Carlos SANZ
Málaga
Domingo, 20 de diciembre 2020, 01:29
Ir a comprar una televisión hace 10 años era mucho más fácil que ir a adquirirla ahora. En aquel momento solo debíamos tener presentes dos o tres términos que se podían entender de forma fácil, pero en la actualidad, la proliferación de denominaciones propias de ... las marcas y la rápida evolución de la tecnología convierten esta tarea en algo complicado.
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Cuando éramos niños, seguro que nos han dicho en más de una ocasión que no nos sentáramos tan cerca de la televisión porque nos íbamos a quedar ciegos. Nada más lejos de la realidad (de hecho, no hay documentos científicos que lo contrasten de forma irrefutable), aunque lo que sí suele suceder es que se den casos de fatiga en la visión, que genera borrosidad o cefalea, y desaparece en cuanto descansamos un poco la vista.
Cada vez es más normal que los compradores pongan en sus domicilios televisores de gran tamaño, que suelen llegar hasta las 75» u 85», aunque las hay mucho más grandes. Los propios fabricantes suelen tener tablas de recomendaciones y en la red es fácil encontrarlas si buscamos «tamaño pantalla + distancia visionado».
Ahora bien, hay que tener presentes varios detalles. En primer lugar, a mayor distancia de la televisión, menos resolución «necesitaremos» para apreciar bien la imagen. Es decir, que cuanto más nos alejamos, menos apreciamos los detalles. Por ejemplo, una televisión de 50» a 6 metros, nos dará igual si tiene 480p que 8K, porque veremos la imagen similar (estas cifras significan el número de líneas horizontales, 480 o 4.320, lo que influye en la resolución).
Según las calculadoras, si tenemos el sofá entre 1,2 y 2 metros de distancia, lo óptimo es comprar una televisión 4K si sus pulgadas oscilan entre 43» y 70», aumentando a 8K si va a ser de mayor tamaño. Pero hay que tener también presente que a mayor tamaño y cercanía de la pantalla, más fatiga visual tendremos por tratar de abarcar con la vista toda la imagen. Algo similar a lo que nos ocurre en el cine cuando nos sentamos muy cerca de la pantalla.
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Hace unos años, la mayoría de televisiones eran LCD, cuyas siglas significan pantalla de cristal líquido («Liquid Crystal Display» en inglés). En la actualidad, las led tienen un funcionamiento similar, solo que la retroiluminación es mediante el tipo de bombilla que las denomina, lo que hace que su consumo energético disminuya notablemente. Pero esa iluminación trasera de las pantallas tiene varios formatos, y ahí es donde entran en juego términos como Oled, Qled o NanoCell.
Partiendo de la gama más alta, las OLED(«Organic Light Emitting Diode» en inglés), nos encontramos con paneles cuyos píxeles están iluminados de forma individual por un diodo, lo que origina que su color, contraste y brillo esté por encima del resto de formatos. Entre sus ventajas, además de las mencionadas, encontramos el negro más profundo y la posibilidad de ser flexibles.
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Las QLED(«Quantum dot Light Emitting Diode» en inglés), es la nomenclatura que Samsung le ha dado a las pantallas que ha patentado y que suele montar hoy en día. Estas televisiones de diodos de luz cuánticos llevan paneles LCD cuya retroiluminación está basada en pequeños cristales semiconductores que activan los píxeles por separado para lograr un mejor contraste. Podríamos decir que es una versión mejorada de las clásicas LED. Como contrapartida, los negros no son tan buenos como las Oled y el ángulo de visión es más reducido, por lo que si nos movemos hacia los lados el contraste de la imagen se irá perdiendo.
Las NANOCELL o Full Array Local Dimming (FALD), según el fabricante (LG o Sony por ejemplo), es un sistema que utiliza Inteligencia Artificial para iluminar solo ciertas zonas, minimizando así las fugas de luz y mejorando los contrastes.
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Teniendo en cuenta esto, ¿por qué iba alguien a elegir estas últimas o los paneles LED tradicionales si existen las Oled o Qled? Por dos motivos. El primero es el precio, donde las televisiones con sistema Edge Led (iluminación desde abajo) son las más económicas, mientras que las NanoCell o FALD tienen la ventaja de que si habitualmente vemos partidos de fútbol o jugamos a videojuegos, las zonas estáticas de la imagen, como los marcadores, no llegarán a quedarse «fijos» en la pantalla.
El alto rango dinámico, por sus siglas en inglés HDR («High Dynamic Range»), es un sistema digital que posibilita una gama de colores de mayor espectro, es decir, veremos más tonos en pantalla, desde oscuros a claros.
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El mejor de todos es Dolby Vision, un formato de pago que permite mostrar una profundidad de color de 12 bits (68.700 millones de colores). La pega es que al no ser gratuito, no lo incluyen todas las televisiones, ni hay tantos contenidos audiovisuales trabajando con él.
Por debajo estaría HDR10+, que es una versión mejorada del HDR10, capaz de elevar de forma notable el brillo máximo. Este formato, de pago también para los fabricantes, alcanza los 10 bits, como el HDR10. Por norma general, cuando una televisión indica que tiene HDR, salvo que aparezca de forma clara la pegatina de Dolby Vision o HDR10+, incluirá HDR10, que es gratuito.
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Aunque parezca que todos los cables HDMI son iguales porque tienen la misma forma, en realidad les ocurre lo mismo que a los USB, que varían su velocidad de transmisión de datos según la numeración (1.0, 2.0 o 3.0). En el caso del HDMI, lo último que se está implementando es el 2.1, que permite por ejemplo trasmitir contenidos 8K o a las consolas de nueva generación, como PlayStation 5 o Xbox Series, jugar en 4K con una velocidad de refresco de 120 Hz.
Esta mejora se da gracias a que el HDMI 2.1 es capaz de transferir 48 gigas por segundo (Gbps), mientras que el HDMI 2.0 se quedaba en 18 Gbps. Asimismo, también se han implementado mejoras en los códec de sonido y en la tasa de refresco.
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Por norma general, el cine se graba a 24 imágenes por segundo, salvo excepciones como 'El Hobbit', donde Peter Jackson la grabó a 60fps. El término tasa de refresco es la frecuencia a la que la pantalla actualiza las imágenes que muestra por segundo.
¿En qué lo notaremos? A más número de fps («frames per second» en inglés), más fluidas irán las imágenes y lo apreciaremos todo bien siempre y cuando nuestro monitor lo acompañe. Hace unos años las televisiones montaban como estándar pantallas de 60Hz, que ya han quedado obsoletas. Si queremos disfrutar plenamente de lo que las nuevas videoconsolas ofrecen debemos ir a una con 120Hz o 144Hz, ya que de no alcanzarlos, como ocurre con el HDR, no aprovecharemos todas las capacidades de la máquina.
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Hasta hace poco, lo normal era que las televisiones fueran Smart TV, pudiendo nosotros añadir un sistema operativo Android mediante un stick o centro multimedia externo. Pero eso ya ha quedado atrás, ahora las televisiones montan directamente sistemas Android para que podamos instalar todo tipo de aplicaciones y juegos desde la tienda habitual, desde un procesador de textos, hasta el Call of Duty.
La diferencia principal reside en que las Smart Tv tienen el número de aplicaciones limitado, aunque muy optimizadas, mientras que las Android TV no dejan de ser el sistema completo, solo que adaptado a monitores sin funciones táctiles, lo que le confiere muchas más posibilidades al usuario. También hay marcas como Samsung o LG que tienen sus propios sistemas y tiendas de aplicaciones basados en Linux, como Tizen (Samsung) o WebOs (LG).
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Con todas estas características y tecnicismos sobre la mesa, no es tan fácil decantarse por qué es lo mejor a nivel general, ya que cada usuario tiene unas necesidades y un presupuesto que le harán decantarse por una u otra. Al margen de ello, no hay que olvidar que el ritmo actual y la obsolescencia programada hacen que estos dispositivos sean menos longevos que los que había hace 30 años, sobre todo porque van surgiendo propuestas que crean nuevas necesidades.
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