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Los vecinos del pueblo Juan Mora, Carmelina Vallejo, Antonio Mora, María Ortíz, Cristobal Naranjo y Francisco Florido posan para SUR en el pantano del Guadalteba, bajo el que está Peñarrubia Foto: E. Miranda Vídeo: Rossel Aparicio / Pedro J. Quero

Un pueblo bajo el pantano: la memoria de Peñarrubia se mantiene a flote 50 años después

En 1972 los vecinos de este municipio malagueño de unos 1.700 habitantes se vieron obligados a abandonar sus casas, que quedaron sumergidas para siempre bajo del embalse del Guadalteba

Sábado, 11 de junio 2022

«Esta era la calle donde los jóvenes veníamos a pedirle un paseo a las muchachas. ¡La de horas que habremos pasado aquí!», recuerda emocionado Antonio Mora junto a su mujer, María Ortíz, a la que conoció en el pueblo cuando era niño y con la que sigue compartiendo la vida medio siglo después. Ahora ya no hay paseo, tampoco está la fuentecilla, ni la peana –símbolo y punto de encuentro vecinal–, el cine o el colegio. El suyo era un pueblo pequeño, de apenas 1.700 habitantes pero con Ayuntamiento propio y cuartel de la Guardia civil cuyo arco aún sigue en pie desafiando al tiempo. El nivel actual del embalse del Guadalteba también deja ver restos de lo que fueron casas, bares o tiendas en un camino de arbustos a las faldas de la sierra que daba nombre al municipio: Peñarrubia. Bajo el pantano, cuentan, están sus raíces, su infancia, sus recuerdos más felices. El matrimonio habla con cariño pero sobre todo con añoranza: «Lo borraron del mapa pero nunca lo harán de nuestra memoria y nuestro corazón», coinciden.

Peñarrubia era un municipio malagueño que se independizó de Teba en 1857 y que en 1973 quedó sumergido bajo las aguas por la construcción del embalse. Un año antes, en 1972, hace ahora justo 50 años, se produjo el desalojo masivo y forzoso de sus vecinos. Atrás dejaban sus casas, sus negocios o sus tierras para empezar una nueva vida, muchos de ellos en pueblos cercanos o en la barriada de Santa Rosalía de la capital, en la que es fácil encontrar hoy en día muchos peñarrubieros. Pese a que han pasado tantos años, vecinos y descendientes se esfuerzan para que la memoria de su pueblo salga a flote desde lo más profundo del pantano. Crearon la Asociación Rosario de Peñarrubia, organizan una romería cada lustro que reúne a dos mil personas y, además, acaban de terminar la construcción de una ermita cerca de la entrada de lo que fue el pueblo que servirá de sede y lugar de encuentro y de recuerdo.

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A Juan Mora le llaman el «historiador oficial» de Peñarrubia porque ha removido cielo y tierra para rescatar fotos o documentos con los que hilvanar la historia de su amado pueblo. Tiene una memoria privilegiada en la que se acumulan fechas exactas, datos y curiosidades de la localidad desaparecida. Pero es el relato de su vivencia personal lo que ayuda a entender el sentimiento de desgarro emocional que sufrieron los peñarrubieros. «Me fui a Málaga con 21 años. Cuando ya estaba abandonado y el agua estaba a apenas 200 metros, me acercaba con la moto después de trabajar, a un pueblo fantasma, desierto, y dormía en cualquier lado, en las eras o en casas abandonadas. Necesitaba estar allí, lo sentía demasiado», confiesa uno de los pocos afortunados que hoy en día tiene casa cerca de lo que fue Peñarrubia.

«Cuando escucho a alguien decir que se va a las fiestas de su pueblo me pregunto ¿y yo dónde voy? No tengo sitio al que volver», se lamenta con la voz entrecortada, aguantando las lágrimas, Cristóbal Ríos, de 71 años. «Es triste recordar lo que pasó y sigue doliendo a día de hoy. Aquí en Santa Rosalía vivimos, pero mi tierra es Peñarrubia», afirma tajante. «No me quería ir, pero no había otra opción. Cuando me subí en el autobús de 'los amarillos' para mudarme no paraba de llorar, se me vino el mundo encima», recuerda ahora su mujer, Salud Bandera.

Galería. Fotos históricas de Peñarrubia y de miembros de la asociación de vecinos actual

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Los vecinos reunidos por este periódico mantienen esa sensación de que se les arrebató un tesoro valioso que era suyo. Durante décadas escucharon que el pueblo iba a desaparecer para construir una presa, pero nadie terminaba de creérselo. «No es que lo escuchara yo, es que lo escuchaba mi padre de niño. El embalse se proyectó a principios de siglo y no se construyó hasta 1975... Hubo gente del pueblo que incluso trabajaba en las obras y que no quería aceptar que desaparería bajo el agua», insiste Juan Mora.

Ultimátum a los vecinos

Los rumores sobre la desaparición de Peñarrubia duraron tantos años que las administraciones fueron abandonando poco a poco el municipio en cuanto a mejoras o arreglos de infraestructuras. Vencidos por su destino, a principios de los años 70 muchos de sus vecinos comenzaron a hacer las maletas pero fue en la primera mitad de 1972 cundo se produjo el éxodo masivo. Con la obra terminada y el agua cerca de las casas, la Confederación Hidrográfica del Sur concedió un ultimátum de 15 días: el 28 de octubre de ese año nadie podía habitar ya allí.

Un grupo de vecinos de Peñarrubia reunidos por SUR posan en Santa Rosalía con fotos antiguas de su pueblo. Imagen de la calle del Pozo. Por último, otra imagen del pueblo tras ser derruido tars el desalojo forzoso. R. Aparicio | SUR | Foto Salas
Imagen secundaria 1 - Un grupo de vecinos de Peñarrubia reunidos por SUR posan en Santa Rosalía con fotos antiguas de su pueblo. Imagen de la calle del Pozo. Por último, otra imagen del pueblo tras ser derruido tars el desalojo forzoso.
Imagen secundaria 2 - Un grupo de vecinos de Peñarrubia reunidos por SUR posan en Santa Rosalía con fotos antiguas de su pueblo. Imagen de la calle del Pozo. Por último, otra imagen del pueblo tras ser derruido tars el desalojo forzoso.

Las crónicas de la época recogen que los últimos en abandonar el pueblo fueron dos funcionaros del Ayuntamiento, el empleado de Correos y una pareja de Guardia Civil, además de algunos residentes. Los vecinos recibieron viviendas en compensación por la expropiación forzosa y en algunos casos también dinero (en 2016, el Archivo Histórico Provincial expuso varios documentos relacionados con el desalojo del pueblo, que se pueden consultar en el siguiente archivo pdf).

Poco después las casas fueron derribadas para evitar que volvieran a ocuparse. Los últimos edificios que quedaron en pie fueron el colegio, el cuartel y la iglesia; el cementerio se tapó con una capa de hormigón. Después se procedió a la inundación del terreno y en periodos de sequía el campanario de la iglesia –que años después también fue derribado– asomaba por el pantano.

Para Francisco Durán, uno de peñarrubieros más veteranos, fue uno de los peores momentos de su vida: «Como si te dieran una puñalada, algo parecido. La sensación de perderlo todo, la casa, el terreno, el sitio en el que naciste...». Al abandonar su hogar, solo había desolación. «Los gatos se juntaban en la puerta de la iglesia desmayados porque ya no había quién les echara de comer», rememora. Y, aunque hayan pasado cinco décadas de aquel mal sueño, aseguran que el recuerdo de su pueblo está ahora más vivo que nunca. «Peñarrubia no morirá nunca mientras siga viviendo un peñarrubiero», advierten.

Vídeo. Rossel Aparicio | Pedro J. Quero
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