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maría teresa lezcano
Domingo, 20 de septiembre 2020, 01:10
Tal día como hoy nacía Arturo Tudor, cuyo nombre le sería impuesto en homenaje al mítico rey de Camelot de quien su padre se pretendía ... descendiente, y moría Jacob Grimm, que junto con su hermano Wilhem popularizó por escrito relatos orales como 'Blancanieves' o 'La Cenicienta'.
Leicestershire, veinte de septiembre de 1486. Nace el primogénito de Enrique VII de Inglaterra e Isabel de York, a quien imponen el nombre de Arturo en homenaje al legendario soberano de quien se pretenden herederos, reubicando Camelot en el Winchester de Hampshire, será por mitos. Enrique VII, en su deseo de forjar una alianza anglo-española contra Francia, eligió a la menor de las hijas de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón para desposarla con su Arturo, y ambos quinceañeros fueron matrimonialmente bendecidos por el obispo de Londres.
Instalados los recién casados en el galés castillo de Ludlow, Arturo, pese a haberse convertido en yerno de los Reyes Católicos, empezó a sentirse más bien protestante en cuanto a salud se refería y comenzó a debilitarse hasta que, cuatro meses después del enlace estiró la real pata, con un diagnóstico que desacordó intensamente a los diversos médicos consultados: ora lo finó la peste; ora lo embaciló la consunción, metáfora británica de la tuberculosis; ora lo embronquió la gripe; ora lo licuó el misterioso sudor inglés, que ningún galeno sabía en que consistía exceptuando que te ponías a sudar hasta que convertías en puro charco y adiós muy buenas.
Muerto Arturo y oportunamente certificado por la autoridad competente, que nadie sabe quien fue pero a los hechos nos remitimos, que su matrimonio con Catalina no había sido consumado, volvieron a casar a la viuda, esta vez con el hermano de Arturo, que acabaría convertido en Enrique VIII. Enrique y Catalina, pese a comer una barbaridad de perdices, nunca fueron felices ya que los hijos se les iban muriendo como si de una maldición se tratara y Enrique, que tras haber trasnochado con todas las damas de la corte en edad de trasnochar, andaba encaprichado de Ana Bolena, consiguió, alegando que después de todo sí que había habido consumación entre su hermano y su esposa y por lo tanto apelando al incesto, anular su matrimonio con Catalina para redesposarse con Ana Bolena, quien habría de perder la cabeza, no eufemística sino decapitadamente, por Enrique. Pero esta es otra historia.
Trescientos setenta y siete años después del nacimiento británico de Arturo Tudor, moría en Berlín Jacob Ludwig Karl Grimm, quien junto con su hermano Wilhem popularizó por escrito relatos orales tradicionales como 'La Cenicienta', 'Blancanieves', 'La Bella Durmiente' o 'Hansel y Gretel'. Considerado como el fundador de la gramática histórica, Jacob fue expulsado de su labor docente en la Universidad de Gotinga como consecuencia de una ideas demasiado liberales para el gusto de la época, y tanta rabia le dio la invitación forzosa a dejar la enseñanza que se dijo, a que voy y elaboro un diccionario de más de treinta y dos volúmenes para que la germanística se acuerde de mí, y acordarse se acordó ya que Grimm se encuentra entre los fundadores de la filología alemana. Se puso entonces Jacob manos a la obra lexicográfica, al tiempo que iba rescatando del folclore cuentos cuya extrema dureza ponía los pelos como escarpias a los lectores.
Los hermanos Grimm defendieron los infaustos destinos de sus personajes originales alegando que no se trataba de relatos para niños, aunque se vieron obligados a suavizar los destinos de sus personajes y las circunstancias que los rodeaban, convirtiendo por ejemplo en madrastra a la original madre biológica de Hansel y Gretel, cambiando el final de Juan Sin Miedo o Pulgarcito. o reajustando los detalles de la madrastra de Blancanieves, que en su forma original era condenada a bailar con unas zapatillas de hierro candente hasta caer muerta por achicharramiento masivo. Años después llegaron los nazis y, como todo les venía bien, se apropiaron también de los cuentos de los hermanos Grimm para inspirarse en su sadismo y ese fue el motivo de que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, los cuentos grimmescos fueran prohibidos en las zonas de ocupación inglesa por encarnar la maldad hitleriana.
Volverían sin embargo los Grimm a recuperar su trono cuentista un par de décadas más tarde, redescubiertos en papel y trasladados cinematográficamente a los dominios de Hollywood, donde siguen siendo versionadas sus historias mediante el método original; en animaciones japonesas donde a los personajes teutones les sesgan convenientemente los ojos para orientalizar sus aventuras, e incluso en una serie de televisión titulada 'Grimm', donde un agente de policía supuestamente descendiente de los hermanos fabuladores y dotado de ciertas capacidades para percibir lo que casi nadie ve, investiga a los wesen, unos monstruos que se esconden en el interior de ciertos seres humanos. Tschüss.
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