA. ¿Cómo son esos jugadores?
–Ves que cada uno tiene su rutina y protocolo. Están donde están porque tienen una ética de trabajo y de amor por el juego que es brutal; desorbitada. Son disciplinados y obsesionados con sus gestos. Te das cuenta de que llevan horas de trabajo y tienen una predisposición genética sensacional, con facilidad de movimientos... Todo parece innato. Por ejemplo, con la selección de Estados Unidos, Anthony Edwards y Jalen Brunson, si el equipo entrenaba a las once, ellos estaban a las ocho de la mañana en la pista... Nada pasa por casualidad, incluso los días de partido. Tienen una confianza total en sus gestos. Ahora en la NBA se juega con pausas y ahí Brunson es genial. Doncic, Harden o Jokic parecen que juegan andando y dominan.
–¿En algún momento pensó qué habría pasado si aquel día contra el Murcia no se hubiese roto la rodilla?
–Venía de ser subcampeón sub-20 de Europa con Llull y Pau Ribas... Me la he hecho durante mucho tiempo, pero no me merece la pena darle vueltas. Decidí defender agresivo aquella jugada. A partir de ahí, mi carrera fue con altibajos. Acabé jugando 200 partidos en la ACB. Tenía grandes expectativas. Era el siguiente Berni. Debería haberlo exteriorizado más y tratar de que los jóvenes conociesen esta historia. Siempre tuve predisposición por mi club. Por el Unicaja me rompí una mano y una rodilla por el Unicaja. Ahora hay pocos jugadores que tengan ese sentimiento de sacrificio y esfuerzo. Trato de que los jóvenes conozcan también esa parte del deporte.
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