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Nuestra ciudad de Málaga está muy vinculada a la edad de plata de la literatura española, aquella que protagonizaron los miembros de la Generación del ... 27. La siguiente es una de las posibles rutas que se pueden realizar por las calles malagueñas recorriendo aquellos lugares más ligados a estos geniales escritores. Creemos que un buen inicio puede ser la Imprenta Sur, de cuyas prensas salieron algunos de los libros fundacionales del 27 como 'Canciones' (Lorca), 'Perfil del aire' (Cernuda), 'Ámbito' (Aleixandre) o 'La amante' (Alberti). Se fundó en 1925 en el actual número 15 de la calle Tomás Heredia y al año siguiente se trasladó a la calle San Lorenzo, 12. Juan Ramón Jiménez, que la llegó a visitar, la llamó «una imprentita preciosa». Desde 1932 estuvo en la Alameda Principal, en un local que hoy ocupa la Librería Luces. No puede haber en Málaga un espacio con más tradición literaria.
Podemos continuar nuestro paseo desplazándonos al número 6 de la calle Córdoba. En la segunda planta de este edificio se vino a vivir un niño de tres añitos porque a su padre, ingeniero de ferrocarriles, lo habían trasladado a Málaga. Se llamaba Vicentito Aleixandre Merlo. El chico estaba muy contento porque su casa estaba enfrente del famoso cine Pascualini. Y ahora viajemos a la Málaga de 1908 y acompañemos a Vicentito al colegio en un día cualquiera. Tras cruzar la Alameda, subamos por la calle Larios y detengámonos en el número 4, justo donde está la tienda de muebles de Prados Hermanos. Allí tendremos que esperar a que baje Emilio Prados, compañero de clase de Vicentito. No hay apremio porque, recordemos, estamos en 1908 y no existían entonces las prisas. Emilio había nacido nueve años antes muy cerquita, en el número 7 de la calle Strachan. En la acera de enfrente vino al mundo Manuel Altolaguirre en 1905, el benjamín de la generación. Prados y Altolaguirre serán muy amigos y sus vidas se entrecruzarán continuamente.
Ya está en la calle Prados. Los dos compañeros siguen subiendo la calle Larios, atraviesan la plaza de la Constitución y por la calle Granada llegan a su colegio. Hace esquina con la calle Sánchez Pastor. El dueño de la escuela es también su profesor. Se llama Buenaventura Barranco Borch, pero todos le conocen como don Ventura. Tenía «el tupé levantado, cejas amenazadoras, bigotes a lo Káiser y ojos desmentidores de tanta fiereza», sin embargo era un buenazo. Don Ventura daba clases a gran parte de los hijos de la floreciente burguesía malagueña y los preparaba para el ingreso al bachillerato. Por sus manos pasaron Aleixandre y Prados y también fue maestro de Severo Ochoa. Pocos profesores en el mundo han enseñado a dos premios Nobel.
En cierta ocasión iba mi tío Jorge por la Cortina del Muelle cuando vio a un señor mayor regañando con un taxista.
–¿Usted es Dámaso Alonso, verdad?
El ilustre poeta estaba irritado porque el taxista no tenía cambio y no podía pagarle. Sin dudarlo un momento, mi tío satisfizo la deuda y Dámaso, agradecido, le rogó que se pasara al día siguiente por la tarde por el hotel para devolverle el dinero.
Al otro día, se dirigió emocionado al Hotel Málaga Palacio para que el poeta le dedicase su ejemplar de 'Hijos de la ira'. Al llegar el recepcionista le indicó amablemente que ese señor había pedido que no se le molestase. Mi tío insistía rogándole que le dijera que era quien le había pagado el taxi el día anterior. Al instante bajó Dámaso Alonso con el dinero en la mano, que mi tío no quiso aceptar de ninguna manera:
–Comprenda que si le cojo el dinero nunca podré contar la anécdota.
'A mi amigo Jorge', estampó en el libro. Algún día espero heredarlo.
Dejemos a los niños en sus clases con su grita y algazara. Muy cerca de aquí está el famoso pasaje de Chinitas. En la intersección de las dos vías que lo forman estuvo el Café de Chinitas. Tan famoso fue este café cantante que le acabó dando nombre al pasaje, hasta entonces llamado de Álvarez en memoria de su constructor. En el Café de Chinitas pasaron muy buenos ratos los del 27. Lorca era cliente habitual, cuando venía en taxi desde Granada huyendo del clima agobiante de su ciudad natal y bucando un ambiente más abierto y tolerante. Federico lo inmortalizó en sus famosos versos:
«En el Café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: soy más valiente que tú, más torero y más gitano».
Una noche de 1930 fueron al Café de Chinitas Salvador Dalí, su amante Gala, Hinojosa, Prados y Altolaguirre. Allí Gala le compró unas violetas a una vendedora y, metiendo en el ramo un billete de mil pesetas, cantidad fabulosa en su época, se lo arrojó a los artistas al escenario. Estos no podían creer lo que veían. La juerga fue apoteósica.
Terminemos nuestro paseo. Nos dirigimos al Parque, bajando por la travesía del Pintor Nogales. Allí podemos leer el poema que Aleixandre dedicó a la Málaga en la que se crio, 'Ciudad del Paraíso', ya remozado y limpio de sus faltas ortográficas y tipográficas. Al final del Paseo del Parque, Málaga le rinde homenaje a otro de los poetas de la Generación del 27: Jorge Guillén. Aunque nacido en Valladolid, Guillén quiso pasar los últimos días de su vida en un piso del Paseo de la Farola, mirando al mar. En 1983, al cumplir los noventa años, el Ayuntamiento inauguró en su memoria una escultura que hoy podemos admirar delante de la residencia militar. Una buena manera de acabar esta ruta es en el Cementerio Inglés, donde Jorge Guillén está enterrado junto a su mujer, Irene Mochi.
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