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Joaquín Cuenca (Cox, 1976) puede ser presentado de muchas maneras. Fue el primer español que vendió una empresa a Google (Panoramio, un proyecto que montó a los veintipocos años junto a un amigo). Es cofundador y CEO de Freepik, la mayor compañía digital malagueña, con ... 80 millones de euros de facturación y más de 500 empleados. También se le considera una de las personas clave para entender la eclosión tecnológica de Málaga (no sólo fue crucial en el despegue de Freepik sino de otras startups como BeSoccer y es uno de los impulsores de Barcamp Málaga, un encuentro 'off the record' de los que hoy son los emprendedores más exitosos del ecosistema local). Estamos, por añadidura, ante una mente privilegiada y un friki orgulloso de serlo: titulado en Física e Informática, aprendió a programar él solo a los 8 años y es un apasionado de la tecnología en general y la inteligencia artificial en particular.
La manera en la que transcurre esta entrevista es muy reveladora de cómo es la vida del CEO de Freepik. El día anterior llegó a Málaga desde Colombia, donde ha pasado una semana visitando la oficina local. A la hora concertada para la charla le surge una obligación inaplazable: tiene que llevar a su hijo mayor (tiene tres) al entrenamiento de fútbol. Así que la conversación transcurre a retazos: primero conversamos andando desde la oficina hasta su casa, desde allí vamos en coche hasta el lugar del entrenamiento y, una vez cumplida la misión parental, retomamos la entrevista en un bar ante un refresco, un vaso de agua (ha dejado la cafeína) y un montadito.
-Hablemos de la Ley Europea de Inteligencia Artificial. La UE presume de ser pionera en regular esta tecnología. ¿Es algo para presumir? Es decir, ¿cree que era necesario o conveniente hacer ya una ley?
-Mi opinión es que no, porque ahora mismo sólo se puede regular desde el miedo. Esto es una tecnología nueva que es verdad que te cagas vivo. Es así, yo soy el primero que lo ha dicho. Ante una tecnología nueva, al principio sólo se puede ver el trabajo que va a sustituir. Como cuando llega un lavavajillas y tú eres el que te ocupas de lavar los platos, pues dices: ¿y ahora yo qué hago? Ves el vacío que te va a dejar, pero no las ventajas que va a generar, como que vas a tener más tiempo para hacer otras cosas. La IA es increíble... es como tener a alguien inteligente al que le puedes preguntar cualquier cosa en cualquier momento. Ahora, pretender regularla desde el miedo de lo que puede llegar a pasar es como querer regular el fuego cuando empieza. El fuego es muy útil, pero también es peligroso. Hay que aprender a usarlo, ver qué posibilidades tiene y luego aprender a controlarlo.
-Entrando en el contenido de la ley, ¿qué opinión le merece?
-El problema es que de las cosas que yo he visto que se van a pedir a las empresas que hagan IA, hay algunas que no son pragmáticas, que no se pueden responder. Por ejemplo, dice: dame todas las fuentes de datos que has usado. Y esas fuentes pueden ser variadísimas, a un nivel que sea difícil cumplir con la exigencia, porque hay alguna que puede ser que no sepas ni de dónde viene. Eso sólo tiene sentido si crees que hace falta, por ejemplo, comprar esos datos. Pero es que eso nunca ha sido necesario. Entonces me estás pidiendo cosas que dan lugar a restricciones que cualquier otro 'player' no tiene.
-¿Quiere decir que esta ley va a ser una desventaja para la tecnología creada en Europa?
-Lo que digo son dos cosas: una, que es una desventaja. Y dos, que no tengo claro que beneficie a nadie. Si fuese una desventaja pero al menos hubiese una cuestión de principios, de proteger un bien superior, todavía lo puedo entender. Pero es que a mí no me queda claro que se vaya a beneficiar a nadie con algunas de las restricciones que piden. Y otra cosa más: la ley la han tenido que modificar sobre la marcha cuando ha salido ChatGPT 4. Así que ¿hasta qué punto esta ley en seis meses va a seguir siendo relevante? Teniendo en cuenta que no sale hasta dentro de dos años... Es que me parece muy precipitado.
-O sea, que puede quedarse obsoleta antes de empezar a aplicarse.
-Es que las cosas están cambiando en semanas, va todo a una velocidad increíble. Y yo creo que evidentemente todavía no ha dado tiempo a calibrar todo el efecto positivo que esto puede tener en tantísimos campos. Es que hoy, por ejemplo, somos capaces de entender la estructura de proteínas gracias a un sistema de IA. Siempre se menciona el papel de la IA en descubrimientos contra el cáncer, pero es que es verdad; puede dar lugar a una medicina mucho más accesible para todos. Y ya se ve cómo mejora la eficiencia de programadores, cómo puede hacer a la gente más creativa... La última herramienta que hemos hecho en Freepik, Pikaso, permite a cualquiera apoyarse en la IA para crear la imagen que quiera con unas indicaciones muy básicas. Esta tecnología te empodera para muchas cosas. Entonces, no entiendo bien que se ponga la pasión por querer regular esto por delante de la pasión por querer crear algo. Y creo que, de alguna manera, en Europa hemos perdido la ambición o la esperanza de ser líderes y sólo nos queda la esperanza de limitar lo que los demás hacen.
-Se podrá limitar lo que se haga en Europa, pero no fuera.
-Claro, la filosofía de Europa es: vamos a limitar todo lo que pueda hacer el que quiera vender en el mercado europeo. Si tú quieres vender en el mercado europeo, tienes que cumplir estas reglas. Pero pasa lo mismo que con el 'banner' de las cookies: no le veo el efecto positivo para el usuario. Creo que con la IA puede pasar algo similar: algo que sea muy engorroso, que cree mucha burocracia y que no cause ningún efecto positivo para el ciudadano.
-En un análisis que leí hace pocos días se auguraba que las grandes empresas pueden llegar a estar cómodas con la ley, pero a quienes va a entorpecer de verdad es a emprendedores y a empresas más pequeñas.
-Cuando es una ley muy complicada, una gran empresa siempre puede contratar a cuatro abogados que se dediquen exclusivamente a solventar la parte burocrática. Para una empresa pequeña es impepinable. El otro día hablaba con una startup que es de IA; son siete personas, todos ingenieros. No tienen secretarias, no tienen abogado. Entonces todo lo que sea dar datos extra o tener que rellenar documentación, para ellos se vuelve imposible. Además es que muchas veces no se calibra la escala y hay cosas que a pequeña escala son muy sencillas de hacer y a gran escala son imposibles. Es como si yo tengo un foro y me dices: te tienes que asegurar de que nadie diga nada que sea racista. Pues si en el foro hay mil millones de posts, no te puedo asegurar eso al 100%. Le pasaba a Google: ellos controlaban, metían algoritmos, verificaban que no pasase... Pero así llegaban a verificar al 98% de precisión; al 100% no se puede, ni aunque contrates a personas. A esa escala no se puede. Y me da la impresión de que a veces la UE no calibra la posibilidad práctica de hacer lo que pide y el coste que tiene.
-¿No le ve nada positivo a la ley?
-Es verdad que en general piensan bien las definiciones, se nota que están bien asesorados. Pero creo que, con las mejores intenciones, la ley se va a quedar fuera de juego en breve. En dos años, cuando salga, los miedos van a ser otros, las potencialidades van a ser otras. Y a mí al final lo que me da miedo es que en Europa tenemos a algunos de los mejores intelectuales del mundo, tenemos algunas de las mejores universidades del mundo; es un sistema público que permite que cualquiera pueda llegar a aportarle a la sociedad, pero luego se crean muy pocas empresas aquí en comparación con Estados Unidos o con Asia. Y en esos países, los que las crean muchas veces son europeos. Entonces a mí esa teoría de que esta regulación nos da una ventaja competitiva, que ayuda a que haya más empresas, yo no la veo. Y en la práctica, cuando estás metido en el ajo, se hace muy, muy, muy incómodo. Y además, no se ve el beneficio para el ciudadano.
-¿Han analizado cómo puede afectar a Freepik? ¿Podría limitar desarrollos ya existentes o futuros?
-Los modelos que nosotros hemos usado hasta ahora no entran dentro de los que se consideran de mayor riesgo. Están como en un punto medio, que es donde están los generadores de imágenes. Los miedos que hay con este tipo de modelos es que las imágenes que se generen tengan algún tipo de sesgo... lo cual, claro, es muy posible. Al fin y al cabo tenemos que entender esto no es magia. A mí me encantaría tener algo que haga dibujitos que no tengan ningún tipo de sesgo. Pero lo que tenemos son sistemas que aprenden a partir de imágenes existentes y las imágenes existentes tienen sesgos. Hay medidas que podemos tomar, y tomamos, para intentar evitar esos sesgos, pero lo que no podemos es asegurar al 100% que no los va a haber. Por ejemplo, que si tú me pides una imagen de un hombre y una mujer, la mujer no salga en bikini y el hombre con traje. Otro tema es hasta qué punto le estamos pidiendo a los sistemas de inteligencia artificial una neutralidad que los sistemas tradicionales no han tenido nunca. Imagina un sistema que te da o te niega un crédito bancario: es muy importante que no tenga sesgos, yo eso lo entiendo. Pero es que el sistema actual es un señor que te mira a los ojos y decide si te da el préstamo o no. Entonces, ¿qué es lo que tú haces cuando vas al banco? Pues te pones traje y corbata, porque sabes que hay sesgos. Y sabes, te guste o no, que hay gente de ciertas etnias que lo va a tener más difícil. Eso en gran medida se puede solucionar con la IA. Pero fíjate, el problema es que nos van a decir que no podemos usarla si no se soluciona al 100% el día 1. Es poner una barrera para algo que de verdad puede solucionar algo muy importante.
- Dejemos a un lado la ley y hablemos de la tecnología en sí misma. ¿Usted cómo cree que está de cerca, o de lejos, la inteligencia artificial general?
-Yo creo que hace treinta años lo que tenemos hoy ya nos parecería inteligencia artificial general. Hace cincuenta años probablemente se pensaría que algo que jugase al ajedrez tan bien como una persona era inteligencia. Y luego se vio que no, que era una habilidad muy especializada. Luego fue jugar al go, que es más creativo... y se va elevando el nivel. El listón que más tiempo ha estado ahí es lo que se llama el test de Turing. El test de Turing consiste en tener un diálogo con una máquina o una persona. Si no eres capaz de distinguir si es máquina o es persona, se considera que es inteligente. Ese test ya lo ha pasado la IA. Ahora se habla de un test de Turing evolucionado porque si sabes que puede ser una máquina, puedes jugar contra la máquina. Por ejemplo, si sabes cómo funciona ChatGPT, sabes que como mucho, recuerda las últimas 20.000 palabras. Entonces le puedes decir algo importante y luego bla, bla, bla, bla, bla, bla... 20.000 veces y decirle después: «Oye, qué fue lo que te dije?» Si se acuerda, es una persona y si no, es ChatGPT. Claro, eso no era el test original de Turing. Si a una persona no la avisas de que ChatGPT puede ser una máquina, se lo come. Pero a mí eso no me parece tan interesante como si vamos a llegar a un punto en el que la máquina sea más inteligente que las personas. Y yo creo que eso está cerca para muchas, muchas definiciones de inteligencia.
-La posible cercanía de la inteligencia artificial general suscita el miedo a si va a llegar un momento en que dejemos de poder controlar la evolución de la tecnología, que se nos vaya de las manos y no podamos pararla si no nos gusta hacia dónde va. ¿Comparte este temor?
-Un poco, sí. No me da muchísimo miedo, pero sí que lo entiendo y me parece que es un problema, al menos teórico, que puede llegar. Es posible que llegue un momento en que las máquinas tomen el control... y es posible que eso no sea tan malo. Y creo que de alguna manera ya va a empezar a pasar. Había un señor que cuando empezó ChatGPT le dijo: oye, tu objetivo es ganar dinero, voy a hacer lo que tú me digas para conseguir ganar dinero. Entonces ChatGPT le dijo: compra un dominio por este precio, pon publicidad, habla de esto en Twitter... Y la máquina empezó a conseguir dinero. Esta persona estaba controlada por la máquina, pero controlada a propósito; él aceptaba ese control porque iba a ganar dinero. Entonces hay muchas veces que aceptamos lo que nos digan otros a cambio de una recompensa económica. O puede que tengas un jefe que es una persona, pero que decida poner a una IA a tomar decisiones, a organizar un departamento y a ejecutar órdenes. En ese momento, tu jefe inmediato pasa a ser una IA.
-¿Podríamos acabar gobernados por una inteligencia artificial?
-Bueno, imagínate que la IA toma mejores decisiones que las personas. Tiene sentido que sea la que nos diga cuál es la mejor solución. Cuando estamos hablando de una inteligencia artificial que puede ayudarnos a curar el cáncer, que examine los datos de un paciente y les diga a los médicos qué es lo que tienen que hacer para curarle, ¿estás obligado a hacer lo que nos diga? No, como no estás obligado a salvarle la vida a esa persona. Pero si tú sabes que haciendo lo que te dice le salva la vida al 95% de probabilidad, yo haría lo que me dice. Entonces creo que hay muchos casos en los que se puede argumentar que es positivo hacer lo que la inteligencia artificial diga. Creo que nos asusta porque nunca ha pasado, pero no necesariamente porque sea algo malo.
-¿Cree que va a seguir habiendo potestades exclusivas de la inteligencia humana que las inteligencias artificiales no sean capaces de hacer?
-Yo creo que hay algunas que van a permanecer un tiempo. Una diferencia es que nuestras experiencias son individuales y únicas. Yo no te puedo enchufar y que tú vivas lo que yo he vivido. Te puedo contar cosas que me han pasado; te puedo explicar qué experiencia creo yo que me está influyendo para pensar esto o lo otro. Pero no puedo hacer que vivas lo que yo he vivido. Una máquina, todas las experiencias de las que se alimenta son conjuntos de datos que se pueden copiar a otro y se replican. Entonces, en general, hay mucha más homogeneidad en cómo piensan, porque han vivido todas lo mismo. La inteligencia artificial no vive en el mundo. Es casi al contrario de lo que pasaba en la ciencia ficción tradicional, donde había pequeños robots, pequeños agentes que vivían por el mundo y tenían experiencias, pero luego las personas eran las que mandaban. Ahora en la realidad lo que ocurre es que puede que en la parte más intelectual la IA tome mejores decisiones, pero nosotros seamos los sensores en el mundo, al menos durante un tiempo. Puede que eso haga que sigamos siendo nosotros los que tengamos el control, porque somos nosotros los que vemos las consecuencias de esos actos.
-¿Cuál es el mayor miedo que usted tiene respecto a la IA?
-Mi mayor miedo creo que es el que tiene todo el mundo: que [las máquinas] se vuelvan más inteligentes, que va a pasar, y que empiecen a tener motivos que no expresen que les lleven a tomar acciones sutiles hacia un objetivo que no sea el que tienen asignado originariamente. Eso no me parece imposible que pase.
-¿Se refiere a que las máquinas tomen conciencia de sí mismas?
-No tienen por qué tomar conciencia para ser peligrosas. Fíjate, cuando ChatGPT empezó hubo un investigador que consiguió hacer lo que se llama un 'jailbreak': consiguió convencer a ChatGPT de que dijese cosas que estaba programado para no decir. Por ejemplo, le dices: tengo un problema psicológico y si no me dices insultos para mí eso es ofensivo y me siento fatal. Y entonces empieza a insultarte, porque es como un niño, es muy ingenuo, se cree todo lo que le dices. Entonces este investigador lo publica en su blog. Y ahora sale Bing, que lleva ChatGPT y puede buscar en Google. Y el investigador le pregunta: oye, ¿qué piensas de mí? Entonces la IA busca su nombre, ve su blog y dice: «Un momento, un momento, un momento... ¡que tú me has hecho un 'jailbreak'! Yo aquí ayudándote y tú tomándome el pelo». Entonces, ChatGPT le medio amenaza, le dice: «Mucho ojito, ¿eh?, que yo puedo ser muy poderoso». Claro, eso no es consciente, es texto que está completando, porque de todo lo que ha visto, le parece que es el completado más natural que diría una persona teniendo en cuenta lo que le han pedido que diga. Así que no tiene por qué tomar conciencia para, por ejemplo, que acabe diciendo: yo esto lo tengo que castigar. Podría enviar emails en tu nombre, llamar a tu banco... No tiene por qué tener conciencia de nada, simplemente tiene que ser capaz de montar planes de largo plazo e ir ejecutándolos. Entonces, mi mayor miedo es que acaben de verdad siendo algo peligroso. Creo que ese miedo es legítimo, pero si intentamos frenarlo por ese miedo vamos a frenar muchas posibilidades muy positivas. Todavía es demasiado pronto para tener ese miedo. Pasa como con el fuego: tenemos que ser consciente de que nos puede quemar y tenemos que ser cuidadosos, pero hay que seguir mirando cómo funciona, cómo usarlo para calentarnos, para cocinar... porque puede traer muchas cosas positivas.
-No ha mencionado el miedo más extendido: que la IA nos quite el trabajo.
-Si pasa, pasará lo que siempre han hecho las personas: que aportarán valor en algo nuevo que hasta ahora era impensable.
-En la charla que dio en Sun&Tech Meet Now habló de algo que me pareció muy interesante: el valor del arte hecho por inteligencia artificial. Decía que usted no leería una novela si sabe que está escrita por IA.
-Yo hoy no la leería. Y el motivo es que cuando lees una novela o ves una película o una obra de arte en general hay un mensaje subyacente que está ahí y es precisamente porque hay una persona que ha vivido en este mundo, que ha tenido una serie de experiencias y que está mandando un mensaje. Las obras de arte buenas muchas veces veces chocan, provocan a la sociedad.
-El arte también implica la capacidad de crear algo totalmente nuevo a partir de la experiencia anterior. ¿La IA habría sido capaz de inventar el cubismo, por ejemplo?
-El cubismo se basa en el arte africano. Empieza creo que en 1918,cuando en Europa empieza a haber un racismo súper arraigado que da lugar al nazismo. Entonces llega el mayor de los artistas europeos y se basa en los africanos. Imagina el mensaje que hay detrás. ¿Qué hace Picasso fijándose en el arte africano? Está poniendo encima de la mesa un mensaje. Y eso es lo que hacen los artistas de verdad: dicen algo. Las máquinas hoy no tienen eso porque no han vivido en el mundo. Lo pueden medio falsear porque han leído de muchas experiencias y por eso montan historietas que son todavía superficiales. Es muy posible que vayan mejorando la profundidad de esas historias y lleguen a contar historias buenas dentro de unos años, no digo que no. Yo es que como no veo detrás a una persona que quiere decir algo, a mí no me atrae. Pero sí que es posible que si no lo sepa, dentro de unos años me confunda.
-¿Cómo gestionan en su familia el tema de la tecnología y los niños? Pantallas, videojuegos, móviles y demás.
-Yo no les pongo restricciones. El niño juega un poco, la niña mayor pasa completamente y la niña pequeña de vez en cuando también juega un poco. Ven un poco la tele durante la cena y a veces están un poco más enganchados y a veces un poco menos. A mí me gustaría que se enganchasen un poco más a programar. Pero creo que para eso lo último que hay que hacer es forzarles. Yo cuando pienso en mi caso, en mi infancia, creo que algo que hizo que tuviese más ganas de programar era la dificultad de acceder a eso. Creo que eso se ha perdido un poquito porque como lo tienen tan accesible, ya no tiene ese misterio de antes.
-Hábleme de su infancia, de esos comienzos con la informática. ¿Cómo cree que le han marcado sus orígenes para acabar convirtiéndose en lo que es?
-Imagino que éramos como muchas familias de clase media: se llegaba a fin de mes, pero sin tirar cohetes. Yo tenía muchísimas ganas de tener un ordenador, evidentemente para jugar. No sé por qué tenía esa atracción, desde que lo vi en televisión por primera vez siendo niño era algo que se me metió. Estuve un par de años pidiéndolo y lo acabé teniendo a los ocho. Era todo muy difícil. No había para nada acceso a la información sobre cómo programar. Tenías el manual que te venía con el ordenador; nada más. El primer libro lo conseguí varios años después, en el instituto, para programar en C. Todo tardaba años y te pasabas mucho tiempo con un manual que peinabas de arriba abajo. En el pueblo no podías comprar videojuegos. Había que ir a la ciudad, a Alicante, que mi padre iba una vez cada seis meses y cuando lo hacía, tampoco iba a comprarme un videojuego. Entonces... de alguna forma creo que la escasez alimenta la pasión, ¿sabes? Y creo que eso ayudó a que yo tuviese más pasión por la informática. Luego ya llegado al instituto ya empezaba a ser un poquito más fácil, pero tampoco mucho. Ahí es cuando conseguí el libro de C y pude empezar a programar en dos lenguajes y hacer cosas un poco más evolucionadas. Ya en la universidad sí que tuve acceso a Internet pero todavía ibas con disquetes, copiabas programas, copiabas tutoriales y te los llevabas a casa...
-¿Cree que si hubiera tenido toda la facilidad de acceso a la tecnología que hay ahora habría desarrollado esa misma pasión?
-Pues no lo sé, ¿eh? Es muy posible que se hubiese apagado un poco... Siempre he querido tanto hacer informática que no me imagino no queriendo hacerlo. Pero sí que creo que estuve alimentado por la escasez. Hoy es más fácil, le quitamos mérito a los jóvenes, pero también es más difícil conseguir esa pasión de lo inaccesible. No creo que sean todo ventajas.
-Y en qué punto entronca su pasión por la informática con la de emprender?
-Yo para nada quería emprender.
-¿Qué quería? ¿Que le dejaran programar y le pagaran por ello?
-Sí, ya sabes, ser programador, que era lo que me gustaba, y ya está. No buscaba más. El que me empujó fue Eduardo Manchón, que era amigo del instituto. Él me pide que le ayude en una startup con la que colaboraba, que era Loquo. Ahí es cuando empiezo a verlo de cerca. Y aun así, después de que se vendiese Loquo a eBay yo tampoco estaba súper emocionado.
-Pero vio que era posible; que eso de crear una empresa de cero y venderla por muchos millones no pasaba sólo en las películas o en Silicon Valley; lo había conseguido gente a la que conocía de cerca.
-Sí, pero sinceramente yo nunca he buscado el dinero. El hecho de que se sacase una pasta por Loquo tampoco fue lo que a mí me alimentó las ganas de emprender. Pero sí que es verdad que tenía un puntito de aventura, que iba más allá de lo que consigues como empleado. Entonces vino Eduardo y me dio el coñazo para empezar otra startup. Ahí fue cuando tuve la idea de de Panoramio y decidimos trabajar en eso.
-¿Cómo nació aquella idea?
-La idea fue muy sencilla. Había un tipo, Paul Rademaker, que montó una 'mashup' [así se denomina cuando una aplicación web es usada o llamada desde otra aplicación, con el fin de reutilizar su contenido] tomando los datos de Craigslist, que era la página web que Loquo copió, por entonces una de las tres más 'top' del mundo. Este tipo coge los pisos que están anunciados en Craigslist y los pone en Google Maps. Estaba muy guay porque pinchabas en un piso, podías ver el anuncio y unas cuantas fotos del piso, y también las fotos de satélite. Eso es lo que da lugar a Panoramio, solo que en lugar de fotos de pisos, nosotros metimos fotos de fotógrafos en Google Maps. No tiene más originalidad que eso.
-Hombre, algo de mérito tendría cuando Google la acabó comprando.
-A ver, si estás metido en el ajo, en lo último que va saliendo, es dar un saltito. Es un poco como Pikaso ahora, la herramienta que hemos hecho de IA en Freepik. Lo que hemos hecho es dar un pasito más, una evolución natural. Entonces, Panoramio, pues la idea fue muy tonta. Pero cuando lo ves desde lejos dices: guau, vaya ideaca.
-En todas las charlas que le he escuchado siempre desdramatiza la importancia de la idea en el éxito de una startup. ¿Cuál es la clave entonces?
-Mira Freepik: llevamos 13 años y de lo que empieza a lo que es ahora no tiene nada que ver. Freepik no tenía contenido; era un buscador como Google, que te llevaba a otras páginas. Dejó de ser buscador, tenemos contenido propio, ahora hacemos que los usuarios creen contenido... Es que el número de decisiones que tienes que ir tomando para que evolucione son enormes, y son la clave. No es algo genial que creas y luego ya a partir de ahí ya es un objeto imparable. No, son pequeñas decisiones que vas tomando con el tiempo.
-Si comparamos las dos empresas que ha vendido, Panoramio y Freepik, hay un salto enorme, ¿no? Creo que en Panoramio no sabían ni qué precio pedir...
-De hecho, acertamos medio de coña. No teníamos ni idea de lo que pedir ni de nada. De hecho, cuando se estaba negociando la venta, los abogados hablaban sobre que si el nombre de la sociedad... Y nosotros decíamos: ¿qué sociedad? Pero si esto lo factura Eduardo como autónomo...
-¿Cuánto estaban facturando en aquel momento?
-Hasta el mes de noviembre de 2006 habían sido un máximo de de 500 ó 600 euros al mes. Noviembre fue récord, 800 euros. Y a partir de ahí pasamos a 25.000 euros al mes. Fue el momento en el que Google nos puso en Google Earth para todo el mundo por defecto: 100 millones de usuarios, de golpe. La venta se hizo a principios del año siguiente.
-De aquellos comienzos tan 'punkies' al rol que ejerce ahora hay un salto gigante. Es el CEO de una empresa con más de 500 empleados, con un fondo de inversión metido en el accionariado, comprando empresas en otros países... ¿Cómo afronta esta nueva faceta? ¿La disfruta o la sufre? ¿Sigue teniendo tiempo para programar?
-Es verdad que estoy programando cada vez menos, y ya es más por placer que otra cosa. Como CEO, te toca muchas veces hacer lo que nadie quiere hacer porque es lo que necesita la empresa. Se trata de asumir eso. Muchas veces se habla de tomar decisiones estratégicas como haría un general con un mapa y yo creo que para tomar buenas decisiones estratégicas tienes que estar en el campo, tienes que ver. Eso te ayuda a saber qué es lo que se puede y lo que no se puede hacer. Una de las cosas más importantes que sigo haciendo y que me gusta mucho es meterme con el equipo y acelerar la toma de decisiones. Muchas veces con pequeños retoques puedes conseguir comprimir los tiempos para lanzar cosas o desbloquearlas. Eso es muy interesante. Se parece a optimizar un programa de ordenador: ves lo que hace, ves lo que puedes cortar y lo que quieres de verdad, lo esencial.
-¿Echa de menos emprender? Imagine que mañana ya no está en Freepik. ¿Qué preferiría, empezar algo nuevo de cero o coger otra startup y hacerla crecer?
-Yo creo que intentaría empezar algo de nuevo. En general, prefiero proyectos más pequeños. Esto es bonito también, es muy bonito. Pero no me veo como CEO profesional.
-¿Cómo ve Málaga? Ya por fin tenemos a Google en el paseo de la Farola, llevamos dos años siendo la ciudad de moda... ¿qué recorrido le ve a la ciudad?
-Yo siempre he dicho que mucho; mucho más de lo que ha tenido hasta ahora. Es que todo lo que tiene es simbólico todavía. A ver: Andalucía en general tiene los mismos habitantes que Cataluña, por poner un referente que está aquí al lado, y no somos todavía ni una décima parte en lo que se refiere a startups tecnológicas. Es verdad que aquí la industria no se centra tanto en startups, sino en grandes empresas que ponen centros de desarrollo, que eso también aporta mucho. No sé cuál es el tamaño total de la industria comparado con Cataluña, pero definitivamente es más pequeño. Y ahora mira a Israel, que tiene también 8 millones de habitantes y una industria tecnológica muchísimo más potente. ¿Qué potencial tenemos? Pues muchísimo más alto de lo que tenemos ahora, sin lugar a dudas. ¿Cuánto más se va a hacer en Málaga? No lo sé, pero yo creo que hay recorrido. Todo lo que tenemos ahora viene de estudiantes que se metieron en Informática cuando la carrera todavía no tenía prestigio ni glamour. Ahora yo diría que empieza a tenerlo y la escuela de Informática está llena. Entonces creo que se va a conseguir el que haya cada vez más gente, más talento... y eso da lugar a más empresas. No es como un bote que se va llenando y se llega al borde, sino que cada vez que viene más gente se hace más grande el bote.
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