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Fotografía de Pablo Picasso de niño.
Pablo Picasso: el bebé que fue dado por muerto al nacer

Pablo Picasso: el bebé que fue dado por muerto al nacer

La leyenda familiar y algunos libros biográficos desvelan un momento dramático en el alumbramiento del artista, que nació sin apenas signos vitales. Le 'devolvió' a la vida su tío Salvador, médico, gracias al humo del habano que se fumaba en el momento del alumbramiento

Domingo, 25 de agosto 2019, 00:54

La historia del arte lo considera uno de los pintores más destacados de todos los tiempos, pero hay un dato poco conocido en la biografía de Pablo Ruiz Picasso que pudo llegar a borrar toda esa huella gigantesca. Aquella tragedia que felizmente no lo fue ocurrió el 25 de octubre de 1881, cuando su madre, María Picasso López, daba a luz en su casa a su primer hijo. Corrían las once y cuarto de la noche y todo estaba preparado para celebrar la llegada del nuevo miembro de la familia tras el matrimonio de María con José Ruiz Blasco. Algunos de los más cercanos, entre ellos el propio José, asistían a ese momento en el primer piso del número 36 de la plaza de La Merced (actual número 15), pero las complicaciones no tardaron en llegar.

La leyenda familiar, y también algunos libros biográficos del artista, desvelan un momento de máxima tensión en la habitación donde la partera ayudaba a María al alumbramiento del pequeño Pablo. El bebé llegaba sin reaccionar, sin apenas signos vitales, y tras intentar reanimarlo sin éxito fue depositado en una mesita cercana para centrar todos los esfuerzos sanitarios en la madre. La familia que en esos momentos asistía al nacimiento y la comadrona lo dieron por muerto, pero su tío, el médico Salvador Ruiz Blasco, hizo un último intento por recuperar al bebé con un gesto que hoy sería absolutamente impensable durante un parto pero que no lo era en absoluto a finales del siglo XIX, cuando además los alumbramientos solían tener lugar en los domicilios: el joven doctor se fumaba un puro en ese momento, se acercó a la nariz del niño y exhaló una enorme bocanada de humo para que sus pulmones reaccionaran. Y así fue. El bebé emitió un sonoro llanto con el que sellaba, tras unos minutos de angustia, su llegada al mundo; y con ella todo lo que vendría después.

Fachada de la Fundación Picasso, casa natal del artista.

La anécdota se recoge en libros como 'Picasso: retrato del artista joven', de Norman Mailer, pero también en portales digitales como el de la Fundación Picasso-Casa Natal: «Un error, dramático y casi fatal, señaló el nacimiento de Pablo Picasso. La partera, creyéndolo muerto, lo abandonó sobre una mesa; pero su tío, un médico que fumaba puros, lo revivió con una ráfaga de aire necesario (aunque lleno de humo) en sus pulmones», relata el autor norteamericano.

Picasso fue bautizado en la parroquia de Santiago, en calle Granada, 17 días después de su nacimiento.

«El médico le salvó la vida gracias al humo de su cigarro puro», destaca por su parte la web de la institución municipal que vela por el legado del genio malagueño. En efecto, aquella ocurrencia del joven Salvador supuso no sólo una indescriptible alegría para la familia; también permitió que aquel giro del destino no borrara de la historia del arte a uno de sus protagonistas más destacados.

Diecisiete días después de aquel susto, el 10 de noviembre de 1881, y siguiendo también las costumbres de la época, el pequeño Pablo era bautizado en la cercana parroquia de Santiago, en calle Granada: también resultan curiosos los siete nombres con los que el pequeño fue inscrito en el registro civil para que estuviera bajo la protección del santoral. Pablo, Diego, José, Francisco de Paula, Juan Nepomuceno, Crispiniano y de la Santísima Trinidad fueron sus nombres; el primero de ellos, Pablo, en recuerdo de un tío sacerdote que había fallecido dos años antes. En el acta de bautismo, sin embargo, se varían los nombres, según desvela la página web de la Fundación Picasso: se añadió uno, María de los Remedios (por su madrina, María de los Remedios Alarcón, esposa del primo de José Ruiz Blasco, Juan Nepomuceno Blasco) y se escribió, por error, Cipriano, en lugar de Crispiniano. El resto de la historia del pequeño Pablo pasó precisamente a eso: a la historia.

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