Nacho Carmona
Málaga
Domingo, 12 de noviembre 2023, 01:23
En el ecosistema del baloncesto malagueño no hay lugar para el embuste. Entre todos forman una especie de selva ordenada donde las caras resultan siempre familiares. Una pequeña gran sociedad. Un tablero de ajedrez donde las fichas son conocidas por todos los que componen este ... ambiente. Alejandro Vergara, de 28 años, fue una carta más de la baraja hasta que decidió cruzar el charco para recalar en la Liga chilena. Su historia personal y deportiva combina el romance y el exotismo que a menudo ofrece la narrativa del deporte.
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Nacido en un pequeño pueblo de la comarca de Antequera septentrional, Mollina, emigró a la ciudad siendo un niño para formarse hasta los 17 años en la cantera del Unicaja, experiencia que compartió con jugadores de la talla de Alberto Díaz, Francis Alonso, Sabonis o Rubén Guerrero. Sufrió una grave lesión de rodilla que casi le hace plantarse antes de cumplir la mayoría de edad. Novaschool resucitó su hambre por el juego de la pelota naranja para acabar rompiéndola en la Liga EBA. A los dos años cruzó el charco para acabar saliendo campeón de la Liga chilena. Hoy hace apenas una semana que regresó de los Juegos Panamericanos, competición que disputó con los colores de patria materna, Chile.
Cuenta su historia desde el otro lado del Atlántico y hace balance de lo que la vida le ha ido poniendo por delante, siempre alrededor del baloncesto. «Empecé a jugar con ocho años. El entrenador de la selección malagueña de minibasket, Nacho del Moral, fue a un entrenamiento a Mollina y me convocó», cuenta sobre el primero de sus éxitos, cuando todavía era un niño. «Mi madre decidió entonces que nos mudásemos a Benalmádena para estar más cerca de Málaga». Llegó a EBG y dio el salto a la cantera del Unicaja, donde fue niño y se hizo adolescente, pero no llegó a hacerse mayor vestido de verde por una inoportuna lesión de rodilla. «Me renovaron un año más para ver qué tal evolucionaba», añade.
Fue entonces cuando fichó por Novaschool. Y luego el Morón, de la LEB Plata. Un ofrecimiento por parte de su agente le llevó a la Liga chilena para jugar sólo un verano. «Al final llevo ya seis años», contextualiza el escolta. Fichó por el Valdivia, que por aquel entonces acababa de salir campeón, lo que le posibilitó jugar la Liga Sudamericana, la que disputan los campeones de cada país: «Me enfrenté a los mejores equipos del continente. Era de mis primeros años siendo sénior y tuve buenos roces».
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Sin salir de la ciudad, fichó al año siguiente por Las Ánimas, el equipo rival. El caprichoso destino quiso que acabaran levantando el título de Liga. «Después, el entrenador se fue al Puerto Varas y me fui con él», relata sobre su primera etapa en Chile. La pandemia lo echó todo por tierra y regresó a España. De vuelta a la LEB Plata, vistió durante tres meses la camiseta del Marbella antes de vivir otra experiencia de pocos meses en Alemania, donde vive su madre. «Hace tres años volví a Las Ánimas y hasta hoy», concluye para redondear su trayectoria.
Un malentendido burocrático no le dejó debutar con la selección chilena en 2017. Con pasaporte nacional desde los 11 años, recibió la llamada seis años más tarde, en junio de este año: «Coincidió que la selección se concentró en Valdivia, el míster me llamó para tomar un café, y al darse cuenta de que tenía la nacionalidad, me dijo que me incorporara esa misma tarde».
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El pasado día 5 regresó de los Juegos Panamericanos, la cita deportiva más importante para el deporte americano y especialmente sustancial para el baloncesto chileno, pues ha sido la primera vez que su combinado nacional toma parte en este evento. «Ha sido una experiencia muy bonita», expresa. «Internacionalmente, Chile no ha tenido un historial deportivo muy bueno en baloncesto. Hemos jugado estos Panamericanos porque han sido en Santiago, en la capital», detalla.
Emparejados en la fase de grupos con México, Puerto Rico y Brasil, quedaron quintos con honores (participaban ocho selecciones) luego de quedar terceros por el 'basket average' a causa de un triple empate: los dos mejores de cada uno pasan a 'semis' y los terceros se juegan la quinta posición a un partido. Para ellos ha sido una buena carta de presentación en una competición de este calibre. «El baloncesto chileno está despertando porque muchos de nuestros jugadores están saliendo fuera a jugar. Este año hemos conseguido ganarle a Uruguay, que hacía cuarenta años que no pasaba, le competimos a Argentina y vencimos ante México, República Dominicana y Puerto Rico. Nunca lo habíamos hecho. A ver si dentro de poco vemos a Chile en un Mundial», ambiciona.
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En la comuna de Valdivia se vive el baloncesto con mucho fanatismo. «Los dos equipos han salido campeones», puntualiza. Apunta a la velocidad de los partidos y al juego sin balón como principales diferencias respecto al baloncesto español, aunque destaca la potencia física del país en el que ahora se encuentra sumergido. «En España sería como una LEB Plata alta o una LEB Oro. Hay jugadores que podrían jugar en ambas ligas», compara.
Él, no obstante, afirma partir con ventaja por haberse formado en la cantera de Unicaja, «una de las mejores de España». Los entrenadores ven en él algo diferente al resto: la forma de ver los espacios, el modo en que se mueve en la cancha o la manera de pasar el balón. «Me siento privilegiado de haber pasado por el Unicaja por cosas como esta. En España tenemos muy buenos entrenadores», expresa.
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Sobre la cancha, el escolta destacada su capacidad de liderazgo y sacrificio y su rapidez: «Me sé adaptar. No tengo ego y no renuncio a defender». Hoy por hoy vive y come del baloncesto, aunque sigue formándose a sabiendas de que «esto algún día se va a acabar». Mal estudiante en el pasado, destila madurez en su presente y mira más allá del deporte: «Estudio Administración y Dirección de Empresas, aunque me gusta mucho la enseñanza». Tanto, que aprovecha sus vacaciones para compartir lo que sabe de baloncesto, y también de la vida, con los más jóvenes en su Mollina natal por medio de un campus que lleva su nombre y él mismo creó.
Sin arrepentimientos, concluye con una confesión: «¿Una espinita? Me hubiese gustado jugar mi último año de juvenil en el Unicaja, pero nada más. La lesión me enseñó mucho».
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