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La diosa que salvó a De Gaulle

Santiago de Garnica Cortezo

Es sábado 22 de agosto de 1962. Francis Maroux sujeta con gesto profesional el volante. Se dirige al aeropuerto de Villacoublay. En el asiento posterior del automóvil que conduce destaca una figura inconfundible por su perfil y elevada estatura

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