Queipo de Llano saluda a los presos políticos que trabajan en la repoblación de Gibralfaro. Archivo Municipal de Málaga
A la sombra de la historia

Queipo de Llano en Málaga

Lunes, 19 de agosto 2024, 00:13

Así se expresaba Queipo de Llano en una de sus famosas soflamas radiofónicas: «Nuestros soldados han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser ... hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen».

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Al general Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (1875-1951), Ian Gibson le acusó de haber ordenado el fusilamiento de Federico García Lorca. Por teléfono habría dado la orden mediante la frase en clave «dadle café, mucho café» (puesto que café era el anagrama de «Camaradas Arriba Falange Española»). Sin embargo, de esta conversación solo existe el testimonio del telefonista de la Capitanía de Sevilla que la escuchó. En cualquier caso, el asesinato de Lorca fue una vergüenza para el bando sublevado por la gran repercusión internacional que tuvo.

Durante la Guerra Civil, a Queipo de Llano se le conocía como el virrey de Andalucía porque era quien realmente mandaba en el sur, lo que aumentó las antipatías que le tenía Franco, poco acostumbrado a que no se le consultasen las decisiones importantes. Uno de sus mayores logros durante la contienda fratricida fue la toma de Málaga en febrero de 1937. Queipo de Llano siempre defendió que sus tropas fueron las primeras que entraron en la ciudad el día 7 por la noche, ocupando parte de la población. De manera que cuando a las ocho de la mañana del día siguiente llegaron las tropas italianas, ya estaba toda Málaga bajo el control del bando nacional. Y ponía como prueba que parte de la columna del coronel Borbón durmió en la fábrica de los Larios y los soldados extendieron algodón por el suelo para dormir más cómodos. Uno de ellos, en un descuido, prendió el algodón y ardió toda la nave. Sin embargo, Franco hizo correr el rumor de que las tropas italianas fueron las primeras en entrar en Málaga, sin duda para minar el prestigio del general.

Y es que en Málaga, Queipo de Llano fue muy popular para parte de la población (la del bando nacional). La plaza de la Marina se llamó durante un tiempo plaza de Queipo de Llano. En 1938 asistió al entierro del general Miguel Cabanellas, que murió precisamente en Málaga mientras pasaba unos días en la casa de los marqueses de Larios. Recordemos que, cuando Franco fue elegido general en jefe de los ejércitos nacionales el 21 de septiembre de 1936 en Salamanca, Cabanellas advirtió a sus compañeros del error que habían cometido:

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«Ustedes no saben lo que han hecho, porque no lo conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el ejército de África. Si ustedes le dan España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra o después de ella, hasta su muerte».

Tras la muerte de Sanjurjo, Mola y Cabanellas, el único general que tenía más antigüedad que Franco era Queipo de Llano. Y el generalísimo no quería a nadie que le hiciese sombra. Y le dio a elegir entre ser embajador en Argentina o jefe de misión militar en Italia. En la conversación que tuvo Franco con Queipo, aquel le espetó: «Tú me llamaste en África cobarde delante de la tropa». El gallego nunca olvidaría este agravio.

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Todavía en febrero de 1939, Queipo participó en Málaga en los actos celebrados para conmemorar el segundo aniversario de la toma de la ciudad. Se rindió homenaje a las madres de los soldados muertos (caídos en la terminología de la época) y saludó a los presos políticos que trabajaban en la repoblación del monte de Gibralfaro. A los actos asistió el emir Muley Mohamed en representación de su hermano, el jalifa de Marruecos.

La toma de Málaga

Durante la campaña de Málaga, Queipo de Llano tenía su Estado Mayor en un tren y aparecía ante los fotógrafos con un abrigo de cuero como el que usaban los militares alemanes. De su charla radiofónica del 10 de febrero de 1937:

«La toma de Málaga ha sido algo parecido a los juegos de los prestímanos. ¿Veis Málaga de este lado? ¿Veis que está roja? Se echan unos polvos de la madre Celestina y Málaga se ha vuelto blanca para siempre. Málaga no volverá a ser roja jamás. A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó, incendiando algunos camiones».

Queipo contempló el bombardeo a bordo del crucero Canarias. Algunos atribuyen su implacable crueldad a que parte de su familia se había quedado atrapada en Málaga y no pudo ser liberada hasta el 11 de agosto de 1936, gracias a las gestiones del cónsul de Italia Tranquillo Bianchi.

Al año siguiente, el Ayuntamiento volvió a invitarlo. Pero la carta, sospechosamente, no le llegó a Roma hasta el día 24. Queipo de Llano se alegró de que solo se acuerden de él los malagueños y contestó de su puño y letra:

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«Me está vedado entrar en España. Hice mucho bien, así lo creo, a mi patria y es natural que se me pague así. Pero Dios es justo y da a cada uno su merecido. Espero volver».

No fue para tanto. En enero de 1942 solicitó un permiso para someterse a unas pruebas médicas, lo que aprovechó para darse un baño de masas en Sevilla. Franco le autorizó para que ese verano se repusiera en Málaga. Poco después, Dionisio Ridruejo se lo encontró en el vestíbulo del Hotel Reina Victoria de Ronda. Imaginamos que los dos, defenestrados por Franco, tendrían muchas cosas de que hablar, salvando sus distancias ideológicas.

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