

Secciones
Servicios
Destacamos
Víctor Heredia
Viernes, 27 de agosto 2021, 00:11
El domingo 15 de julio de 1962, la Residencia de Tiempo Libre de Marbella, entonces denominada Ciudad Sindical de Educación y Descanso, recibió el primer ... turno de doscientas familias –unas mil personas– procedentes de toda España dispuestas a disfrutar de sus vacaciones veraniegas en plena Costa del Sol. Como había detalles sin terminar, se esperaba hacer en «próximas fechas el solemne acto inaugural con asistencia de altas jerarquías de la nación». Sí hubo bendición de las instalaciones, a cargo del vicario general de la diócesis, Francisco Carrillo, y del arcipreste de la ciudad, Rodrigo Bocanegra, pero realmente nunca llegó a celebrarse inauguración oficial, para la que se anunciaba veladamente la posible presencia del mismísimo Franco.
En la puesta en marcha de la también llamada Ciudad Residencial de Marbella estuvo José María Gutiérrez del Castillo, jefe nacional de la Obra Educación y Descanso, que estaba integrada en la Organización Sindical del régimen y que era la promotora de este nuevo espacio turístico con unas características muy especiales. Como decía el periódico, era una realización «que abre las puertas del turismo en la Costa del Sol para las familias trabajadoras de la Patria».
La Ciudad Residencial, a unos ocho kilómetros del casco urbano de Marbella, se extendía por una superficie de 21 hectáreas, sobre una amplia parcela comprendida entre la carretera nacional 340 y la playa que había sido cedida por la Diputación Provincial. El proyecto ganador del concurso convocado al efecto había sido elaborado por los arquitectos Manuel Aymerich y Ángel Cadarso, que distribuyeron en el terreno un total de 199 (el plan inicial llegaba a las doscientas) viviendas unifamiliares de cuatro tipos diferentes. Las obras, que estuvieron a cargo de la constructora Hidrocivil, empezaron el 23 de abril de 1959 y, de hecho, estaban aún sin concluir cuando llegaron los primeros ocupantes aquel verano de 1962. El mismo Gutiérrez del Castillo reconoció que se estuvo trabajando hasta pocas horas antes y que incluso se había planteado la suspensión del primer turno de quince días. Finalmente se descartó esa chapuza, pero se pidió comprensión a los ilusionados veraneantes que iban a estrenar unos chalets aún con olor a pintura.
Como también se dijo entonces, «los viajes y los veraneos ya no eran patrimonio de unos pocos», sino de muchos. El derecho a las vacaciones pagadas se había consolidado en las legislaciones laborales de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial, lo que, unido a las mejoras en las retribuciones salariales, estaba dando paso al turismo de masas. En regímenes dictatoriales como el español, la organización sindical estatal asumió como una de sus funciones la de ofrecer espacios higiénicos y saludables para el descanso de los trabajadores. Las experiencias arquitectónicas y urbanísticas en torno al ocio de la mano de obra se sucedieron en países como Alemania, la Unión Soviética, Italia o Portugal. En España, durante la Segunda República, se desarrollaron proyectos recreativos para la población como la Playa de Madrid o la Ciudad del Reposo de Barcelona. Durante el franquismo, en la década de 1950 se construyeron tres conjuntos residenciales de vacaciones promovidos por la Obra Educación y Descanso: Tarragona, Perlora (Asturias) y Marbella. Como indican Mar Loren y Daniel Pinzón, las tres se basaban en principios similares: amplia zona de apartamentos familiares, proximidad al mar, edificios comunitarios y espacios deportivos y de entretenimiento.
Los autores del proyecto destacaban precisamente que el complejo residencial estaba concebido como un organismo autosuficiente, en el que las familias veraneantes encontraran satisfacción a todas sus necesidades durante su estancia, «tanto materiales como deportivas, de relación e, incluso, religiosas». Para ello las viviendas independientes (algunas adosadas, otras aisladas, pero todas orientadas al sur) se complementaban con campos de deportes, un parque infantil, un centro de recreo, un amplio comedor colectivo y una capilla que se convertía en el elemento arquitectónico más identificativo del conjunto con su peculiar torre en forma de espiral. El historiador del arte Juan Antonio Ramírez definió esta ciudad de vacaciones como la muestra de «un deseo candoroso, pero muy refinado a la vez, de conciliar la modernidad con lo popular».
Desde su puesta en funcionamiento el complejo ha sido sometido a múltiples obras de ampliación y reforma, que han supuesto la construcción de nuevos pabellones y de más viviendas, así como la remodelación de las primitivas. La iglesia fue cubierta en toda su superficie y convertida en salón de actos. Estas sucesivas obras, algunas con peor impacto sobre el conjunto que otras, han permitido que la Residencia de Tiempo Libre se haya mantenido operativa hasta nuestros días, ahora bajo la gestión de la Junta de Andalucía. Una consecuencia beneficiosa de este proyecto, además del disfrute del entorno de Marbella por miles de personas a lo largo de casi seis décadas, ha sido la protección de esta parte del sistema de dunas del litoral marbellí, que el proyecto original respetó al concentrar las edificaciones en la zona más alejada de la playa.
Los arquitectos Manuel Aymerich y Ángel Cadarso diseñaron la ciudad de vacaciones aprovechando las posibilidades que presentaba el emplazamiento, un terreno llano en suave descenso hacia el mar. La distribución en zonas pretendía obtener espacios abiertos y los chalecitos respondían a cuatro tipologías diferentes según su capacidad, pero atendiendo a idénticos criterios de composición: dar alojamiento a una sola familia de forma independiente, ofreciendo intimidad sin aislar del ambiente del complejo. Cada vivienda disponía de un patio propio rodeado por un muro a media altura. Las zonas comunes se repartían en un área de recepción y administración, otra comercial con tiendas y bares, instalaciones deportivas y otras para el disfrute de la playa. El crecimiento del arbolado ha permitido que los edificios hayan quedado envueltos en una densa masa forestal. La Residencia de Tiempo Libre, inscrita desde el año 2006 en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, se encuadra en los principios del denominado Movimiento Moderno y sus autores se inspiraron en la arquitectura popular mediterránea para trazar unos edificios de muros encalados en los que predominan las formas suaves y las líneas curvas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.