borja olaizola
Lunes, 2 de febrero 2015, 02:40
Las malas lenguas dicen que el próximo bombazo de Apple será un teléfono de trapo capaz de abrigar las orejas o un ordenador textil susceptible de convertirse en bufanda. El chascarrillo va de boca en boca desde que la compañía que fundó Steve Jobs empezó a pescar sus directivos en los caladeros de la moda. Primero nombró a Paul Deneve, de Yves-Saint Laurent, vicepresidente al frente del departamento de proyectos especiales. A los meses anunció que Enrique Atienza, de Levi Strauss, iba a encargarse de las ventas en EE UU. El mayor golpe de efecto, sin embargo, fue el fichaje hace año y medio de Angela Ahrendts, entonces al frente de Burberry, como nueva vicepresidenta ejecutiva de la compañía.
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La llegada de Ahrendts (EE UU, 1960) causó cierta inquietud entre los muchos seguidores de una marca que ha llegado a adquirir sesgo de religión en el universo de las nuevas tecnologías. ¿Qué hacía una ejecutiva que había desarrollado toda su carrera en el campo de la moda en la cima de la compañía tecnológica por excelencia? Aunque nadie llegó a cuestionar su valía, la directiva fue recibida con recelo entre los cuadros medios de la firma. Apple, se decían los más ortodoxos, fabrica ingenios electrónicos sólidos que son valorados por sus prestaciones y que nada tienen que ver con los caprichosos vaivenes que gobiernan el siempre incierto rumbo de la moda.
Hasta entonces la trayectoria de Ahrendts, en efecto, no se había apartado del sector textil. Dio sus primeros pasos con el fabricante de sujetadores Warnaco y pasó más tarde a Donna Karan. Amable y atenta con sus subordinados pero implacable a la hora de ejecutar sus planes, fue escalando peldaños en la industria de la moda hasta que una declinante Burberry la fichó en 2006 como consejera delegada. La compañía británica vivía horas bajas: incapaz de sacudirse su imagen de fabricante de prendas viejunas, el auge de la industria de la imitación amenazaba con dejarla fuera del mercado.
Ahrendts supo reaccionar: canceló las franquicias y redujo al mínimo el catálogo para frenar la avalancha de copias. Luego cerró el centro de diseño de Hong Kong y las fábricas de Nueva Jersey y Gales para centralizar la producción en Yorkshire. No le tembló el pulso cuando fue llamada a dar explicaciones por el cierre de la factoría galesa frente al Parlamento británico. Tampoco cuando dio un giro de 180 grados a la estrategia de comunicación de Burberry y la convirtió en la marca del sector de la moda con más seguidores en las redes sociales. Consolidada en la cresta de la ola de la modernidad digital, la compañía textil triplicó sus ganancias y recompensó a la que sin duda había sido su hada madrina con el mayor sueldo conocido en el mundo empresarial británico: 20 millones de euros.
No a la gala de los Oscar
Casada con su pareja del instituto y madre de tres hijos que son ya adolescentes, le gusta repetir que nunca se ha considerado esclava de su trabajo. No admite interferencias laborales en sus fines de semana. Su celo a la hora de dedicar su tiempo libre a su familia le ha llevado incluso a rechazar invitaciones a la gala de los Oscar. Tras su fichaje por Apple, tuvo que dejar la flamante mansión de más de mil metros cuadrados que tenía en Londres para trasladarse a Silicon Valley. El cambio de aires no parece haber mermado sus poderes: la compañía de la manzana anunció ayer que había batido el récord de beneficios de una empresa en bolsa. Ganó en el cuarto trimestre del año pasado 16.040 millones de euros, casi 2.000 millones más que la anterior marca, que estaba en poder de la petrolera ExxonMobil (14.170 millones en el segundo trimestre de 2012).
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A lo que se ve, su varita mágica es igual de efectiva a ambos lados del Atlántico. Su remuneración está en consonancia con sus poderes: el año pasado se embolsó 65 millones de euros, ocho veces más que el consejero delegado de Apple, Tim Cook. Parte de esa retribución tiene que ver con las compensaciones en acciones que negoció durante su fichaje. Semejante dineral, en cualquier caso, hace de ella la ejecutiva mejor pagada del planeta. Ahora ha puesto en marcha un plan para reforzar la presencia de Apple en China, un mercado que conoce al dedillo y donde vende ya casi tanto como en Europa. Ha pedido voluntarios entre los empleados occidentales de la compañía para trabajar en el gigante asiático. Habrá que ver si a sus dotes de hada es capaz de añadir el poder de convocatoria que tenía el flautista de Hamelín.
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