Alfonso Queipo de Llano, una vida de película
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La figura clave del baloncesto en Málaga, jugador, entrenador, directivo y mecenas, repasa su trayectoria antes de recibir la insignia de oro del UnicajaPrepárense para un viaje a la historia del baloncesto en Málaga, para una experiencia de vitalidad, de generosidad, de energía, de compañerismo y complicidad. Un recorrido por la figura de uno de los personajes más peculiares que ha tenido, tiene y tendrá la sociedad malagueña, porque la figura de Alfonso Queipo de Llano (16 de noviembre de 1937) trasciende lo deportivo, incluso al propio baloncesto al que tanto dio y tanto le ha dado. Con 84 años recién cumplidos, dentro de unos días el club de sus amores, saldará una deuda que tenía con él. El día 15 se le entregará la insignia de oro, la máxima distinción que otorga una entidad que él ayudó a crear hace décadas. El reconocimiento es la excusa perfecta para dar un repaso a una vida alucinante y dejar testimonio para que los más jóvenes sepan quién es la persona que puso a Málaga en el mapa del baloncesto nacional.
En realidad, el homenaje ya ha comenzado porque el teléfono de Queipo de Llano no para de sonar estos días. Atiende a un medio de comunicación cuando ya le espera otro. Acaba de llegar de un acto y ya habla del siguiente. Ahora recoge el cariño que sembró durante años, que al fin y al cabo es lo que más valora. «La verdad es que parezco la Pantoja, de entrevista en entrevista», bromea al recibir a SUR en el salón de su casa en el Paseo de Reding, donde ha residido toda la vida, donde crió a sus cinco niños y donde sus doce nietos lo alteran todo cada vez que lo visitan. Seguramente cuando terminen de leer este reportaje pensarán cómo es posible que a uno de los pioneros del baloncesto en Málaga, pero también de otras muchas cosas, le diese tiempo a todo teniendo cinco hijos. «Ni yo lo sé. Si no fuese por mi mujer, habría sido imposible», reconoce.
«¿Por dónde empezamos, Alfonso?». La pregunta sobra porque la conversación irá por donde él quiera, pues a su edad si hay algo que impacta es su formidable memoria para enumerar uno por uno a todos sus compañeros de viaje desde que hace más de sesenta años empezó a botar un balón de baloncesto. Lo que iba a ser una entrevista acaba en una conversación de más de tres horas que arranca en el patio del Colegio de los Agustinos cuando Queipo de Llano conecta con el baloncesto. Tenía entonces trece años.
«El cambio llegó cuando conocí a Antonio García Melero, que era el señor que dirigía la parte deportiva en el Sindicato de Frutos y Verduras. Allí había una serie de personas, como Álvaro Díaz Martín y Pepe Gómez Téllez. Los conocí por medio del colegio, vinieron allí y nos impresionaron. De esa amistad fuimos al Centro de Fermentación de Tabaco (La Tabacalera), donde hicieron la primera pista en condiciones, quizá la primera con suelo de cemento. Había gente como Pepe Viano, Jaime Porras... Jóvenes a los que les gustaba el baloncesto. Allí nos tirábamos todo el día. Aquello fue muy importante, como también la figura de Juan Rodríguez Soto como presidente de la Federación, al igual que Pepe Paterna». El aluvión de nombres es una constante en su relato. «No está mal para tener 84 tacos«, bromea, mientras apunta como destacable los partidos contra los marinos que llegaban en los navíos estadounidenses que paraban en Málaga como un elemento importante.
«Nos dio una perspectiva distinta. Es cierto que fueron elevando la ilusión por el baloncesto con gente como Jesús Bonilla, Julio Vida, Jaime Farache, Pepe Viano, que había venido de Argentina... Con aquellos mimbres hicimos una cesta. Fuimos creciendo hasta que yo llegué de Madrid y me acerqué a Los Maristas, donde encontré al Hermano Lucidio, un gran aficionado al deporte allá por los años cincuenta».
Arriba en el patio de Maristas en los primeros años. Abajo dando una charla a los jugadores del Caja de Ronda en el vestuario. Abajo a la izquierda, lanzando a canasta en La Rosaleda.
El colegio de la calle de La Victoria fue el vivero de una importante hornada de jugadores de los que años después Queipo de Llano tiró para el siguiente paso del baloncesto malagueño, siempre hacia delante: la alianza con Club Deportivo Málaga. «En Maristas se le dio un tirón importante al baloncesto, en parte porque en los vestuarios de Los Maristas se podía duchar uno con agua caliente», espeta con su particular sentido del humor.
Llegar a La Rosaleda cambió por completo la filosofía. El C. D. Málaga asumió como suya la sección de baloncesto, con aquella pista que se construyó, incluso techó, debajo de la grada de Fondo. Y nuevo surgen importantes aliados.
«Decidimos buscar junto a Jesús Bonilla a los mejores jugadores de Málaga. Ahí llegó Manolo Jato a hacer la mili a Málaga y empezó a entrenar a los jóvenes. Paco Llorca llegó de Los Agustinos, Guachi se incorporó de otro colegio... Pescamos en casi todos sitios. En el Málaga yo era el 'representante' de todo el lío del baloncesto y hablaba siempre con Juan Rodríguez Soto, directivo del club, de cómo mejorar. Así que contactamos con el presidente del C.D. Málaga, Juan Moreno de Luna, y le pareció bien la idea. Ellos nos patrocinaban los viajes y esas cosas, todos éramos 'amateurs', menos el entrenador, porque Manolo Jato tenía un nivel. Me dijeron que alguno de nosotros tenía que estar en la directiva y ahí entré yo como representante del baloncesto. Yo tenía 28 años, imagínate... (risas). Aquello era otra historia, pero era tratado como uno más, pero también firmaba letras como uno más... Paco Miranda, que era una persona extraordinaria, se volcó con nosotros. En aquella etapa siempre me acompañó Bonilla, que era un polifacético, porque era portero del Puerto Malagueño y jugaba al voleibol conmigo... ¡Qué tío! Jacinto Castillo, Arturo Ruiz Meliveo, Fernando Corrales y Evaristo Chacón estuvieron en al principio en un club ya dirigido por Jato. Jugamos en La Rosaleda y allí jugó hasta el Madrid. En el 68 Manolo Jato se fue al Breogán de Lugo para iniciar la escalada a la Primera División. Ahí nos quedamos yo como jugador-entrenador, otras veces Bonilla y también José María Martín Urbano, que tenía una pasión enorme por el baloncesto y por aprender».
El exentrenador del Unicaja y colaborador de SUR ha sido uno de los pilares de la vida de Queipo de Llano, al igual que José Romero. «¡Destácalos, en el reportaje, porque yo no sé qué habría hecho sin ellos», dice al entrevistador. «José María ha sido como mi hermano pequeño, que venía siempre con más energía y me empujaba a hacer cosas, a probar...», añade del que considera el mejor entrenador de formación que ha conocido.
Sin saberlo, años después, ambos serían los hombres claves para el nacimiento del actual Unicaja. Pero quedaba mucho para aquello. A finales de los 60, aceptó el ofrecimiento de José Paterna para que dirigiese el nuevo proyecto que se cocía en El Palo. El equipo comenzó jugando junto a la tapia del Cementerio del Palo y acabó en el pabellón cubierto de Guadaljaire. «Cabían 1.500 personas y se llenaba. Había un entusiasmo enorme», comenta.
Fue otro volver a empezar, con gente joven, con nuevos valores, partiendo de cero. Nada nuevo para una mente inquieta, que mientras impulsaba el baloncesto, también promovía el voleibol por la provincia y era el entrenador de remo del R. C. Mediterráneo, donde junto a Félix Gancedo y algunos más ganó el campeonato de España. Todo a mil por hora, sin parar. Así es Queipo de Llano, un torrente de ideas. Promotor de festivales de flamenco, enamorado de los verdiales, socio número tres de la Peña Juan Breva. «He sido íntimo de Enrique España, el mejor cantaor de verdiales, que es mi compadre, porque le bauticé una niña».
Arriba, bailando en una juerga flamenca. Abajo, con Gabriel Campos «El Tiriri» y Juan Carmona Habichuela padre de los 'Ketama'. El flamenco y los verdiales han sido dos de sus pasiones.
Y tras el inciso folclórico, Queipo de Llano vuelve al baloncesto, a la década de los setenta y a El Palo. «Algunos del Málaga se vinieron conmigo. Hicimos un grupo de jugadores de Maristas, con jóvenes como Mario y Jorge Aro, Leiva y Juan Paz, que entrenaban con Jaime Porras, que fue fundamental. En ese tiempo había un mecenas al que le costaba el dinero, que era un capullo (era él)», bromea sobre las cantidades ingentes que soltó para sufragar los gastos del equipo. Todavía hoy hace bromas cuando se le pregunta cuánto dinero le ha costado el baloncesto, porque el proyecto de El Palo fue creciendo y creciendo.
«Yo le dije a Martín Urbano que llevase las cuentas. Como es un tío muy escrupuloso las llevaba al detalle. Un día me dijo que tenía allí los papeles y que los tenía que ver. Yo le dije que ya hablaríamos, pero él me insistía. 'Alfonso, tienes que verlas'. Yo cogí las cuentas, las miré y le dije: 'José Mari, tíralas...' Qué quieres que te diga, Juan...», replica otra vez al entrevistado encogiéndose de hombros.
Pero llegó un momento en que los gastos eran demasiados. Había que buscar una alternativa y ahí se produce el giro del destino que acaba en el actual Unicaja. «Había que fichar a americanos y aquello tenía un coste elevado. Recuerdo que el primero que fichamos fue Robert Stephen Lowe, de la Universidad de Virginia. Bonilla lo captó en Carranque porque este chico estaba en roulotte con su novia en Los Baños del Carmen. Él iba a entrenarse en Carranque... ¡Qué cosas! Su idea era tener un año sabático y estaba de gira por Europa. ¡La 'releche' en bicicleta! José María Martín Urbano tenía a su cuñado que era Antonio Galindo, al que había entrenado en Maristas, un atleta total y que trabaja en la Caja de Ronda. La caja había organizado la Sociedad Deportiva para hacer unas olimpiadas. Galindo le pidió a José María que colaborase con ellos y ahí es donde conoce a Paco Moreno, directivo del banco, y donde le transmite lo ideal que sería que la Caja de Ronda entrase en el baloncesto. Ahí surgió la posibilidad. Hicimos un dossier magnífico y Paco Moreno nos citó con Juan de la Rosa y con su hijo Juan Luis de la Rosa, que pensamos que podía ser el presidente del club. Nos reunimos en Ronda, se lo explicamos a Juan de la Rosa y le pareció bien. Él quería entroncar a su hijo con la ciudad. Todavía el primer año yo puse mucha pasta, pero cada vez menos y aquello fue como la seda.
Con el respaldo de la caja, el crecimiento fue exponencial. Ascensos, consolidación en la máxima categoría y, posteriormente la absorción de Maristas. «Conviene aclarar que aquello no fue una fusión. Nunca». Aquel proceso de acabó desembocando en su salida del Unicaja por las tensiones con los directivos que llegaron de Maristas. «Hubo muchas tiranteces dentro de la caja y aquello me pilló en medio. Se me retiró la representación del club ante la ACB. Después de una reunión el presidente Jesús Morata me dijo: «Han pasado dos cosas, Alfonso. La primera es que tú te vas y, la segunda, que yo me voy contigo».
Y desde entonces hasta ahora cuando el Unicaja reconocerá la importancia de Queipo de Llano entregándole la insignia de oro del club. La realidad es que nunca se retiró del baloncesto, pues ha sido amigo, confidente y consejero de jugadores, entrenadores y directivos. Destaca la figura de Ángel Fernández Noriega y ensalza a Sergio Scariolo. «No hay nadie como él». Pero por encima de todo, a sus 84 años defiende a ultranza la apuesta por los jóvenes y la cantera tal y como ha hecho en ese viaje alucinante por la historia del baloncesto en Málaga, que comenzó en Los Agustinos, continuó en el equipo que tenía en La Tabacalera, que dio el salto en Maristas, que recibió un gran impulso en el Málaga, que maduró en El Palo y se consolidó el Unicaja...
«El otro día estaba viendo jugar al equipo de EBA del Unicaja era admirable la velocidad con la que jugaban. Ahí hay talento. Lo que pasa es que no se quiere arriesgar con los jóvenes. Yo no hablo de arriesgar, sino de trabajar más con ellos, potenciar la técnica individual; de hacerlos más grande y mejores. Creo que eso no se hace. Por ejemplo, a Nzosa no lo he visto mejorar demasiado. Tiene condiciones y talento, pero no ha evolucionado mucho. Es preciso un gran trabajo con los jóvenes. Lo que me parece mal es que se entrene poco. Yo entraba en la pista y no sabía cuando salía. En El Palo había días que dejaba a algunos jugadores a las doce de la noche en su casa. Yo creo que eso no pasa en el baloncesto actual. Con Scariolo sí que se daba esa situación. Yo lo llamaba a las cuatro de la tarde desde la playa y el tío estaba en el pabellón... Por ahí es por donde empiezan los éxitos. Todo esto hay que hacerlo con buenos entrenadores, directores deportivos y directivos que estén dispuestos a arriesgar. ¡Qué pasa si un jugador es cadete! Si vale, tiene que jugar. Será triste ver a jóvenes de la cantera despuntando en otros equipos. También entiendo que el jugador de la cantera muestra más hambre, que el resto», insiste.
Quizá la ausencia de esa apuesta por el jugador local o formado en Los Guindos es lo que más ha echado en falta en los últimos años en la gestión del Unicaja, que considera no ha sido la acertada. «A Eduardo García le sobraron algunos años de mandato. Yo le insistí para que volviese a fichar a Sergio Scariolo cuando no tenía nada de la selección y la NBA. Le dije que se lo llevara y lo convenciese, pero me decían que si era muy exigente...». Ahora se ha abierto una nueva etapa que ve con buenos ojos. A Antonio López Nieto lo conoce desde que casi era un chaval. Lo ve capacitado para reconducir el club, aunque sabe que no lo tendrá fácil. «Creo que sabe lo que hace. Siempre lo he considerado un hombre de una gran profesionalidad. Donde estuvo hizo un trabajo ingente. Entiendo que haya gente que no lo vea bien, pero creo que es un gran valor para el Unicaja», destaca.
Queipo de Llano volverá al Carpena el día 15, pero no para ver a su equipo como ha hecho durante años, sino para recibir el cariño de muchos amigos y disfrutar un día más de su gran pasión por el baloncesto. Será un nuevo capítulo de una trayectoria alucinante.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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