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Miércoles, 28 de agosto 2024, 00:06
La polémica de la Torre del Puerto o el impacto de las treinta plantas de los rascacielos de Martiricos no son nuevos. La ciudad ya vivió ese debate cuando se creó la urbanización Playamar, con sus 21 edificios de 15 plantas cada uno, que fueron proyectados por el arquitecto Antonio Lamela en los 60. Cuando el proyecto cogió altura sobre las playas de Torremolinos, el vértigo se desató en una Costa del Sol acostumbrada a las casas mata y los edificios de pocas plantas. Hasta se pidió su demolición por su indudable huella visual, como muestra esta foto de Eugenio Griñán tomada desde la playa del Bajondillo. Una imagen que ilustra el doble alma de Torremolinos en aquella época, cuando se debatía entre su despertar al turismo de masas con chiringuitos todavía de caña y esas barcas de pescadores en primera línea que nos hablan de una localidad marinera que se resistía a soltar las redes por los baños de sol.
Pese a las reticencias, las torres de Playamar también tuvieron sus indudables defensores al recibir la Placa de Oro al Mérito Turístico de 1969. De hecho, este conjunto urbanístico se considera hoy día como un referente de la arquitectura del relax que lideró la Costa del Sol en la segunda mitad del siglo pasado. Con amplias zonas ajardinadas, avenidas, áreas de ocio y baño, y las espectaculares vistas desde sus amplias terrazas, que crearon tendencia y una forma diferente y popular de vivir Torremolinos.
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