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VÍCTOR HEREDIA
MÁLAGA
Sábado, 24 de julio 2021, 00:18
Uno de los libros fundamentales en la creación de la imagen romántica de Andalucía es el que publicó el neoyorquino Washington Irving en 1832: 'Cuentos ... de la Alhambra'. En esta obra, Irving recoge una colección de leyendas vinculadas a la fortaleza palaciega de los nazaríes, combinándolas con el relato del viaje previo y de su experiencia como habitante en la propia Alhambra durante tres meses.
Washington Irving (1783-1859) ya era por entonces un escritor de cierto prestigio y había publicado 'Una historia de Nueva York' y 'El libro de escenas de Geoffrey Crayon', en el que se incluía la célebre leyenda del jinete sin cabeza. Asentado en Europa desde 1815, había pasado ya por Inglaterra, Alemania y Francia antes de llegar a Madrid en 1826 como agregado de la embajada estadounidense. Entonces se dedicó a preparar un libro sobre los viajes de Cristóbal Colón y viajó por Andalucía hasta instalarse en Sevilla.
En los primeros días del mes de mayo de 1829 partió de la capital hispalense con destino a Granada. Iba acompañado de un diplomático ruso, Dimitri Dolgoruki, y de un criado vasco al que bautizó como Sancho en recuerdo del escudero del Quijote. El itinerario de aquel viaje forma el primer capítulo de los 'Cuentos de la Alhambra', que en su primera edición es bastante escueto a la hora de comentar su paso por varias poblaciones de la provincia de Málaga.
En una de las paradas del camino se encontraron con un anciano pastor que regresaba a Archidona y al que ofrecieron comida y un vaso de «excelente vino de Málaga», restos de las viandas de las que habían hecho acopio la tarde anterior en una «rica posada de Antequera». El pastor les contó una historia sobre un tesoro escondido debajo del castillo archidonés, narración que hizo pensar a Irving que nada era más brillante «que la imaginación de un pobre» y que en España las historias de tesoros escondidos eran muy corrientes entre la gente necesitada.
Washington Irving escribió que a su regreso a la posada encontró a su criado conversando con el posadero. Éste les contó que antiguamente hubo una fuente en una plaza antequerana decorada con una cabeza de toro labrada en piedra, de cuya boca manaba el agua. Debajo de la cabeza existía una inscripción que decía: «En frente del toro se halla el tesoro». Esta frase hizo que muchos excavaran delante de la fuente sin encontrar rastro de dinero o joyas. Hasta que alguien que se consideraba más inteligente decidió cambiar de estrategia y una noche, con un mazo, destrozó la cabeza. El criado de Irving se quedó chasqueado cuando el posadero confirmó que tampoco halló nada y que de esa manera destruyó la fuente. El relato de la Fuente del Toro solo aparece recogido en el texto de Irving y es muy similar a una leyenda de la provincia de Jaén. Aun así, en este caso la leyenda se convirtió en realidad, ya que en la calle Rastro, muy cerca de la Puerta de los Gigantes, existe la Fuente del Toro, labrada por Antonio García Herrero a principios de los años noventa.
En 1851 apareció una reedición del libro revisada por el propio Irving, en la que ampliaba con nuevas noticias el apartado dedicado al trayecto entre Sevilla y Granada para llegar a la Alhambra. Comenta, por ejemplo, que pasaron cerca de Fuente de Piedra y de su laguna salada y da varias referencias de su estancia en Antequera.
Irving y sus compañeros llegaron a la ciudad al anochecer del 3 de mayo. Le pareció una población netamente española, gracias a que estaba alejada de los caminos frecuentados por los extranjeros y mantenía sus costumbres inalteradas. El grupo atravesó la calle Estepa y se dirigió a la Posada de San Fernando, ubicada en la Cuesta de Barbacanas, enfrente del Pósito (que en la actualidad es sede del Archivo Histórico Municipal). El norteamericano se quedó sorprendido de la calidad y buen estado de las habitaciones y del amplio surtido de alimentos que se ofrecían en la mesa.
Al amanecer del día siguiente, Irving subió a las ruinas de la Alcazaba antequerana y disfrutó «de un extraordinario y variado paisaje, hermoso por sí mismo y repleto de románticos recuerdos históricos; porque me encontraba en el mismo corazón de un país famoso por los caballerescos enfrentamientos entre moros y cristianos». Esta agradable vista le hizo rememorar la salida de los nobles castellanos que sucumbieron en la matanza de los Montes de Málaga durante la Guerra de Granada y, por supuesto, la famosa leyenda de los amantes de la Peña de los Enamorados.
Descendió a la ciudad y recorrió el mercado, en el que se mostraba la abundante producción de la fértil Vega. La estancia en Antequera apenas se prolongó unas horas. A las ocho de la mañana los miembros del grupo ya estaban montados en sus cabalgaduras en dirección hacia Archidona.
El trayecto que siguió Washington Irving en aquella lejana primavera de 1829 –que en gran parte se mantiene en la actual autovía A-92– ha inspirado la ruta que lleva su nombre, incluida en la oferta cultural diseñada por la Fundación Legado Andalusí y declarada Itinerario Cultural del Consejo de Europa. Esta ruta atraviesa el norte de la provincia de Málaga y en su trazado incluye paradas en Fuente de Piedra, Mollina, Humilladero, Antequera y Archidona.
El historiador Antonio Parejo realizó un ejercicio de ficción histórica y prolongó la estancia de Irving algunos días más, novelando las peripecias del estadounidense en una Antequera alejada de las vías más usadas por los viajeros románticos –como bien apreció el propio escritor– pero que muy pronto iba a convertirse, gracias a sus fábricas textiles, en uno de los más importantes focos industriales de Andalucía.
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