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FErnando alonso
Viernes, 6 de agosto 2021, 00:17
Es de todos conocida la figura de Manuel Altolaguirre Bolín (1905-1959), el benjamín de la Generación del 27. Pero a su padre pocos lo ... recuerdan. Se llamaba Manuel Altolaguirre Álvarez (1864-1910), había nacido en Toledo y era juez de primera instancia. Trasladado a Málaga en 1887, se casó en segundas nupcias con Concepción Bolín Gómez de Cádiz y tuvo cinco hijos: Luis, Manuel, Concha, Carlos y María Emilia.
Sin embargo, Manuel Altolaguirre Álvarez fue conocido en Málaga no por su labor como juez, sino por su faceta de periodista y de autor de comedias, algunas muy populares como '¡Valientes maridos!'. En 'La Unión Mercantil' publicó multitud de crónicas bajo el seudónimo de Tartarín. Era famoso por su gracia: todos reían sus ocurrencias. Por ejemplo, fue quien bautizó con el nombre de 'el sonajero' a la gran farola que se instaló en el centro de la Plaza de la Constitución. Humorista cáustico, lo llamó Francisco Bejarano.
Tengo delante un texto que vio la luz en 'La Unión Mercantil' el día de Nochebuena de 1888 y que reeditaron Ángel Caffarena y los editores de Dardo (antes Imprenta Sur) en 1966. Se titula 'La confesión por teléfono' y trata de una divertida conversación telefónica (cuando aún el teléfono estaba dando sus primeros vagidos en Málaga) entre el padre Daniel y una humilde pecadora que le confiesa una infidelidad amorosa. Destaca su tono anticlerical. Es fama que el periodista Altolaguirre fue excomulgado por el obispo.
Su hijo Manolito tenía solo cinco años cuando su padre falleció. Lo recordaba viéndolo alejarse por la calle, desde el cierre de su casa. Cuando le preguntaban al poeta cómo era su padre respondía:
«Era un valiente», me dijo don Modesto, un señor con quien mi padre tuvo un duelo. «Era muy guapo», me dijo don José Ortega y Gasset. «Era un impío», me dijeron en el colegio de los jesuitas.
Manuel Altolaguirre Álvarez falleció el 3 de septiembre de 1910 a la temprana edad de cuarenta y seis años. Las causas de su muerte no están claras. En la familia siempre se ha contado que el juez murió de las lesiones producidas al volcar el carruaje en el que viajaba. Según su partida de defunción falleció de arteriosclerosis. La prensa de la época no nos aclara nada sobre este punto. Su viuda se trasladó de la casa de la calle Strachan a otra de la calle Salvago. Tan popular fue el periodista que el Ayuntamiento acordó el 20 de diciembre de 1910 cambiar el nombre de la calle en la que vivía la viuda, que se llamó Manuel Altolaguirre hasta 1939.
No sabemos si Manolo Altolaguirre pensaba en la muerte de su padre cuando conducía su coche aquella fatídica noche del 23 de julio de 1959. Volvía del Festival de Cine de San Sebastián de presentar su película 'El cantar de los cantares', que él mismo había dirigido. La presentación fue un éxito ante un público abarrotado de religiosos. Entre ellos el obispo de la diócesis, que esta vez sí que aplaudió la película. Según Diario SUR, Altolaguirre se dirigía a Málaga a pasar sus vacaciones de verano. A las diez y media de la noche, cerca de Cubo de la Bureba, provincia de Burgos, María del Pilar Sáinz, hija del médico del pueblo, vio lo siguiente: «Paseaba con una amiga por las afueras del pueblo cuando oímos un frenazo y vimos un coche que volaba fuera de la carretera, yendo a parar a una tierra de trigo. El golpe fue enorme, las luces quedaron encendidas y por un momento temimos que se incendiara. Estábamos asustadísimas y no nos atrevimos a acercarnos al coche. Nos pusimos en medio de la carretera para parar al primero que pasase. Llegó un camión e inmeditamente un coche. Con sus faros iluminaron el lugar donde estaba el coche accidentado y todos entramos en el trigal para auxiliar a los heridos.
Altolaguirre viajaba con su segunda mujer, María Luisa Gómez Mena, que falleció en el consultorio del pueblo. El poeta, completamente consciente, fue trasladado a la clínica San Juan de Dios de Burgos. Hasta allí viajaron sus hermanos. Aunque en un principio los médicos no temían por su vida, Manuel Altolaguirre falleció tres días más tarde. Fue enterrado junto a su esposa en el cementerio de San Justo de Madrid. Al entierro solo asistieron los familiares y apenas dos poetas de su generación: Dámaso Alonso y Gerardo Diego. Su hija Paloma, exiliada en Méjico, no pudo venir por problemas con su pasaporte. Ese mismo año, la revista 'Caracola' rindió un sentido y afectuoso homenaje a Manuel Altolaguirre.
Si trágicas fueron las muertes de los Altolaguirre, más aún lo fue la de su primera novia, Gracita Canivell, a quien el poeta quiso mucho. Era sobrina del inventor del Ceregumil y vivió su infancia y su juventud en la abundancia, rodeada de regalos. En cada reunión estrenaba un traje: «Nunca conocí a nadie con un aspecto de felicidad exterior como la suya». Gracita se acabaría casando con un oficial de marina. Así relata la tragedia el propio Altolaguirre: «Era la Navidad de 1936 y su padre la llevó a Cádiz en su automóvil. Su marido estaba de guardia sobre el puente del barco. Un Cadillac oscuro, que iba a tener el oficio de ataúd, avanzaba hacia el muelle. El padre de mi primera novia, distraído, mirando a su yerno, que saludaba desde la cubierta, no frenó a tiempo el automóvil y se hundió en el mar a una profundidad de cincuenta metros. Gracita y su padre murieron en el fondo del mar».
El poeta, que había recibido la noticia por carta, no pudo dormir impresionado en toda la noche.
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