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Julia y Eugene eran una pareja de jóvenes emprendedores en Kiev con un prometedor proyecto en ciernes: montar una fábrica para producir plástico ecológico hecho de hongos y cáñamo. Una mañana, la mañana que Rusia empezó a bombardear Ucrania, ese sueño que ya acariciaban con ... los dedos se rompió: uno más entre los de miles de compatriotas que la guerra malogró. De repente, lo único importante era sobrevivir. «En quince minutos teníamos metidos a los niños en el coche y salimos huyendo hacia la frontera», rememora Julia Bialetska desde Málaga, el lugar donde esta pareja ha encontrado refugio no sólo para su familia, sino para su 'startup'.
S.lab tiene ahora sede en la incubadora de empresas de Coín. Desde allí produce y vende pequeñas cantidades de envases basados en el innovador material que Julia (bioquímica de formación) ideó. En noviembre prevé poner en marcha una fábrica con mayor capacidad, como la que quisieron montar en Kiev. No ha sido fácil, pero el matrimonio ucraniano ha conseguido resucitar su sueño empresarial desde España. Ahora la 'startup' afronta la decisiva fase de despegue, con la gasolina de una ronda de inversión de 500.000 euros que tiene ya completada al 90% gracias a aportaciones de 'business angels'. «Hay un par de fondos de 'venture capital' interesados en entrar también», apunta Bialetska, que destaca el interés que su producto despierta en marcas de gran consumo que quieren hacer más sostenible su 'packaging', como L'Oréal (para la que ya trabajan en un proyecto piloto), Samsung, Sony, Hewlett-Packard, LMVH o Procter & Gamble.
Vamos a los inicios. La chispa que encendió S.lab nació en una playa de Indonesia; una playa que debía ser paradisiaca pero que Julia y Eugene -aficionados al surf- encontraron plagada de islas de plástico. «Yo siempre he estado muy sensibilizada hacia el medio ambiente, pero allí tomé conciencia real del problema que generan los millones de toneladas de plástico que se producen, consumen y desechan cada día», explica. El poliestireno es uno de los materiales más problemáticos, ya que no es biodegradable y es complicado de reciclar. «Empezamos a investigar sobre las alternativas sostenibles y nos dimos cuenta de que no la mayoría presentan dos problemas: no son totalmente biodegradables, puesto que solo contienen entre un 30% y un 40% de ingredientes naturales y requieren un largo proceso de compostaje; y además, no pueden producirse en grandes cantidades. Decidimos ponemos trabajar para crear un nuevo material que realmente aporte una solución al problema», resume Julia. Ella tenía los conocimientos de bioquímica para buscar la 'receta' de esa alternativa al poliexpán y su marido y socio, la experiencia en ingeniería de 'hardware' necesaria para idear la forma de producirla a escala industrial.
La fórmula mágica nació de dos componentes: el micelio (una estructura que forman los hongos de textura similar a hilos ramificados) y el cáñamo (o más concretamente, el tallo del cáñamo, que se desecha cuando se recoge). Cuando se mezclan ambos se obtiene un material 100% natural, muy resistente y fiable, capaz de competir con el poliestireno en cuanto a durabilidad, impermeabilidad y aislamiento térmico, con una ventaja: ser completamente biodegradable. Una vez utilizado, puede tirarse con el resto de la basura y se descompone por completo en solo 30 días. De hecho, si acaba en el suelo, lo único que ocurre es que lo fertiliza.
S.lab 'cultiva' los hongos en su propio laboratorio y los combina con desechos de cáñamo (o de otros cultivos como el maíz o el trigo) que adquiere en Andalucía. Después moldea el material resultante bajo la forma deseada. Todo este proceso lo desarrolla desde su nave ubicada el Centro Andaluz de Emprendimiento de Coín, donde cuenta con un equipo de siete personas. «Actualmente somos capaces de producir muestras y pequeñas cantidades para nuestros clientes regulares. En noviembre arrancaremos la nueva línea de producción con la que empezaremos teniendo una capacidad de 50.000 unidades de envases mensuales y, en cuatro o cinco meses, duplicaremos esa cifra, alcanzando las 100.000 unidades», anuncia Bialetska.
Con este salto industrial, S.lab podrá convertir los proyectos piloto que tiene ahora con marcas como L'Oréal en contratos y afrontar la lista de espera de potenciales clientes que actualmente no es capaz de atender. «Nos orientamos a cuatro sectores: el de la cosmética; el de la electrónica y la tecnología; el de la moda y los complementos y el de la decoración y los artículos para el hogar: vasos, jarrones, velas, copas... Tenemos clientes de estas cuatro industrias, de diferentes países, incluyendo algunos de Ucrania que también se han mudado a España», revela la CEO de esta joven compañía, que destaca la preocupación que existe en la industria de gran consumo por erradicar el plástico y conseguir envases más sostenibles, en línea con la creciente conciencia social sobre el cambio climático.
Preguntada por su experiencia en España y en Málaga en particular, Julia Bialetska sólo tiene buenas palabras para una tierra que les ha «acogido de forma rápida y abierta», tanto en lo personal como en lo profesional. «Cuando llegamos al centro de atención a refugiados, en el Palacio de Ferias, me sorprendió lo bien organizado que estaba y lo rápido y sencillo que fue el proceso para regularizar nuestra situación». «Mientras nosotros arreglábamos los papeles, tenían un espacio para que los niños jugaran», recuerda.
Pero ¿por qué eligieron Málaga para establecer su proyecto familiar y empresarial? La clave fue la aceleradora Startup Wise Guys, en la que S.lab estaba haciendo un programa de aceleración. «Cuando huimos de Ucrania, estuvimos en Hungría un par de días recuperándonos del 'shock' y después nos fuimos a Italia, donde mi familia tiene un apartamento. Allí pasamos un par de meses pensando qué ibamos a hacer con nuestra vida. Para entonces, Kiev había sido liberada y nuestros clientes nos llamaban preguntando si íbamos a retomar el proyecto. Hasta entonces no nos lo habíamos planteado; estábamos tan preocupados por nuestra familia y nuestro país que no podíamos pensar en otra cosa. Pero nos dimos cuenta de que realmente queríamos continuar con nuestro proyecto. Nuestro sueño de ver un mundo libre de plástico sigue intacto», narra Bialetska. Por entonces Startup Wise Guys acababa de abrir una oficina en Málaga, a donde estaba invitando a 'startups' ucranianas que habían tenido que salir de su país.
«Hicimos un análisis comparativo de los países de la Unión Europea en función de los criterios que son importantes para nosotros: salarios, impuestos, facilidad para emprender, acceso a materias primas... Y resultó que España estaba en el 'top' de nuestra lista», cuenta la emprendedora ucraniana. Su primera toma de contacto con el ecosistema emprendedor fue Alhambra Venture, concurso de 'startups' que organiza Ideal de Granada, en el que participaron en 2022. «Fue estupendo, allí conocimos a otros emprendedores y también a gente de la Junta de Andalucía que nos habló de la incubadora de empresas de Coín, donde nos ofrecieron una nave de forma gratuita durante tres años para poder empezar a producir. Además, nos han ayudado con todo el papeleo», rememora.
Bialetska destaca que su experiencia en Málaga está siendo «muy positiva» en todos los aspectos hasta ahora. «La gente es muy abierta y proactiva; todo el mundo está dispuesto a compartir sus experiencias y a buscar vías de colaboración. Todavía hablo muy poco español, pero toda la gente se esfuerza por comunicarse conmigo en inglés. Y creo que los estereotipos de los españoles vagos, ya sabes, la siesta y todo eso, son totalmente falsos: ¡es un pueblo muy trabajador!», concluye.
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