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Víctor Heredia
Martes, 22 de agosto 2023, 00:18
En el panorama de la renovación arquitectónica malagueña de las primeras décadas del siglo XX destacan con brillantez los nombres de algunos profesionales muy conocidos: ... Fernando Guerrero Strachan, Manuel Rivera Vera y Daniel Rubio. Pero estos grandes nombres no fueron los únicos. Hasta la Guerra Civil trabajaron en la ciudad otros arquitectos: Manuel Llorens, Arturo de la Villa, Gonzalo Iglesias, Ramón Viñolas, Luis Berges, José Ortega, Ricardo Santa Cruz, José González Edo, Tomás Anasagasti y Antonio Palacios, entre otros.
Todos ellos dejaron, en mayor o menor medida, su impronta en la Málaga de la época, aunque casi ninguno era natural de la ciudad. Varios de ellos ejercieron su oficio como arquitectos del Catastro durante un tiempo o llegaron por motivos familiares o de salud, como Palacios. Pero hay uno que sí era malagueño y que es de los menos nombrados. Se trata de Pedro Sánchez Sepúlveda, con una obra mínima en su localidad natal y que da nombre a una calle en un municipio toledano y a un colegio en un pueblo de la Sierra de las Nieves. Veamos por qué.
Nació en el número 13 de la calle Molinillo del Aceite el 27 de septiembre de 1891, hijo del médico Pedro Sánchez Rivas y de Dolores Sepúlveda Bugella. Cursó el bachillerato en el Instituto General y Técnico como alumno oficial y libre entre 1903 y 1908. Luego se trasladó a Madrid para estudiar en la Escuela Especial de Arquitectura, carrera que terminó en 1920. A continuación se incorporó a la Oficina Técnica para la Construcción de Escuelas del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que dirigía Antonio Flórez, pionero en establecer un modelo de construcciones escolares en España. La principal tarea del arquitecto malagueño durante los años veinte y treinta fue la de proyectar escuelas por todo el país, siempre con una especial sensibilidad hacia su emplazamiento tanto en criterios funcionales como estéticos. Existen decenas de grupos escolares diseñados por él en muchas provincias. En Espinoso del Rey (Toledo) llegaron a dedicarle una calle.
Sánchez Sepúlveda también afrontó el diseño de otros tipos de centros educativos, como la Escuela Normal de Toledo y el Instituto de Madridejos. Fue designado en 1934 miembro del Consejo Nacional de Cultura. A raíz de un informe suyo el Ministerio de Instrucción Pública decretó en 1935 la prohibición del empleo del fibrocemento (más conocido como uralita) en las cubiertas de los edificios escolares, medida que fue derogada poco tiempo después por las presiones de la empresa fabricante.
En su ciudad natal Pedro Sánchez solo proyectó, que se conozca, un edificio para un particular. Sí realizó varias intervenciones en su calidad de arquitecto del Ministerio en inmuebles de uso escolar. En el Instituto de Segunda Enseñanza en el que él mismo había estudiado, en la calle Gaona, se encargó de la reconstrucción de un pabellón ruinoso en la parte más antigua del conjunto, que databa del siglo XVIII, y de la adaptación del antiguo refectorio como salón de actos, obras que se ejecutaron entre 1922 y 1925. En 1932 dirigió en el mismo edificio otra serie de reformas consistentes en la restauración de la fachada, del patio y de la escalera de acceso al jardín.
Su único trabajo privado en Málaga fue el edificio de viviendas que diseñó en 1923 para el empresario cinematográfico Emilio Pascual. El inmueble está ubicado en la calle Barroso nº. 4, con fachadas a las calles Blasco de Garay y Simonet, a pocos metros del Cine Pascualini, del mismo propietario, que estaba en la calle Córdoba. Es una casa de seis alturas, en la que Sánchez Sepúlveda mostró su personal manera de entender el estilo regionalista imperante en aquellos años. La decoración recurre a los paneles de azulejos y de ladrillo visto, pero con un tratamiento más esquemático que el que hacían otros arquitectos que estaban entonces activos en Málaga. La pérgola de la terraza era un elemento novedoso para la época. A pesar de ser un edificio relativamente moderno, Emilio Pascual lo utilizó en su publicidad como de «estilo español antiguo». La otra construcción de este arquitecto en la provincia es la escuela graduada de Alozaina, pueblo de su padre, que proyectó en 1929 y que hoy sigue llamándose Arquitecto Sánchez Sepúlveda.
Su nombre también aparece vinculado ala construcción del nuevo Matadero que diseñó Fernando Guerrero Strachan, en este caso como director de las obras con el contratista madrileño Ángel Palacios, a quien se le adjudicó el concurso provisionalmente en 1929. También redactó los planos de un edificio para la Escuela Normal de Magisterio y dos escuelas graduadas anejas que iba a ser construido en el solar del convento de la Merced, donde ahora está el mercado. Este proyecto fue presentado por el propio Sánchez Sepúlveda al Ayuntamiento en mayo de 1935. Entonces se esperaba la aprobación del Ministerio para sacar a subasta las obras y empezarlas en breve plazo. Nunca se realizó. En ese año obtuvo por concurso una plaza de arquitecto adscrito a la Guardia Civil para realizar proyectos de acuartelamientos en el territorio de la primera Comandancia.
Durante la Guerra Civil se integró en el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional del bando franquista y después de la contienda compatibilizó su trabajo en el Ministerio de Educación, donde alcanzó el puesto de arquitecto jefe de la Oficina Técnica, con la realización de proyectos para la Dirección General de Regiones Devastadas y de planos de cuarteles para la Guardia Civil. Estuvo muy vinculado a la localidad de Alcázar de San Juan, en la que fue dueño de una fábrica de cerámica. Falleció en Madrid el 4 de diciembre de 1966. Aún está pendiente un estudio completo sobre su obra, repartida por toda España.
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