Durante algunos meses, José Almansa hizo un experimento. Fue a doce conferencias y midió el tiempo que cada ponente tardaba en decir la palabra 'innovación'. Nunca pasaron más de cinco minutos. Pero después, tanto en aquellas ponencias como en otros ámbitos análogos, buscó, pero nunca ... encontró una definición de ese concepto que le dejara satisfecho. Para responder esa pregunta, escribió 'El fin de la innovación' (Gestión 2000), el libro con el que este emprendedor de origen malagueño rompe la baraja de una idea tan manoseada como poco analizada en profundidad.
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-¿Cómo alguien que se dedica a innovar escribe un libro titulado 'El fin de la innovación'?
-(Ríe) Lo explico, lo explico... Resulta que no paraba de escuchar la palabra 'innovación', pero no me gustaba en absoluto ni las definiciones que escuchaba de innovación ni lo que se había en su nombre ni dónde se estaba invirtiendo en innovación. España invierte el 1,2% el PIB en innovación, la mitad es público y la mitad es privado y Europa invierte el 2,4%; sin embargo, mi impresión era que no servía para nada, que no se estaba acertando y por un problema de base que tiene que ver con qué se entiende por innovación. Empiezo a estudiar el tema de manera profunda y termino llegando a una fórmula que dice que la innovación no es nada más que el resultado del proceso creativo de un innovador ante una necesidad no resuelta. Me parecía relevante, porque se está diciendo que la innovación es el resultado y eso respondía a una de mis primeras preguntas: ¿por qué no estamos realmente innovando?, ¿por qué no estamos creando soluciones? Y viene a ser por eso, porque la innovación que se está haciendo no se dirige al resultado, no puedes invertir dinero en el resultado, puedes invertir dinero en lo que provoca el resultado, en los innovadores, en que haya un proceso creativo y partir de necesidades reales, no de ideas. Todo lo que sea partir de ideas es partir de lo conocido, pero hay que partir de necesidades no resueltas para resolverlas con un espíritu innovador. En resumen, creía que todo lo que estábamos llamando innovación no era innovación y no estaba sirviendo para nada.
-Porque usted sostiene en su libro que la innovación no existe, existen las personas innovadoras.
-Ese es el concepto primordial. Hay un consenso general en que la innovación es clave y eso, en mi opinión, no es cierto. No existen empresas ni organizaciones ni universidades ni países ni ciudades ni responsables ni creativas ni innovadoras, lo que hay son personas detrás que las hacen responsables, creativas e innovadoras. La clave es poner a la persona en el centro y conseguir que las personas encuentren soluciones innovadoras a necesidades no resueltas, pero la innovación en sí no existe, no es nada. No tiene valor. Es el resultado de lo que hacen las personas innovadoras.
-¿Se hacen muchas barbaridades en nombre de la innovación?
-Se han perdido muchas oportunidades, sobre todo desde el punto de vista de la financiación. Todo el rato se habla de innovación, pero creo que nadie sabe realmente qué es ni cómo se produce, por eso creo que hemos perdido muchas oportunidades.
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-Justo Málaga surge ahora como tierra de oportunidades innovadoras y tecnológicas.
-Creo que Málaga tiene una potencia increíble. Tiene además una personalidad muy propia. En un evento justo en Málaga celebrado hace unos días me preguntaban si Málaga debía aspirar a ser la California de Europa o el Silicon Valley de Europa y respondía que no. Málaga no debe aspirar a ser el Silicon Valley de Europa porque debe aspirar a tener un relato propio, a ser Málaga y Málaga debe ser el sitio de los innovadores. Tiene una potencialidad y una oportunidad enorme para atraer proyectos sólo de emprendedores que quieren llegar a ser un unicornio (una empresa valorada en más de mil millones de dólares) que no resuelvan ninguna necesidad, sino que creo que Málaga debe ser el sitio donde surjan esas respuestas a esas necesidades no resueltas. Eso puede tener un efecto llamada increíble y puede provocar que otras muchas ciudades del mundo quieran ser la Málaga de sus países. El ecosistema emprendedor es muy potente en el que Málaga se puede hacer un hueco sin dudarlo como sitio de los innovadores.
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-¿Y usted apostaría por un modelo transversal o por una ciudad especializada en un sector concreto?
-Málaga tiene que apostar por un modelo transversal basado en la innovación, por tener su propio carácter y a partir de ahí, estar en todas las áreas que pueda. La heterogeneidad es un valor, no me centraría en un sector, porque así se podría caer en lo que llamo la cultura del unicornio. Hablamos mucho de Silicon Valley, pero Silicon Valley no lo fundan emprendedores en busca de un unicornio, lo fundan innovadores de la Universidad de Stanford que buscaban soluciones a nuevas necesidades no resueltas. Apostaría por un modelo heterogéneo donde los conocimientos de unas áreas se puedan extrapolar a otras. Creo que Málaga se tiene que centrar en que los proyectos que surjan no copien, sino que sean innovadores, centrándose en las necesidades no resueltas y no tanto en saber en qué sectores hay oportunidades de negocio.
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