Imagen del vuelo accidentado y recreación del accidente realizada para un documental de National Geographic
Milagroso aterrizaje del vuelo 5390 de British Airways rumbo a Málaga, con el piloto en el techo del avión
Junio de 1990 ·
Uno de los incidentes aéreos más llamativos de la historia: el capitán Tim Lancaster fue arrancado de su asiento y succionado por la ventana a más de 5.000 metros de altura al desprenderse un parabrisas. Sobrevivió gracias a la actuación de sus asistentes de vuelo y a una buena dosis de fortuna
Apenas pasaban las 7.00 de la mañana, pero el madrugón en pleno mes de junio merecía la pena para disfrutar del inicio del verano en plena Costa del Sol. Málaga era el destino del vuelo de la compañía British Airways que partió desde Birmingham un 10 de junio de 1990. Pero aquel avión nunca llegó a aterrizar en el aeródromo malagueño, porque fue el protagonista de uno de los incidentes más recordados e inverosímiles de la historia de la aviación.
El vuelo, capitaneado por Tim Lancaster y con Alastair Atchison de copiloto, despegó con normalidad y las azafatas procedían a preparar el desayuno para los 81 pasajeros que iban a bordo y los pilotos aflojaron sus cinturones. Apenas llevaban 20 minutos en el aire cuando de repente, se escuchó un golpe muy fuerte y se produjo una descompresión explosiva en el aparato: se había roto un cristal del parabrisas izquierdo de la cabina.
Como en una película de acción, el capitán Lancaster fue succionado con virulencia y se quedó parcialmente fuera del avión. La descripción del accidente en la web especializada aviation-safety.net, que recrea sucesos aéreos a partir de informes oficiales, lo relata así: «A las 07:33 horas, mientras el personal de cabina se preparaba para servir comida y bebidas y mientras la aeronave ascendía a una altitud de presión de aproximadamente 17.300 pies, hubo un fuerte estruendo y el fuselaje se llenó de niebla de condensación. Inmediatamente fue evidente para la tripulación de cabina que se había producido una descompresión explosiva». La rapidez de actuación de un asistente de vuelo que estaba en la cabina, Nigel Ogden, le salvó la vida. Le agarró fuertemente por la cintura, mientras el piloto quedaba literalmente recostado sobre el techo del avión. Sus rodillas se quedaron enganchadas en la consola de mandos del aparato. El copiloto Atchinson tomó los mandos del aparato, mientras que la puerta de la cabina se abrió de par en par y el caos reinaba entre los pasajeros.
Los asistentes trataron de volver a meter al piloto en la cabina, que había perdido el conocimiento, pero fue imposible. Lo hicieron incluso atándose con los cinturones de seguridad para hacer más fuerza, pero no lo lograron. Tuvieron que darse el relevo entre los miembros de la tripulación, porque sufrieron quemaduras por congelación y magulladuras en los brazos. Ni siquiera sabían si el piloto al que aguantaban por las piernas había fallecido o no, ya que estaba inconsciente y con heridas de sangre en parte de su cuerpo. «Todavía sostenía a Tim, pero mis brazos se debilitaban y luego se resbaló. Pensé que lo iba a perder, pero terminó doblado en forma de 'u' alrededor de las ventanas.», relató en su día el asistente Nigel Ogden.
Mientras, el copiloto solicitó permiso para un aterrizaje de emergencia. El vuelo se dirigió de manera urgente a Southampton, que era el aeropuerto más cercano, para tratar de poner a salvo a los pasajeros en una situación muy delicada que lideró el copiloto. Con enormes problemas técnicos y de visibilidad, el avión consiguió tomar tierra a las 7:55 horas. No hubo ni un pasajero herido, pese a los episodios de pánico que se vivieron. Y de manera milagrosa, los bomberos bajaron al piloto de la parte exterior del avión y fue trasladado al Hospital General de Southampton con fracturas óseas en el brazo y la muñeca derecho, una fractura del pulgar izquierdo, hematomas, congelación y conmoción. En el resto de la tripulación tampoco hubo heridas de importancia, salvo los cortes y magulladuras. Esas tres horas de viaje que separaban los 1.755 kilómetros entre Birmingham y Málaga se habían convertido en 30 minutos de auténtica pesadilla. «Debe de haber una posibilidad entre un millón», llegó a decir el portavoz de la aviación británica, sobre la posibilidad de que el piloto sobreviviera a aquel accidente. El propio piloto Tim Lancaster relató después a los medios desde la cama del hospital su experiencia, como recoge El País: «Me acuerdo que hubo un bang y que desapareció la ventanilla. Inmediatamente fui absorbido. Mi primer pensamiento fue que tenía que intentar seguir respirando.No sentí ningún dolor mientras todo estaba sucediendo, pero recuerdo el golpe del viento»
Investigación
La investigación posterior al incidente, que dio la vuelta al mundo, reveló que el fallo estuvo en la sustitución del parabrisas que se abrió, ya que se colocaron unos tornillos que no eran exactamente los especificados por el fabricante, lo que hizo que la ventanilla saltara en pleno vuelo. Por suerte, hubo final feliz y los miembros de la tripulación que impidieron la muerte del piloto y una catástrofe mayor fueron reconocidos por la Reina de Inglaterra.
El accidente ha sido comentado y recreado en diversos foros como uno de los más sorprendentes de la aviación. El incidente fue recreado para un documental llamado «Air Crash Investigation-Blow Out», que se emitió en National Geographic Channel en 2005. Además, es el protagonista de un capítulo de la serie 'Mayday: Catástrofes aéreas' (serie documental canadiense) titulado 'Explosión en la cabina'. A los pasajeros que lo vivieron en primera persona será difícil que se les olvida. Lo que se desconoce es si volvieron a ser capaces de subir a un avión para pasar sus vacaciones en Málaga.
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