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Fernando Alonso
Martes, 29 de agosto 2023, 00:16
Exactamente a los nueve meses del fallecimiento de Teresa de Cepeda y Ahumada, un 4 de julio de 1583, en la localidad salmantina de Alba de Tormes, las carmelitas exhumaron su cadáver en busca de reliquias. Tal era la fama de santidad que ya rodeaba a la que cuarenta años más tarde sería canonizada. Jerónimo Gracián, padre provincial, cortó personalmente con un cuchillo la mano izquierda de Santa Teresa de Jesús y se reservó para su devoción personal el dedo meñique. Luego entregó la reliquia a las monjas del convento de San José, primera fundación de la Santa, pero a los pocos años el brazo incorrupto acabó en el convento de Lisboa, consagrado a San Alberto.
Cuando las monjas carmelitas fueron expulsadas de Portugal en 1920, se dispersó la comunidad. Una parte importante de las religiosas fueron acogidas en Ronda y allí se llevaron el brazo incorrupto de Santa Teresa (que, como dijimos, en realidad es una mano, sin el dedo meñique). Pero parecía que el santo relicario no merecía reposo alguno, pues en julio de 1936, al estallar la Guerra Civil, fue sustraído por unos milicianos de la CNT que desvalijaron el cenobio carmelita rondeño. Según testimonio de la época, «un jefe marxista venido de Málaga se llevó una maleta llena de joyas».
Ya hablamos el otro día de la huida del coronel José Villalba, Jefe del Ejército del Sur, cuando las tropas nacionales estaban a punto de tomar Málaga. No había tiempo que perder. De tanta prisa que tenía, se dejó en su despacho su fajín militar. Ese domingo 7 de febrero de 1937 ni tan siquiera tuvo tiempo de coger la famosa maleta con su precioso relicario. Asegura Gil Gómez Bajuelo que «se dejó en el despacho una maleta con 110.000 pesetas en billetes nuevos, joyas, varios crucifijos de la Catedral, una caja lacrada con oro y un relicario de plata. El relicario, cuajado de pedrería, en forma de mano, tenía en cada dedo un anillo precioso y varios más, engarzados en piedras valiosas. En la muñeca una pulsera de oro, con un rosario de amatistas. Dentro del relicario, una mano de mujer, admirablemente conservada, teniendo la carne seca y un color oscuro».
Las mujeres estériles son las que más acuden a venerar la mano de la Doctora de la Iglesia en Ronda en busca del milagro de la fertilidad. Esta se exhibe a la vista del público devoto en una capilla, cerca del torno desde el que las monjas venden mantecados, membrillos, pastas, teresitas, borrachuelos y un sinfín de dulces de repostería monacal. Cada día llegan peregrinos de todo el mundo a adorarla.
Aclaremos que esta no es la única reliquia de Santa Teresa de Jesús que existe en el mundo. En Roma se custodia su pie derecho y su mandíbula superior, y en Alba de Tormes, lugar donde falleció la monja carmelita, se conserva su brazo derecho y su corazón. Y confesemos que Francisco Franco también atesoraba otras reliquias en El Pardo, como la mano y el antebrazo derecho de San Francisco Javier, guardadas en una caja de maderas nobles con tapa de cristal. Pero se quedó lejos de alcanzar las 7.420 que reunió su admirado Felipe II en El Escorial, con sus once cuerpos incorruptos de santos y sus ciento cuarenta y cuatro calaveras.
El brazo incorrupto fue llevado a Valladolid y exhibido en una magna exposición con otras reliquias «salvadas de la destrucción marxista». Después se guardó en el Palacio Episcopal de Salamanca, residencia oficial de Franco durante la contienda.El general acabó quedándose con la mano de Santa Teresa y se la llevó al Pardo al terminar la guerra. Ordenó que se le construyera un mueble oratorio de palo santo, sobre el cual estaba la reliquia metida en una urna con las puertas abiertas. Le tenía una devoción especial y es fama que se postraba ante ella todas las noches para rezar antes de acostarse. Estaba convencido que le transmitía esa baraka en la que tanto creía y que siempre le acompañó en su vida. Precisamente Madrid se tomó un 28 de marzo, natalicio de Santa Teresa. En ocasiones el brazo incorrupto era trasladado a la capilla de El Pardo, donde recibía un culto especial. Le acompañaba, además, en todos sus desplazamientos, cuando viajaba al Pazo de Meirás o al Palacio de Ayete en San Sebastián.
Las monjas carmelitas, acabada la guerra, reclamaron la sagrada reliquia por mediación del obispo de Málaga, Balbino Santos Olivera. Esto fue lo que contestó la Secretaría del Generalísimo a las monjas: «El Caudillo tiene una acendrada devoción a la santa más española y ha visto palpablemente su constante protección en todas las empresas de la guerra. Tiene vivísimos deseos de conservar bajo su custodia la reliquia insigne de la mano de la Santa, para seguir venerándola». O sea, que no pensaba devolvérsela a las carmelitas. Estas tuvieron que esperar con resignación cristiana a que Franco muriera para que su viuda restituyese el robo de 1936. Doña Carmen Polo la entregó personalmente al arzobispo de Toledo el 9 de diciembre de 1975.
El día en el que el brazo incorrupto llegó a Ronda, un 21 de enero de 1976, fue una jornada festiva. Las madres carmelitas presenciaron alborozadas cómo una comitiva de diez coches entraba en la plaza de la Merced (la rondeña) y el obispo Ramón Buxarrais se bajaba de uno de ellos con el relicario, que entregó a la priora, la madre María de Cristo Rey. La sorpresa fue mayúscula, no solo al comprobar el buen estado de la reliquia, sino porque descubrieron que el relicario llevaba engastado en el dorso del puño la insignia de la Laureada de San Fernando, en oro y brillantes, la misma que Franco lucía a diario en la solapa de su chaqueta. ¡Cuántos secretos y confesiones íntimas habrá escuchado la santa reliquia en el dormitorio del Generalísimo!
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Óscar Beltrán de Otálora / Gonzalo de las Heras (graphics)
Encarni Hinojosa | Málaga
Jon Garay e Isabel Toledo
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