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Desafiando las posibles subidas de nivel de riesgo en la pandemia, que supone el cierre de municipios, las limitaciones de las restricciones perimetrales de la ... provincia, las escasa movilidad internacional y hasta la fecha elegida para la reapertura, el pasado martes 13, el hotel boutique Cortijo Bravo, de la empresa familiar Bbou Hotels que lideran los hermanos Andrés y María Herrero, ha retomado la actividad tras quince meses cerrado por la pandemia. Los fundadores de esta cadena malagueña tenían claro que no se podía esperar más y que algún día tenía que ser el primero, aunque el horizonte sigue marcado por la ausencia de certezas. Una incertidumbre que estos jóvenes empresarios suplen con nuevos proyectos con los que adaptarse a los cambios que ha impuesto la pandemia, como paquetes de teletrabajo o vinculados al tirón de la gastronomía con productos locales. Consideran que Cortijo Bravo, un cuatro estrellas con 21 habitaciones, rodeado de cultivos tropicales, en plena Axarquía, es «un producto perfecto para estos tiempos. Estamos en un entorno natural, con vistas al Mediterráneo, con pocas habitaciones, pero grandes espacios abiertos en los que el viajero consigue evadirse, y con una gastronomía muy cuidada«, explica Andrés Herrero, que advierte de que »quince meses después reabren con las mismas incertidumbres, pero con optimismo«. A lo que María Herrero apunta que con »deseos de no volver a cerrar y el entusiasmo de trabajar mucho y cuidar al cliente para que se sienta bien, seguro y disfrutando de este entorno privilegiado«. Recuerda el »2020 como un año agotador« y reclama «que las ayudas lleguen a las empresas, que se abran las Comunidades y las provincias, que se sellen corredores aéreos seguros y se garantice la movilidad al menos en la UE para que el destino funcione y vuelva a coger fuerza. Para ello, la solución es vacunar, vacunar y vacunar porque no se puede seguir así«.
Tanto los propietarios de este establecimiento como los empleados se siguen emocionando al relatar esa jornada de reapertura. La ilusión, entusiasmo, incluso nervios como si de un estreno se tratara, y las ganas de reencontrarse con el viajero y de mimarlo fueron los antídotos con los que mitigaron las dudas de ese horizonte aún incierto y pudieron comenzar a saborear la actividad del hotel como nunca antes. «Los hoteles son nuestra vida y los equipos nuestras familias», sentencia Andrés Herrero.
Esta reapertura marca el inicio de la desescalada que llevará a cabo el sector hotelero de la Costa del Sol, donde permanecen cerrados casi el 80% de los alojamientos. Entre abril y mayo estaba prevista la reapertura de numerosos hoteles, pero los retrasos en la vacunación y la incertidumbre sobre la movilidad en mercados principales, como Reino Unido, que no permitirá viajes por ocio hasta el 17 de mayo, o Alemania, concentrará este proceso en junio.
María Herrero apunta que en Cortijo Bravo el 75% de los clientes es extranjero y que ahora esperan un cambio hacia una mayoría nacional. Se aferran a las ganas de viajar que transmiten quienes reservan y no quieren pensar en que falle el verano. «El escenario está contemplado en números, pero el cerebro no quiere procesarlo», afirma Andrés Herrero, que relata el desastre económico de estos quince meses en los que, pese a estar cerrado y con los empleados en ERTE, han hecho frente a unos 30.000 euros al mes en costes. Y a los que se suman los del otro hotel de la cadena, La Viñuela. Unas pérdidas económicas que se multiplican cada mes en cada uno de los establecimientos cerrados de la Costa y una inactividad que pasa factura a miles de empleados. Raquel Mercado, camarera de piso de Cortijo Bravo, dice que se le pone el vello de punta al recordar el día de la reapertura. Cuenta su odisea de este más de un año en ERTE en el que tardó cinco meses en empezar a cobrar. «He echado mucho de menos el trabajo. Desde los 13 años estoy trabajando. Soy muy activa y el estar en casa me consumía. No quisiera volver al ERTE», señala. En la cocina, el jefe de la misma, Manuel Gil, es contundente: «ahora estoy bien, con mucha ilusión. Hemos pasado un mal trago, el peor en mis 32 años en la hostelería. Vendí hasta la bici y la moto para salir adelante. Ahora toca pasar página». Y en eso anda todo el equipo de Cortijo Bravo para encarar con un lleno el primer fin de semana de reapertura.
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