Vacaciones reales en Málaga
A la sombra de la historia ·
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A la sombra de la historia ·
Con la inauguración del Hotel Príncipe de Asturias Málaga se convirtió en una de las sedes de descanso de la familia realvíctor heredia
Domingo, 28 de julio 2019, 00:12
Desde mediados del siglo XIX la familia real española adoptó como lugar para veranear la costa cantábrica, buscando los suaves y frescos estíos del norte peninsular. San Sebastián y otras localidades guipuzcoanas primero y Santander más tarde recibieron a Isabel II, Amadeo de Saboya, la reina regente María Cristina y Alfonso XIII durante sus descansos estivales.
Si el Cantábrico se antojaba como más atractivo para que las personas de sangre azul mitigaran los calores veraniegos, el Mediterráneo ofrecía la ventaja de unos inviernos más soportables y agradables. La incipiente propaganda turística destacaba la potencialidad de Málaga como estación invernal, y así fue durante unos años para los miembros de la familia real, una vez que la ciudad contaba con una residencia a la altura de tan regias personalidades.
En 1920 se constituyó en Madrid la Sociedad Anónima Hotel Príncipe de Asturias, presidida por el marqués de Torrelaguna. El rey Alfonso XIII suscribió 20 de las 7.000 acciones iniciales, un porcentaje pequeño pero que mostraba el interés de la familia real en el proyecto. Los reyes asistieron a la colocación de la primera piedra del establecimiento hotelero en mayo de 1921 y asimismo estuvieron en su inauguración en febrero de 1926. Las características arquitectónicas y la trayectoria del que luego sería conocido como Hotel Miramar han sido magníficamente trazadas por la profesora Josefa Carmona, gran conocedora de la obra de Fernando Guerrero Strachan, quien aplicó en esta obra un amplio programa iconográfico que exaltaba las raíces históricas de la monarquía española.
Con motivo de aquella visita inaugural los monarcas estrenaron el Pabellón Real o de Honor, que ocupaba la esquina sureste de las plantas baja y principal, comunicadas entre sí por un ascensor privado y con línea telefónica directa con el Palacio Real de Madrid. Gracias al Príncipe de Asturias, Málaga se unió al reducido grupo de ciudades que podían presumir de tener residencia real. Poco después de la inauguración del hotel, el 21 de marzo de 1926, se hospedaba en el citado pabellón la reina madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena. En los cuatro días que pasó en Málaga desarrolló un intenso programa de actos sociales, religiosos y benéficos, además de efectuar varias salidas en automóvil por los alrededores de la ciudad.
Pero el desembarco de personalidades regias alcanzó sus momentos más importantes en los dos inviernos siguientes. El 21 de febrero de 1927 se produjo la llegada de la princesa Beatriz, madre de la reina Victoria Eugenia, desde Gibraltar. Cuatro días después arribaban al hotel su hija con el príncipe de Asturias y las infantas Beatriz y Cristina, que dedicaron las siguientes dos semanas a cubrir un denso programa de actividades oficiales y privadas, predominando las de ocio. La reina tenía así la oportunidad de hacer compañía a su madre, que también recibió los honores de una escuadra inglesa fondeada en el puerto. Realizaron excursiones a Nerja, Pizarra, las fincas La Concepción, El Retiro y La Cónsula y el barrio de la Trinidad como «sitio pintoresco», además de hacer varias salidas a pasear e ir de compras por la ciudad. Beatriz de Battenberg finalizó su estancia con otra excursión a Antequera el 31 de marzo.
La anciana princesa británica regresó al Hotel Príncipe de Asturias el 21 de enero de 1928. A lo largo de su prolongada estancia, que duró tres meses, fue visitada en dos ocasiones por el príncipe Jorge de Inglaterra, uno de los miembros más controvertidos de la familia real británica de la época, que prestaba servicio en la escuadra del Mediterráneo. Por fin, el 24 de febrero llegaron la reina Victoria Eugenia y los infantes Jaime, Beatriz y Cristina. Hasta el 10 de marzo asistieron a actos deportivos, como un campeonato internacional de tenis y un par de partidos de fútbol que se celebraron en los Baños del Carmen, visitaron de nuevo El Retiro y La Cónsula y acudieron a una misa celebrada en la capilla del Cristo de la Buena Muerte, entre otras muchas actividades. La madre de la reina extendió sus días malagueños hasta el 22 de abril, cuando fue despedida por su yerno, el rey Alfonso XIII, que había llegado desde Cádiz a bordo del 'Juan Sebastián Elcano' en su viaje inaugural.
Las personas reales ya no volvieron a Málaga, con la excepción de dos breves visitas del infante Jaime de Borbón en diciembre de 1929 y julio de 1930. En esta última inauguró la Escuela Jardín de Martiricos, pero en aquella ocasión prefirió alojarse en el Hotel Caleta Palace. Nunca había estado la ciudad tan cerca de la monarquía como en aquel trienio, justo cuando la Segunda República estaba llamando a la puerta.
La princesa Beatriz era la menor de los nueve hijos de la reina Victoria y del príncipe Alberto. Se casó con otro príncipe, el alemán Enrique de Battenberg, aunque permaneció siempre junto a su madre como su secretaria privada. El matrimonio tuvo cuatro hijos, siendo la única chica, Victoria Eugenia –familiarmente llamada Ena- la futura esposa del rey Alfonso XIII de España. Beatriz, afectada por una enfermedad reumática y retirada de la vida pública, dedicó su tiempo a la edición de los diarios de su madre. Durante los años 1927 y 1928 realizó largas estancias invernales en Málaga, de más de un mes y de tres meses, respectivamente. Su presencia propició que recibiera las visitas de su hija, sus nietos y otros miembros de la realeza. La princesa trató con el grupo de malagueños que quería promover un campo de golf e impulsó las gestiones para que el proyecto se hiciera realidad. La reina Victoria Eugenia sugirió el asesoramiento del especialista inglés Harry Colt. Beatriz falleció en 1944 a los 87 años.
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