![Zoilo Montero, decano de los comerciantes malagueños](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2023/08/16/zoilo1-kpaF-U2001019440258iRG-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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Zoilo Montero Álvarez (1935) es el más veterano de los comerciantes malagueños. Establecido en la calle Granada desde 1950, ha visto durante tres cuartos de siglo pasar la historia desde el mostrador de su tienda de ultramarinos. Es, pues, historia viva de Málaga. Y sigue al pie del cañón, atendiendo siempre con una sonrisa y una amabilidad –que parecen de otra época– a todo el que entra en su tienda.
Nació hace ochenta y ocho años en Herrera, provincia de Sevilla. Su padre y su abuelo eran taladores, pues se dedicaban a podar olivos y a prevenir incendios con sus talas. Zoilo no siguió el oficio de sus ancestros y decidió venirse a Málaga para iniciarse en las artes comerciales. Recuerda que tendría unos trece años. Su tío materno Antonio Álvarez estaba establecido en Pedregalejo en una tienda de comestibles. Zoilo se encargaba del reparto a domicilio en una bicicleta con transportín, con la que abastecía a los colegios de San Estanislao o la Asunción, subiendo y bajando esas terribles cuestas del barrio. Su tío amplió el negocio con una confitería e incluso vendían helados industriales al corte, antes de que llegara Lauri. Comerciante emprendedor, era uno de los socios del Pedregalejo Cinema, cine de verano que seguro que algunos recuerdan con nostalgia.
A principios del siglo XX ocupaba el local de la tienda de la calle Granada un taller mecánico a cargo de Luis de Puga y Martínez, en el que se arreglaban y componían relojes, máquinas de coser y de escribir o cajas de música. En la publicidad de este establecimiento se señalaba precisamente que estaba «frente a Santiago», eslogan que sigue todavía apareciendo en las bolsas de Zoilo. Desde al menos 1916 existió en ese local una tienda de comestibles a nombre de Ana Guerrero de las Peñas y Antonio Florido, naturales de Casarabonela. Los Guerrero siguen siendo los dueños del edificio. Hacia 1950 traspasaron el local a Isidoro Álvarez y Zoilo se fue a trabajar con su otro tío a la calle Granada.
Al poco de terminar el servicio militar, estaba un día despachando y cortando los cupones de las cartillas de racionamiento. Entró en la tienda un vendedor de aceites (entonces se servían según la necesidad del cliente: «deme un octavo de aceite bien despachaíto») y le propuso a Isidoro traspasar la tienda. Fue entonces cuando Zoilo aprovechó la oportunidad y se hizo con el negocio. Corría el año 1956. En estos primeros años conoció a la que sería su mujer, Mari Carmen Rodríguez, porque trabajaba en una huevería dos puertas más arriba. En este negocio se vendían huevos de todo tipo, que se clasificaban previamente en un almacén de la calle Madre de Dios: huevos de pavo, de primera categoría e incluso huevos rotos ya que entonces, tiempos de escasez, nada se desaprovechaba.
Este tramo de la calle Granada, en los años centrales del siglo pasado, destacaba por su gran animación y actividad comercial. Junto a Zoilo había una lechería. En los bajos del actual hotel Palacio Solecio abrían otra tienda de comestibles y una taberna –Santa Hipólita–. En el ensanche de la calle se ponían vendedores ambulantes de pescado. Más abajo destacaban dos carnicerías, una panadería y una frutería. Todo esto lo recuerda nuestro protagonista como si lo estuviera viendo. En la acera de enfrente hubo un colegio, junto a la iglesia, una freiduría y, haciendo esquina con la plaza, el bar Guerrero, de los mismos propietarios del local de la tienda.
Ultramarinos Zoilo es uno de los tres supervivientes en este ramo de establecimientos que quedan en el Centro de Málaga, junto a La Mallorquina, en la plaza de Félix Sáenz, y Juan de Dios Barba, en la calle Martínez. Antes de que cambiara el sistema de venta y de distribución alimentaria, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, y de que abrieran las grandes cadenas de supermercados, Málaga estaba llena de tiendas de comestibles que vendían productos de una calidad extraordinaria, que hoy denominamos gourmet o delicatessen. Seguro que muchos lectores recuerdan a Cosmópolis, Los Alpes, La Genovesa, Casa Cano o la fabulosa charcutería del Central, por citar solo a las más afamadas. Hoy Zoilo es todo un atractivo turístico y muchos de sus clientes siguen buscando artículos típicamente malagueños: salchichón, quesos y morcillas rondeñas, conservas, vinos de Málaga y otros productos artesanos que se llevan vendiendo toda la vida. Es decir, los sabores de siempre. Por allí han pasado Emilio Aragón, Matías Prats, Maribel Verdú, Jaime de Mora y Aragón, Antonio Banderas y hasta el futbolista Ronaldo.
Quizá uno de los personajes que más huella dejó fue Pepe Negrete, librero culto y heterodoxo. Estaba casado con una hija del sacristán de Santiago y vivía en la segunda planta del edificio. En el portal abrió su mítica librería, punto de encuentro de los letraheridos malagueños que buscaban libros diferentes y un poco de charla. Todavía hoy entran en la tienda de ultramarinos personas preguntando por Negrete.
Otra figura célebre fue el párroco Hipólito Lucena, de quien ya hablamos en otro lugar. Su polémica personalidad ha sido retratada magistralmente por Antonio Soler en su novela 'Sacramento' y su rijoso comportamiento mereció un reportaje el pasado invierno en el programa Cuarto Milenio. Zoilo Montero solo tiene buenas palabras para don Hipólito, a quien conoció y trató, aunque reconoce que «luego se ha hablado mal de él». La parroquia tuvo durante aquellos años un gran dinamismo. El párroco ayudaba mucho a los pobres, sobre todo los que vivían en la plaza de Santa María, núcleo de infraviviendas que había subiendo a Gibralfaro.
Zoilo ha visto pasar el tranvía por la puerta de su tienda y cambiar tres o cuatro veces el pavimento de la calle. Incluso ha presenciado, cuando había inundaciones, cómo el agua se llevaba calle Granada abajo los melones del puesto que se instalaba delante del cine Astoria.
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