

Secciones
Servicios
Destacamos
maría teresa lezcano
Domingo, 25 de octubre 2020, 00:24
Tal día como hoy nacía el tratado de amistad entre Italia y Alemania que cuatro años más tarde se convertiría en el Eje Roma-Berlín-Tokio, y moría Papus, médico y ocultista francés y fundador de la Orden Kabalística de la Rosacruz.
Veinticinco de octubre de 1936. Nace el tratado de amistad entre el Reino de Italia y la Alemania nazi, que cuatro años más tarde y reconvertido en pacto tripartito con la adhesión japonesa, devendría en ROBERTO, acrónimo de los tres vértices del eje, es decir Roma-Berlín-Tokio.
A los socios fundadores se les uniría el Reino de Hungría a cambio de un cacho territorial yugoslavo; Rumanía, que invitó a Hitler a penetrarla de un modo casi obsceno; Bulgaria con el fin de anexionarse sibilinamente Grecia; Finlandia, que andaba a la gresca con los soviéticos y aprovechó que el führer pasaba por Helsinki para proponerle matrimonio bélico contra los rusos; Tailandia, a la que le pillaba un poco a desmano la contienda pero que atisbó en la alianza con Japón la posibilidad de sacudirse del lomo colonial las pulgas inglesas; Irán, que se desplegó como corredor estratégico para llevar recursos al Cáucaso; Irak, que al igual que su vecino estaba hasta los dátiles de la injerencia británica y decidió adscribirse al ¡heil Hitler!; la Francia de Vichy, cuyo mariscal Petain salió por peteneras colaboracionistas; el protectorado de Bohemia y Moravia, que envió a decenas de miles de obreros checos a Alemania en calidad de esclavos para la industria armamentística nazi; Manchuria, birlada a los chinos por los japoneses aprovechando el bullicio guerrero; Mengjiang, estado títere creado por los nipones en el norte de China y que tenía más de teatro de Manolita Chen que de vocación kamikaze; Luxemburgo, invadido en cinco minutos dado el tamaño de su territorio, y hasta España, cuyo dictador no se implicó más con su amigo Adolf porque éste se negó a regalarle en su cita en Hendaya el Marruecos francés, aunque para contentarlo se sacó de la manga generalísima una División Azul de supuestos voluntarios destinados a apoyar las tropas alemanas en frente oriental, los cuales, tras prestar juramento al Führer durante la instrucción, se fueron a sitiar una Leningrado que se volvió antropófaga por culpa de la hambruna pero cuyos supervivientes celebraron la victoria final abanderando la frase que habría de pasar a la historia: «Troya cayó, Roma cayó, Leningrado no cayó». Cayendo, que es gerundio.
Dos décadas exactas antes del nacimiento del infame ROBERTO moría en París Papus, médico y ocultista francés de origen español por parte materna. Nacido en La Coruña como Gérard Anaclet Vincent Encausse, Papus experimentó desde una edad temprana la llamada de lo oculto, que nadie sabe exactamente cómo suena, si como un timbre moderno o cual tradicional aldaba, pero para el caso tanto da: tras una adolescencia recluida en la parisina Bibliotèque Nationale estudiando cábala, tarot, magia y alquimia, descubrió a Madame Blavasky, quien no era una gerente de burdel caro sino la fundadora de la Sociedad Teosófica, organización de ideología ecléctica que pretendía unificar ciencia, filosofía y religión en un mismo y sagrado saco.
A Papus sin embargo el saco teosófico no tardó en quedarle pequeño y, previo paso por la Orden Hermética del Alba Dorada, de la que poco se sabe debido al hermetismo implícito en su nombre de pila, y por otros grupos más o menos secretos y algunos paramasónicos, decidió crear su propia organización, la Orden Kabalística de la Rosacruz. Al tiempo que esoterizaba masivamente, Papus continuó sus estudios y se doctoró en medicina con una tesis sobre Anatomía Filosófica, tras la cual abrió en París una clínica en la que se hizo de oro, no alquímica sino monetariamente hablando, y su reputación trascendió fronteras hasta ser requerido por el zar Nicolás II y la zarina Alejandra con el objetivo de alternar en sus soberanas personas la cura de una eventual acidez estomacal con la función de consejero ocultista.
De este modo invocó para Nicolás al espíritu de su padre Alejandro III, quien desde su quietud ultratumbada le transmitió al heredero que una revolución estaba en camino, y a su nuera que tuviera cuidado con Rasputín, aunque al médium, al no pertenecer al ilustre clan de los Románov, no le predijo nada y cuando estalló la Primera Guerra Mundial se marchó Papus a ejercer la medicina en un hospital militar francés donde, mientras extraía balas y suturaba heridas, contactaba vía mental con todo bicho no-viviente que se pusiera a tiro de trance, es decir cualquier espíritu receptivo que tuviese a bien responder las múltiples preguntas que se le acumulan a uno al cabo del día. Ninguno de los contactados sin embargo le informó a Papus de que acababa de contagiarse de una tuberculosis que lo vacilaría y lo bacilaría de Koch dos años después del comienzo de la guerra (y por tanto dos años antes de su final) y lo despapusaría letalmente en menos que se tarda en decir «cabalísticamente». Cabalísticamente, por si las moscas ocultistas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Detenida la influencer Marta Hermoso por un robo millonario en un hotel de Madrid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.