

Secciones
Servicios
Destacamos
víctor heredia
Sábado, 22 de agosto 2020, 01:04
La peculiar silueta del cerro de San Antón se impone sobre el perfil de la ciudad de Málaga desde prácticamente cualquier perspectiva que busquemos. ... Fácilmente reconocible desde lejos por sus dos promontorios más elevados –que, entre los marineros, le ha valido el sobrenombre de las Tetas de Málaga–, a sus pies se extiende hasta el mar el populoso barrio de El Palo. Por encima existe desde hace algo más de medio siglo una de las urbanizaciones residenciales más valoradas de la ciudad. Vamos a realizar un breve recorrido por la historia de este singular monte.
El cerro de San Antón, antiguamente conocido como Peñón de Buenavista, es el monte urbano más alto de Málaga, llegando a los 510 metros de altitud en su punto más elevado. Es muy llamativa la gran falla o corte que existe en su cara occidental. En el relativamente pequeño entorno del monte la fauna y la flora son abundantes y variadas, con varios endemismos vegetales que le otorgan un especial valor desde el punto de vista medioambiental.
Nicolás Cabrillana escribió que «la hacienda de San Antón ha sufrido sobre sus tierras todas las peripecias, daños, quebrantos o beneficios que la propia ciudad de Málaga». Manuel Laza trató de un yacimiento prehistórico entre las cumbres gemelas del monte, identificándolo con una ciudadela de la Edad de los Metales. Hasta el momento solo se han realizado prospecciones arqueológicas superficiales que han aportado algunos restos cerámicos. Estos escasos datos parecen indicar la existencia de un enclave medieval, aunque no se descarta la presencia de una ocupación ibero-púnica anterior.
El núcleo primitivo de la hacienda estuvo constituido por una alquería musulmana que pasó al patrimonio real tras la conquista de Málaga en 1487. Esta propiedad fue donada en nombre de los Reyes Católicos a dos ermitaños, a los que señalaron cien fanegas de tierra útil en las cercanías para su sustento y el de sus sucesores. Se estableció una ermita con la advocación de Nuestra Señora del Peñón de Buenavista, en la que se colocaron más tarde dos imágenes de San Erasmo y San Antonio Abad –San Antón–, siendo este último el que acabaría dándole nombre. El monte fue adquiriendo así un fuerte simbolismo religioso entre los habitantes de la zona que se reflejó en las romerías que cada año los vecinos de El Palo hacían a la ermita.
Ésta fue reedificada en varias ocasiones. En el siglo XVII un escrito nos dice que se hallaba en una sierra áspera e inculta, sin más árboles que algarrobos y algunos almendros. Una real cédula de 1682 declaró las tierras de San Antón como término cerrado, con la intención de prohibir el pasto del ganado y que los vecinos y caleros cortasen árboles de la finca. En las inmediaciones también había una cantera de la que se extraía jaspe colorado que fue utilizado en el suelo de la Catedral.
A pesar de que en su mayor parte estaba formada por riscos y peñascares, la hacienda tuvo varios pretendientes, aunque quien finalmente se llevó el gato –la finca– al agua fue el filipense Cristóbal de Rojas, quien gracias a sus contactos en la corte consiguió que Fernando VI entregara la ermita y sus tierras a la Congregación de San Felipe Neri en 1756. A finales del siglo XVIII los productos más rentables de la hacienda eran los de la vid –incluso se producía vino clarete– y las algarrobas. En la ermita se colocó una imagen de San Antón realizada por el escultor Fernando Ortiz, que actualmente se expone en el Museo de Málaga.
La finca siguió vinculada a los filipenses hasta la desamortización de 1836 y luego pasó a ser propiedad del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza entre 1848 y 1860. Por la llamada Ley Madoz la hacienda fue subastada en cinco lotes que alcanzaron un precio total de 230.000 reales. La casa y la capilla fueron adquiridas por Joaquín María Canales.
El ilustre botánico francés Edmond Boissier visitó en varias ocasiones la hacienda para estudiar su flora, dejando por escrito su inmejorable impresión de la casa y de sus moradores en su libro 'Voyage Botanique dans le midi de l'Espagne pendant l´année 1837': «Nunca olvidaré aquel patio rústico, aquel manantial que emerge de la roca en medio de los helechos, aquellos puntos de vista tan variados, enmarcados por los árboles».
A principios de la década de 1920 compró la hacienda el matrimonio formado por el holandés Jacob Laan y la malagueña Lucy Van Dulken. Ambos reformaron la ermita y la casa –que será conocida desde entonces como Castillo de San Antón– y le dieron un aire regionalista para utilizarla como finca de descanso. La princesa Beatriz de Battenberg, madre de la reina Victoria Eugenia, visitó San Antón en varias ocasiones.
Después de la muerte de Lucy en 1950 los terrenos pasaron a manos de una sociedad que promovió la urbanización Pinares de San Antón, en la que jugó un destacado papel el abogado Alberto Llamas, quien ya había participado en la urbanización Torreblanca del Sol en Fuengirola. En las obras intervino la misma empresa que desarrolló en Madrid la exclusiva Ciudad Puerta de Hierro. Se actuó sobre un millón de metros cuadrados, repoblando forestalmente la ladera con pinos carrascos y vendiendo parcelas con vistas al mar. Ya desde 1964 se hablaba de Pinares de San Antón como 'la mejor zona residencial de Málaga'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.