Domingo, 28 de julio 2024, 00:11
Entre los numerosos miembros de la realeza y la farándula que se disputaban las suites del hotel Pez Espada de Torremolinos en los 60, la preferida y de las más asiduas fue la princesa Soraya. Entre otras cosas porque su fama imprimía tanto las páginas del papel couché como de las noticias de cine. Su célebre matrimonio con el Sha de Persia en 1951 fue digno de un cuento paralelo al de Grace Kelly hasta que siete años después se divorciaron ante la imposibilidad del matrimonio de tener descendencia. Ironía del destino, el último emperador de Irán acabó destronado, pese a su empeño en prolongar el linaje de la corona.
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Gracias a su título de su alteza real, la 'princesa de ojos tristes', como se bautizó popularmente a Soraya de Irán, disfrutó de una vida privilegiada recorriendo toda Europa y haciendo de la Costa del Sol su lugar de vacaciones. En sentido inverso a la actriz y princesa de Mónaco, Soraya probó suerte en el cine tras dejar la corte, debutando en 1965 en 'La diosa de fuego' y 'Tres perfiles de mujer'. Ese mismo verano, una veintena de fotógrafos, entre los que estaba Eugenio Griñán, compitieron por llevarse una sonrisa –o media– de la princesa de mirada triste. Y de su caniche 'Lucky'.
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