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Elena Blanes podía considerarse afortunada. En lo más duro de la Gran Crisis, allá por 2013, trabajaba «de lo suyo»: era ingeniera industrial y, con menos de 30 años, su empresa le puso encima de la mesa un contrato fijo. Su reacción fue inesperada en ... su entorno: rechazó el puesto y anunció que iba a buscarse la vida desarrollando videojuegos por su cuenta, como autónoma. ¿Arrebato de locura? En realidad, aquella decisión venía larvándose desde hacía tiempo: al menos, desde que asistió en Gamepolis a un taller de Unity, la plataforma que ha democratizado el diseño de videojuegos. «Me voló la cabeza: aquello te permitía diseñar un juego desde el salón de tu casa. Yo no era feliz con mi trabajo, así que decidí formarme para poder dedicarme a la que había sido siempre mi pasión», resume. «En los videojuegos tenemos muchas vidas pero en la vida real solo tenemos una y yo quiero aprovecharla a tope», añade.
Aquello pasión venía de muy atrás: a los 9 años, a Elena le regalaron una Mega Drive y se obsesionó. «Desde entonces vivo enamorada de los videojuegos. Ahora está más normalizado pero entonces era la rarita porque esto no era cosa de chicas», confiesa. Sin embargo, a la hora de elegir carrera, lo de los videojuegos ni siquiera se cruzó por su mente. «¡No conocía a nadie que se dedicara a eso! Era un mundo tan lejano que directamente no lo contemplé como opción. Como me gustaban mucho la física y las matemáticas, elegí Industriales», recuerda.
Lo de Blanes fue un triple salto mortal: se lanzó a formarse de manera autodidacta en una profesión de la que no tenía referentes, pero además pasó de ser asalariada a emprendedora. «Es duro. No es fácil dedicarse a esto y no es fácil ser autónoma. Pero soy la prueba andante de que se puede: llevo diez años en esto», afirma.
Blanes es cofundadora, junto a Violeta Sáez, de Stega, un estudio de videojuegos y realidad virtual que combina proyectos propios con colaboraciones con otros estudios 'indies', como el también malagueño Malapata, y también encargos para empresas ajenas al sector, como Airbus o Movistar. El año pasado publicaron Leonardo da Vinci, una «experiencia lúdico-educativa de realidad virtual» que permite ponerse en la piel de un aprendiz de Leonardo da Vinci en su taller. Hasta ocho personas colaboraron en dicho proyecto, desde desarrolladores hasta un historiador. Y ahora están embarcados en otro nuevo videojuego propio del que no pueden dar más detalles por ahora.
Ya desde el principio de su carrera en el mundo de los videojuegos Blanes desarrolló una faceta docente, dando cursos y charlas esporádicas cuando la llamaban de diferentes instituciones. También en Twitch, donde Elena Blanes tiene una amplia audiencia. Hace dos años, este bagaje fructificó en un nuevo proyecto emprendedor: Stega Academy, una academia 'online' que brinda formación «honesta y muy práctica» a quienes, como ella, sueñan con hacer de su pasión su profesión. «Nuestro objetivo es que los alumnos salgan con posibilidades reales de trabajar en el sector. Hay escuelas que les prometen que van a salir haciendo un 'Triple A' [así se llaman en el mundillo los juegos de presupuesto millonario producidos por una gran distribuidore] y eso no es honesto».
Stega Academy afronta el nuevo curso con varios 'bootcamps' totalmente 'online' en ciernes, que empezarán en octubre: la cuarta edición del Bootcamp de Creación de videojuegos con Unity, la primera edición del Bootcamp de Creación de Videojuegos con Godot y un Curso de Matemáticas para videojuegos. Y prepara más novedades: «Estamos llegando a acuerdo con diferentes profesionales para lanzar cursos y cubrir todos los perfiles de la creación de un videojuego», añade Blanes.
La desarrolladora malagueña es, además, una activa y reivindicativa voz dentro del ecosistema local del videojuego. Fue presidenta de Málaga Jam, la asociación que agrupa a los profesionales y estudios y que promueve la celebración de 'game jams' (encuentros maratonianos de 48 horas en los que se lanza el reto de desarrollar un videojuego).
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