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Cada día que acaba con el espacio aéreo europeo vedado a los vuelos comerciales y las fronteras españolas cerradas acerca más a la Costa del Sol a un paisaje inédito en sus más de seis décadas de historia como destino turístico: el de un verano ... con playas en las sólo se escucha hablar en español. El sector turístico se va haciendo a la idea de que si algo puede salvarse de una temporada alta que se acerca con más velocidad de la que se aleja la pandemia del Covid-19 y las medidas restrictivas a las que ha obligado será gracias al turismo nacional.
El escenario que ya se puede adivinar para los viajeros españoles tendrá algunas características diferentes a las de años anteriores. Será, por un lado, el de unos turistas posiblemente reacios a subir a un avión, en el caso de que esta posibilidad realmente exista, y más aún para desplazarse al extranjero. Estarán, por lo tanto, proclives a elegir destinos cercanos para disfrutar de unas vacaciones que les permitan dejar atrás las sensaciones de dos meses de encierro. Pero por el otro, habrá millones de personas bien con su economía deteriorada, bien con un panorama de incertidumbre ante una crisis económica sin precedentes que seguramente sobrevivirá durante un buen tiempo a la pandemia.
Pese a su condición de destino internacional, los meses de verano sobresalen en la Costa del Sol por una relevante presencia de turistas españoles. Su dependencia de los mercados internacionales, a diferencia de los destinos insulares, no es tan grande. Especialmente en julio y, sobre todo, en agosto.
Por eso, en un año en el que se prevé una competencia feroz entre los destinos españoles de sol y playa por atraer el mercado nacional, la provincia de Málaga afronta la batalla desde un sólido punto de partida.
En todo el año pasado, según los estudios que elabora Turismo Costa del Sol, llegaron a la provincia de Málaga más de 13 millones de turistas, de los que 5,7 millones fueron españoles. Sólo un 26 por ciento de ellos lo hicieron en avión, el medio de transporte sobre el que ahora pesan las mayores incertidumbres.
La mayor parte de los españoles que vinieron a la Costa lo hicieron en los meses de verano, y la gran ventaja con la que parte la provincia de Málaga es que su mercado de turistas nacionales está compuesto principalmente por clientes andaluces. Viajeros que se desplazan en coche y que por lo tanto no tendrán problema para volver a disfrutar de los destinos de la provincia. Muchos de ellos cuentan con segunda residencia en la provincia y son los que escapan a la mayor parte de las estadísticas.
Las cifras señalan sin embargo que más de la mitad de los clientes españoles en los hoteles de la Costa del Sol fueron andaluces (56%), seguidos a gran distancia de madrileños (16,2%), catalanes (4,3%), extremeños (3,1%), valencianos (3%), castellanoleoneses (2,1%) y vascos (2%). Si se toman en cuenta todos los viajeros, y no solamente los alojados en hoteles, el orden de los visitantes por comunidad autónoma apenas sufre variaciones, con andaluces y madrileños en los primeros lugares, aparecen los manchegos en el tercero y los catalanes bajan al quinto por detrás de los extremeños.
Las estadísticas centradas en los dos meses álgidos del verano, los que decidirán mayormente qué parte de la economía de la provincia se salvará de la debacle provocada por el coronavirus, señalan a agosto como la clave, ya que es el mes en el que el turismo nacional tiene más peso.
Del total de viajeros que en ese mes del año pasado se alojaron en establecimientos turísticos de la provincia -lo que incluye hoteles, apartamentos turísticos, camping y alojamientos rurales- un 46 por ciento fueron españoles. En julio, el porcentaje fue algo menor, un 40 por ciento.
Uno de los problemas del mercado nacional en relación con el extranjero es que genera estancias cortas, una media de 3,7 días en el conjunto de los alojamientos y 3,5 días en los hoteles en agosto y aún menores en julio.
Como la media de pernoctaciones de los extranjeros es mayor, algunos hoteles, en especial los que venden paquetes completos, suelen trabajar menos con turistas nacionales, ya que ese tipo de estancias de escapadas pueden bloquear la posibilidad de estancias más largas. Este año habrá seguramente más flexibilidad a la hora de vender paquetes.
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