![Aquel verano del rapero de los hosteleros](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/201708/01/media/cortadas/jesus-sanchez-verano-kuJG-U40463968170qfB-624x385@Diario%20Sur.jpg)
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Jesús Sánchez también tiene una cara B. Como los cientos de vinilos que guarda en las estanterías de casa, el presidente de la asociación de hosteleros de Málaga tiene una cara oculta que apenas saca a relucir cuando acaba con sus obligaciones profesionales. Si en la cara A se dedica a dirigir Asako y a defender los intereses del colectivo frente a las cada vez más restrictivas normativas municipales, en la cara B se transforma en GurúJesús, el DJ y rapero de Mahos, excantante de Los Raperos Del Sur que pasa las horas muertas produciendo música en casa.
Este hostelero que quería ser ingeniero de Telecomunicaciones y comenzó tocando la guitarra con una raqueta «como hace cualquier niño» se aficionó a la música desde pequeño, cuando su padre le regaló un radiocasete como premio por haber adelgazado unos cuantos kilos. Pese a criarse dando carreras por entre las mesas del Mesón La Alegría, en la calle Marín García, donde trabajaba su padre, pronto decidió probar suerte en el mundo de la música. Primero lo hizo en Radio Juventud, en donde con 15 años logró copresentar un programa llamado Progresión en el que pinchaba música de los 70. Y posteriormente, ya con 18, como DJ en la discoteca SK, en la entrada de El Candado, en donde conoció a Danza Invisible y le permitió dar un giro musical a su vida.
Desde entonces sus veranos, y su vida entera, han estado íntimamente relacionados con la música. En aquella época, corría el año 1983, montó junto a Chris Navas el grupo Camisa de 11 Varas e incluso protagonizó el cortometraje ‘Un lunar en el sol’. «Éramos jóvenes, nos lo pasábamos en grande y yo apuntaba para artista», bromea Jesús. En aquella época el Barbacoa Jazz, de Pedregalejo, se convirtió en su centro de operaciones y una pequeña casa de pescadores junto a la playa en su local de ensayos y lugar de paso obligatorio para los artistas que comenzaban a despuntar en la década de los 80.
El cierre de la discoteca SK, en el año 1984, provocó que se tambalearan todos los cimientos sobre los que se asentaba su felicidad y decidió marcharse de España. Algo desencantado se fue a vivir un año a Alemania y, posteriormente, estuvo cinco años y medio en Suecia, en donde era camarero, DJ e incluso organizador de eventos. Como era de esperar se empapó de la música de garaje, la música negra, el funky, el hip hop y el rap, que le ya le acompañó durante los años siguientes.
De regreso a España, «cargado de discos e influencias de todo tipo», montó el grupo Los Raperos Del Sur junto a Miguel-on the microphone (Miguel Reyes), Willi Aguil-i (Guillermo Moreno) y el D-yi (Jesús Suárez). Recuerda que en esa época Danza Invisible trabajaba en el disco Catalina y les gustó tanto que decidieron incluir uno de sus rap en el LP Naturaleza Muerta. «Fue todo un éxito, se convirtió en single y pegamos un pelotazo en ventas», afirma.
Y se fueron de gira con ellos durante dos años, y al año siguiente sacaron su primer disco, ‘A rapear que son tres días’, y pensó que podría vivir de la música hasta que se topó con los rigores y las exigencias de las grandes discográficas, que no terminaron de apostar por ellos y «metieron el disco en un cajón en vez de promocionarlo como deberían haber hecho».
Fueron veranos de gran actividad y en donde recorrieron las mejores plazas. Presume de que ‘Los Raperos Del Sur’ fue el primer grupo de rap andaluz y uno de los pioneros en España, y recuerda con cariño todos y cada uno de los conciertos que dieron a principios de los 90. En una de sus primeras actuaciones, en la feria de Roquetas, no sabían con quien ponerles a cantar y lo hicieron con un grupo heavy, y casi nadie les entendía. «No sabían lo que cantábamos».
En otro concierto, en Bilbao, coincidieron con Ketama, a los que tenían que telonear. «Era la época del ‘Vente pa Madrid’, pero nosotros triunfamos», dice. En Galicia les grabaron varios programas de televisión y en casa, en Torremolinos, degustaron las mieles del triunfo. «Salir a un escenario a actuar ante 5.000 o 6.000 personas que se sabe tus canciones y corea tu nombre es lo más grande que te puede pasar», confiesa.
Ahora, con la sapiencia que da el tiempo transcurrido, asegura que hace lo que de verdad le gusta, sin presiones ni exigencias. Graba música en casa con su sello AntiMeditation y embauca a sus amigos, como ha hecho con Dry Martina, Roberto Cantero o Suzette. «La música me alimenta el alma, y la hostelería el bolsillo», confiesa mientras atiende unos pedidos en el despacho de Asako.
Ahora sus obligaciones profesionales no le permiten centrarse tanto en su faceta musical, aunque sigue defendiéndola desde la asociación que representa. Así, colabora en la organización del festival de jazz, pelea porque la Junta de Andalucía autorice las actuaciones en directo en los bares o incluso exige al Ayuntamiento mayor reconocimiento para los artistas. «La música es cultura, y la ‘M’ de museos se debe complementar con la ‘M’ de música», sostiene.
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