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BERNARDO QUINTERO
Sábado, 16 de noviembre 2019, 01:00
Con un uso cada vez más precoz, el teléfono móvil y otros dispositivos con acceso a Internet abren una gran ventana de ocio y comunicación a los más pequeños de la casa. Si bien podemos enumerar una serie de beneficios de las nuevas tecnologías, también debemos tener muy presentes los riesgos que entraña esta ventana abierta a todo tipo de contenidos e interacciones con terceros. ¿Cuál debe ser el papel de los padres? ¿Qué opciones tenemos para monitorizar el uso que hacen los más pequeños de la nuevas tecnologías? ¿Dónde termina la supervisión y comienza el espionaje? ¿Hasta dónde debemos llegar?
El 64% de niños de 10 a 15 años tiene teléfono móvil en Andalucía, y el porcentaje aumenta al 91% si nos referimos al uso de Internet a través de cualquier dispositivo, según la 'Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares 2019' elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Al margen del debate sobre cuál es la edad idónea a la que acceder a un móvil, que dependerá en gran medida de la madurez del menor y las circunstancias de la familia, sí hay cierto consenso en que los padres debemos educar y velar por un uso responsable del mismo.
Los niños suelen comenzar a familiarizarse con los móviles de los padres a edades muy tempranas, viendo vídeos, jugando e incluso manejando las aplicaciones de mensajería. La mal llamada generación de los nativos digitales comienza así una relación con las nuevas tecnologías que no deja de aumentar según pasan los años, convirtiéndose en consumidores digitales con un ansia creciente por tener su propio dispositivo. Por parte de los padres la compra del primer teléfono móvil suele venir motivada por poder localizar de forma más fácil a sus hijos; no es de extrañar que muchos se animen a hacerlo coincidiendo con la primera excursión del colegio donde los niños pernoctan fuera. Para estar más tranquilos. Eso creían.
Y de esta forma, con la mejor de nuestras intenciones, más pronto que tarde los padres somos conscientes de que hemos abierto una nueva caja de Pandora. Aunque son muchas y variadas las amenazas que pueden llegar a través de los móviles, el ‘top’ de nuestras nuevas preocupaciones se nos presenta con neologismos:
‘Cyberbullying’ o ciberacoso, es la agresión que se produce a través de los dispositivos digitales. Los abusones de toda la vida aprovechando los nuevos canales de comunicación que brinda Internet para agredir y causar angustia emocional a nuestros menores.
‘Gossip’ es una forma de ciberacoso grupal que aprovecha las redes sociales para difundir rumores o chismes que vejan a los menores de forma pública. En muchas ocasiones nuestros hijos pueden participar de forma inconsciente de este tipo de acoso al reenviar y difundir estos contenidos.
‘Grooming’ es el término que describe las técnicas usada por los pederastas para ganarse la confianza de los menores a través de Internet con el fin último de abusar de ellos.
‘Sexting’ se refiere al envío de fotos y videos de carácter sexual. En muchas ocasiones los menores son alentados a compartir imágenes íntimas sin ser conscientes de que una vez enviadas pierden totalmente el control sobre ellas. Este tipo de prácticas suele ser el origen de una ‘sextorsion’ o chantaje que amenaza con su difusión, pudiendo acabar en casos muy graves de ‘cyberbullying’ y ‘gossip’.
Existen muchas aplicaciones de control parental que, instaladas en nuestro ordenador o móvil, permiten moderar y supervisar de forma remota las actividades que los menores realizan con su teléfono. De forma genérica podemos enumerar las siguientes funciones:
Filtros de contenido: permiten limitar el acceso a contenido inapropiado según edad.
Control de uso: ofrece la posibilidad de limitar qué aplicaciones pueden ser usadas en el móvil y el horario de uso.
Localización: utiliza el móvil como una baliza GPS de manera que podemos ver en un mapa dónde se encuentra el móvil en todo momento y seguir sus pasos.
Monitorización: puede llevar un registro de la actividad en el teléfono, desde la agenda de contactos, pasando por el registro de llamadas, mensajes o las páginas web visitadas.
En el caso de la función de localización no es necesario instalar aplicaciones adicionales, basta con configurar la función compartir ubicación de Google Maps del teléfono del niño. De esta forma en nuestro Google Maps tendremos las funciones habituales y además nos mostrará en tiempo real en qué localización se encuentra nuestro hijo (con su teléfono). Esta funcionalidad también suele ser utilizada en familias de forma conjunta, de manera que todos pueden ver la localización del resto.
Si además de localización queremos también aplicar filtros de contenidos, control de uso y monitorización, entonces podemos decantarnos por aplicaciones gratuitas de control parental como Family Link de Google o la malagueña SecureKids.
Al margen de las herramientas tecnológicas y del nivel de intrusión en la privacidad del niño que los padres estimen oportuno en su caso particular, debemos tener muy en cuenta que la confianza es la base crucial de cualquier relación.
Un control demasiado estricto, basado en restricciones o que invada la privacidad del menor, puede desencadenar un efecto contraproducente en los niños, limitando su capacidad de aprendizaje, autogestión e incluso provocando la rebelión. Muy recomendable el capítulo 'Arkangel' de ‘Black mirror’ (Netflix), dirigido por Jodie Foster, para hacernos reflexionar sobre la sobreprotección.
Ninguna aplicación de control parental puede sustituir a la educación y la comunicación abierta como las herramientas más eficaces para inculcar un uso responsable y seguro de las nuevas tecnologías.
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