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víctor heredia
Miércoles, 17 de julio 2019, 23:53
Josephine Baker es una de las mujeres con una trayectoria vital más apasionante del siglo XX. Durante cinco décadas fue una artista que estuvo ... siempre en el candelero, primero como estrella del music-hall y posteriormente como cantante de fama mundial y activista contra la discriminación racial.
Freda Josephine nació en 1906 en Saint Louis (Missouri), en el sur de los Estados Unidos. Su madre, Carrie McDonald, descendiente de esclavos, pasó graves apuros económicos, por lo que Josephine tuvo que abandonar la escuela y trabajar como criada en casas de blancos ricos. Con solo trece años contrajo matrimonio por primera vez, y con quince se casó con el guitarrista William Baker, de quien tomaría su apellido artístico. Entró a formar parte del elenco de varios espectáculos como bailarina y así llegó a actuar en varios locales de Nueva York.
Con diecinueve años recibió una oferta para participar en 'La Revue Nègre' en el Teatro de los Campos Elíseos de París. El jazz y la música negra empezaban a ser conocidos en Europa tras la Primera Guerra Mundial y la Baker obtuvo un éxito total. Meses después comenzó a actuar en el Folies Bergère, donde se terminó de ganar al público parisino con sus bailes exóticos y, muy especialmente, con el número en el que bailaba vestida solamente con una falda de bananas. La combinación de exotismo y erotismo de la danza de Josephine Baker contribuyó a extender el éxito del charlestón por toda Europa. En 1927 ya había interpretado dos películas –siendo la primera mujer negra en tener un papel protagonista– y había conseguido que las mujeres blancas aspiraran a oscurecer el color de su piel. Hemingway, otro americano en París, la definió como «la mujer más sensacional que nadie haya visto nunca».
La fama de la Baker llegaba a todas partes, y la polémica la acompañaba allí donde iba. En los años siguientes realizó varias giras por Europa que le llevaron a recalar en España en 1930. En nuestro país despertó interés y rechazo. En Pamplona las cofradías organizaron en una iglesia un acto de desagravio con asistencia del obispo, pero la 'mulata de los plátano' llenó en las dos funciones que ofreció en la capital navarra.
El turno de Málaga llegó en el fin de semana del 26 y 27 de abril. Josefina Baker, como aparecía en la prensa española, formaba parte de un espectáculo en el que intervenían otros artistas como el bailarín Moritz, la cantante Conchita de Leonard, la pareja de acróbatas Lina Jacket y Farbell, Custodia Romero y los famosos payasos Pompoff y Thedy. El cuerpo «enjuto y mimbreño» de la 'Venus de Ébano' despertó una enorme expectación y el Teatro Cervantes se llenó. Bailó, por supuesto, y lució su famoso ceñidor de plátanos.
También cantó e incluso entonó una canción en español: «Mamá, cómprame un negro…». Los cronistas locales describían su actuación como una «danza salvaje», un «torbellino», un «primitivismo de raza inferior», una «tendencia ancestral a la imitación de los animales». Manuel Díaz Abascal le hacía una breve entrevista para 'Vida Gráfica' que concluía con estas palabras del periodista: «Y es que la negra, viene a ser como el desquite de todas las humillaciones que soportaron todos los negros…».
La carrera artística de Josephine continuó, obteniendo un mayor reconocimiento en Europa que en su país natal. Adquirió la nacionalidad francesa y durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como espía y actuó para las tropas aliadas en el norte de África. Por estas actividades recibió la Legión de Honor y otras condecoraciones militares. El antiguo mito erótico se reconvirtió en una decidida activista contra la discriminación racial –intervino en la Marcha de Washington de 1963 junto a Martin Luther King- y adoptó doce hijos de diferentes orígenes para demostrar que las diferencias étnicas no impedían que los seres humanos convivieran como hermanos. Ella misma llamaba a su familia 'la tribu del arco iris'.
Realizó giras por todo el mundo y en una de ellas ofreció seis galas en el Tivoli World de Benalmádena, en mayo de 1974, donde era anunciada como 'la más famosa estrella de todos los tiempos'. Volvía a la Costa del Sol 44 años después de su actuación en el Cervantes y entonces fue agasajada con una visita a Mijas.
Menos de un año después de su paso por el Tivoli, el 12 de abril de 1975, falleció en París a causa de una hemorragia cerebral. Acababa de estrenar una revista para celebrar los cincuenta años de su debut en la capital francesa. Por su amistad con Grace Kelly fue enterrada en Mónaco. Josephine Baker, una mujer carismática del siglo XX. Ella, nada más. Y nada menos.
En la misma compañía con la que Josephine Baker se subió al escenario del Teatro Cervantes en abril de 1930, también actuaba otra artista española que era conocida con el apelativo de 'La Venus de Bronce' –que le había sido adjudicado por Jacinto Benavente– y que, según algunos testimonios, fue más del agrado del público malagueño. Se trataba de Custodia Romero, una actriz y bailaora gitana que por entonces gozaba de gran popularidad en España. Integrada en cuadros flamencos había debutado en París y con su arte había recorrido Europa y América. Protagonizó al menos un par de películas en los años veinte y fue retratada por los pintores Julio Romero de Torres y Alfonso Grosso. En sus espectáculos compartió cartel con Pastora Imperio y Manolo Caracol y en uno de ellos debutó una jovencísima Lola Flores. Custodia Cortés Romero, que era su nombre completo, había nacido en 1905 y falleció un año antes que Josephine Baker, en 1974, en La Carolina, donde residía después de retirarse de los escenarios.
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