Grupo de estudiantes de ambos sexos en la escalera del jardín del Instituto en la década de 1920. Archivo IES Vicente Espinel

Pioneras de la enseñanza: Las primeras mujeres que estudiaron bachillerato en Málaga

Cuando en la década de 1870 comenzaron a aparecer los primeros casos de muchachas solicitando su matrícula en los estudios de segunda enseñanza, se levantó una inevitable polémica. Los institutos eran un espacio estrictamente masculino

Víctor Heredia

Miércoles, 6 de marzo 2024, 00:07

El acceso a la educación es, sin duda, uno de los mejores indicadores de la evolución de una sociedad. Y especialmente cuando se trata de ... la incorporación de las mujeres a los diferentes niveles educativos. Durante mucho tiempo los prejuicios contra la capacidad intelectual de las mujeres las apartaron de la enseñanza, con muy escasas excepciones. Si para una mayoría era utópico acudir a una escuela para aprender a leer y escribir y a poco más, para las mujeres de clase alta se reservaba una formación limitada y ajustada a las funciones sociales que se esperaba de ellas como esposas y madres.

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A mediados del siglo XIX se estableció el sistema educativo liberal, que contemplaba tres niveles de enseñanza: primaria, secundaria y superior. La primera se estudiaba en escuelas públicas o privadas y no estaba al alcance de la mayor parte de la población. La secundaria, formada por los estudios de bachillerato y otros como comercio, magisterio o náutica, estaba limitada a los hijos de las clases medias y estaba controlada por los institutos provinciales. Y la superior, muy minoritaria, solo se ofrecía en centros estatales ubicados en un número reducido de ciudades, apenas una decena.

En el caso del bachillerato la posibilidad de que hubiera alumnas en las aulas ni se planteaba. De hecho, la ley no lo prohibía. Simplemente la presencia de alumnas era tan impensable que no se preveía nada al respecto. Era una exclusión que se daba por supuesta. Por este motivo, cuando en la década de 1870 comenzaron a aparecer los primeros casos de muchachas solicitando su matrícula en los estudios de segunda enseñanza, se levantó una inevitable polémica. Los institutos eran un espacio estrictamente masculino.

Permiso especial

Esta situación provocó que las primeras niñas que decidieron matricularse en los estudios de bachillerato tuvieran que solicitar un permiso especial. El primer caso se dio en Huelva en 1871, cuando una joven de trece años, Antonia Arrobas Pérez, solicitó validar oficialmente las asignaturas de Latín y Lengua que había cursado de forma privada. Seguramente tuvo que influir en esta decisión el hecho de que su tío Joaquín Sama, persona muy cercana al pedagogo Francisco Giner de los Ríos, era profesor en el Instituto Provincial de la capital onubense.

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Casi al mismo tiempo, María Elena Maseras presentaba una solicitud similar en el Instituto de Barcelona. El director se dirigió en estos términos al rector del distrito: «Ofrécese, en consecuencia, un caso que tal vez sea nuevo en España, de un individuo del bello sexo que pide exámenes en establecimiento oficial y que podría dar lugar otro año a alguna petición análoga de matrícula para asistir a las clases oficiales. V.S. entenderá fácilmente que me hayan asaltado dudas acerca de si es o no admisible la instancia de dicha Dª. María Maseras, y más aún que vacilase, si alguna otra señora pretendiese en otro curso asistir como matriculada a nuestras clases. Para tener una regla por que guiarme, tanto en el caso que se ha ya presentado, como en el otro que pudiera fácilmente ocurrir, tengo el honor de consultar a V.S».

Pronto aparecieron otros casos en diversos centros del país, lo que obligó a dictar una orden ministerial que reconocía el derecho que las mujeres tenían a estudiar este nivel de la enseñanza, aunque con una limitación: debían hacerlo de forma privada, y acudir a los centros oficiales exclusivamente para examinarse. El decreto decía textualmente: «Hacerle notar los inconvenientes que, dado el estado de nuestras costumbres, podría ocasionar la reunión de ambos sexos en las clases, no obstante el indisputable derecho que a la instrucción tiene la mujer, del que puede usar, estudiando privadamente y dando a sus estudios validez académica por los medios marcados en la legislación vigente».

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Primera mujer con estudios universitarios

Unos años después, Elena Maseras se convertiría en la primera mujer española que completó los estudios universitarios, al terminar la carrera de Medicina en 1878, aunque tuvo muchas dificultades para poder realizar el examen de licenciatura. Mientras tanto se planteó otra cuestión: qué hacer cuando una alumna que había aprobado todas las asignaturas del plan de estudios de bachillerato quería obtener el título correspondiente mediante las pruebas de grado. En este caso fue el director del Instituto de Sevilla el que planteó una consulta, que recibió una respuesta positiva, aunque debidamente puntualizada: «Considerando que el título de que se trata no lleva consigo el ejercicio de ninguna profesión, de ninguna clase de función pública, no siendo en su esencia otra cosa que un certificado de los estudios que constituyen el período de la segunda enseñanza».

Estos ejemplos fueron facilitando que cada vez más chicas se animasen a cursar el bachillerato. Sin embargo, hubo que esperar a finales de la década de 1880 para que pudiesen acudir a los institutos como alumnas oficiales. Cuando esto se produjo, la presencia de chicas asistiendo a las clases y compartiendo aula con sus compañeros varones causó algunos problemas. Las niñas tenían que ir acompañadas por un familiar hasta el aula, entrar y salir antes que el resto y colocarse en un asiento aparte, junto al estrado del profesor. Generalmente, estas alumnas mostraban gran aplicación en los estudios y, cuando no abandonaban a causa del rechazo ambiental, obtenían calificaciones muy buenas.

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En Málaga, el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza ocupaba, desde su creación en el año 1846, la antigua casa de los filipenses, en la calle Gaona. Las primeras mujeres en matricularse en el centro malagueño lo hicieron en el curso 1878-1879. En la memoria leída al comienzo del siguiente año académico decía el director: «Digno es de notarse que este año académico fenecido, es el primero en que el Instituto de Málaga ha visto concurrir a su matrícula algunas señoritas animadas del buen deseo de instruirse al nivel de los alumnos».

Las pioneras fueron tres: María Corvetto Ledesma, de 14 años; Ángela Mateos Lozano, de 16; y Magdalena Crespo Pérez, de 20. La primera se inscribió en la enseñanza privada y las otras dos en la doméstica (es decir, como estudiantes en su propio domicilio). Magdalena Crespo fue la más destacada, ya que durante tres años obtuvo sobresaliente y premio ordinario en todas las asignaturas, y posteriormente desarrolló una meritoria carrera profesional como maestra que le valió que en 1926 se le diese su nombre a la escuela en la que había trabajado.

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Examen de Ana Orellana Garrido, 1882. Archivo IES Ntra. Sra. de la Victoria

El cuarto nombre femenino es el de Natividad García Rico. El primer expediente que se conserva de una mujer es el de Ana Orellana Garrido, que superó el examen de ingreso en el Colegio de San Agustín de Antequera el 27 de septiembre de 1882. Laura Orozco Abstengo fue examinada en Fuengirola cinco años después, hizo un curso en el Colegio Español y luego trasladó la matrícula a Barcelona. La primera alumna examinada en Melilla fue María Navas Armijo, natural de Algarrobo, que aprobó el ingreso en 1895.

En las décadas siguientes la incorporación de las mujeres a la enseñanza media siguió siendo anecdótica. La alumna más brillante fue la granadina María Gádor Cazorla Salmerón. Empezó sus estudios en 1889 en el Colegio de San Hermenegildo, con trece años; dos cursos después pasó al Colegio Español, y concluyó el bachillerato en el Instituto entre 1892 y 1894, siendo la primera mujer en inscribirse como alumna oficial. Gádor Cazorla acumuló matrículas de honor y sobresalientes en este tiempo, dejando constancia del esfuerzo y dedicación que estas primeras chicas pusieron en los estudios. Matilde Gavarrón Muñoz superó el examen de ingreso dos veces. La primera en Ceuta en 1890 y la segunda, ya en el Instituto de Málaga, en junio de 1892.

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Inscripción de matrícula de Emilia Galbién, 1887. Archivo IES Ntra. Sra. de la Victoria

El ambiente familiar era decisivo para que las hijas emprendiesen los estudios de bachillerato. Tenemos los casos de Emilia Galbién Esparza, con un brillante expediente como alumna doméstica entre 1884 y 1888, que era hija del pintor Antonio Galbién. Encontramos varios casos de hermanas como estudiantes de secundaria: Eudoxia y Sofía Santiago García, ambas naturales de Barcelona y examinadas en Nerja con un año de diferencia, en 1887 y 1888; Valentina y Ángela del Saz Álvarez-Sierra, hijas del catedrático del propio Instituto malagueño y masón Bernardo del Saz; María del Carmen, Damiana y Emilia Cansino Rodríguez, que aprobaron el examen de ingreso en 1894.

Solicitud de Emilia Cansino, 1894. Archivo IES Ntra. Sra. de la Victoria

Las alumnas que se matriculaban y continuaban los estudios mostraban un enorme interés. El problema estaba, precisamente, en la continuidad, ya que de las pocas que iniciaban la aventura de estudiar en un entorno totalmente masculino, menos aún duraban más de un curso. Un caso singular es el de Isabel Pérez Leal, quien ya con 38 años, se matriculó como libre en septiembre de 1893 para el examen de ingreso en segunda enseñanza y doce asignaturas del bachillerato. Isabel se jubiló en 1920 como profesora de la Escuela Normal de Maestras. Algunas mujeres iniciaban los estudios de bachillerato ejerciendo ya de maestras, como pasó con Felisa Cuervo Heras en 1890, aunque lo más habitual era lo contrario, que después de comenzar en el bachillerato continuasen los estudios de Magisterio.

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A cuentagotas

En los primeros años del siglo XX las mujeres siguieron apareciendo en los listados de matrícula con cuentagotas. Y casi todas seguían estudiando en centros privados o en su domicilio y se presentaban como libres a los exámenes finales. Entre las pioneras de esta etapa encontramos nombres como los de Concepción Lazárraga Abechuco y Francisca Medina Verdeja, que posteriormente se licenciarían en Farmacia y Medicina. Fanny Medina superó las materias de cinco cursos de bachillerato en solo dos años, entre 1905 y 1907, y fue la primera mujer en ejercer profesionalmente la Medicina en Andalucía. Concha Lazárraga, que también terminó el bachillerato en 1907, abrió la primera farmacia regentada por una mujer en Málaga después de ampliar estudios en Berlín y Nueva York. Una estudiante que completó un brillante expediente plagado de matrículas de honor fue Antonia Ramos Fernández, que también obtuvo los títulos de maestra y profesora mercantil. La madrileña Leonor Gaona Constante finalizó la segunda enseñanza en el Instituto malagueño en 1912, aunque residía en Melilla. Fue la segunda mujer licenciada en Medicina por la Universidad de Granada.

Fanny Medina, doctora en Medicina.

El lento proceso de incorporación de las mujeres a la enseñanza media se aceleró a partir de 1920. La cada vez mayor presencia de chicas en las aulas se resolvió aplicando la coeducación, ya que sólo se crearon institutos femeninos en Madrid y Barcelona, aunque el grueso de las estudiantes se matriculaba en la enseñanza libre. La progresión de la «feminización» de la segunda enseñanza en Málaga se evidencia en estos pasos: en 1914 se matricularon seis alumnas, todas como libres; en 1920 lo hicieron diez (dos oficiales y ocho libres); en 1925 fueron setenta (15 oficiales y 55 libres); en 1930 hubo 117 y, en 1932 eran ya 378 (183 en la enseñanza oficial, 6 en la colegiada y 189 en la libre). La realidad de la coeducación se consolidó en la etapa de la República, cuando eran mujeres la cuarta parte de los estudiantes.

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Grupo de alumnas en el patio del Instituto en 1935. Archivo Municipal de Málaga

Tras la Guerra Civil se estableció la separación de sexos, que hizo que el Instituto malagueño se desdoblara en uno masculino y otro femenino, con accesos y horarios diferentes. Ya por entonces existían varios colegios femeninos que incluían en su oferta educativa el bachillerato. En 1961 el Instituto Masculino, denominado Nuestra Señora de la Victoria, se trasladó a un nuevo edificio en Martiricos, por lo que todo el caserón de Gaona quedó como centro oficial femenino hasta que en 1983 recuperó la coeducación. Para entonces, afortunadamente, la presencia de mujeres en las aulas quedaba muy lejos de la excepcionalidad de aquellas pioneras de hace más de cien años.

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