El origen de la Feria de Agosto de Málaga
Tribuna de la Historia ·
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Tribuna de la Historia ·
El principio de estos festejos tal y como los conocemos en la actualidad habría que buscarlo en 1887, época económicamente muy difícil para la ciudadUna ciudad alegre, luminosa, bullanguera, favorecida por la bondad de su clima y de su gente como la nuestra, seguro que tuvo desde sus orígenes múltiples conmemoraciones festivas, ya sea en sus etapas fenicia, romana o musulmana. Pero cuando verdaderamente se habla de festejos es tras la incorporación de nuestra ciudad a la corona castellana en 1487. Después de tres meses y once días de largo cerco, el 18 de agosto el comerciante Ali Dourdux rendía Málaga sin condiciones. Pero sería el día 19 cuando de manera oficial entraría la comitiva real en Málaga, proclamándose ambos monarcas desde ese momento, nuevos señores de la ciudad.
Después vendría la repoblación de la misma, con un contingente de nuevos colonos procedentes de territorio cristiano y del Valle del Guadalquivir. A ellos se les repartirían casas y tierras, configurando a partir de entonces un nuevo modelo de ciudad, e imponiendo una nueva cultura y una nueva creencia. Dos años después se constituiría el primer ayuntamiento, el cual ordenó en 1491 que se celebraran festejos en conmemoración de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos el día de la Virgen de Agosto. Se corrieron «Toros y Cañas» y el acto principal lo constituyó la procesión de los cabildos Civil y Eclesiástico desde la antigua Mezquita Mayor (hoy iglesia de Sagrario) hasta la capilla de San Luis en Gibralfaro. A la conclusión de los actos, se les ofreció a las autoridades un convite que costó 557 maravedíes.
Al siguiente año, 1492, ya comenzaría el trasiego de fechas para dicha celebración anual. Concretamente, el primer cambio lo propició el entonces obispo Pedro Díaz de Toledo, que movió la fecha al 19 de agosto, día de San Luis de Tolosa, para evocar la entrada de los Reyes en Málaga. Y la procesión cívico religiosa ya no subió a Gibralfaro. El recorrido partió desde la Mezquita Mayor hasta la iglesia de Santiago. También hubo «Toros y Cañas» en la Plaza de las Cuatro Calles (hoy de la Constitución). Estas celebraciones fueron intermitentes a los largo de los años, y se intentaron revitalizar durante los siglos XVI y XVII.
En el XVIII perdieron protagonismo en favor de otras celebraciones, como la festividad de los Patronos Ciriaco y Paula o las fiestas de San Juan, siendo la celebración más importante en este periodo las fiestas del Corpus. Durante el siglo XIX, la inestabilidad y la pérdida de identidad serán la nota dominante. Cabe reseñar que en 1884 hubo un intento por reubicar los festejos grandes de Málaga en torno a las fiestas del Carmen.
El origen de tal y como conocemos la feria en la actualidad habría que buscarlo en 1887, época económicamente muy difícil para Málaga, con la caída de la industria, que se acentuaba por el azote de numerosas epidemias y donde la filoxera vino a dar la puntilla a la maltrecha economía malacitana. Se buscaba un revulsivo ante una situación tan difícil y se llegó a la conclusión de que el turismo de élite podía dar la vuelta a nuestra economía. Se pensó en la conmemoración del IV Centenario de la toma de la ciudad como eje sobre el cual giraría dicha celebración.
Esta idea se comenzó a fraguar varios años antes por parte del presbítero y capellán de la Capilla Real de Granada, Cristóbal Luque Martín, que en su día dirigió una carta a la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Victoria. En ella le proponías la conmemoración del IV centenario de la Toma de Málaga por los Reyes Católicos, proyecto que a la vez serviría para promover el Patronazgo de la Virgen de la Victoria, que en los últimos tiempos había decaído como consecuencia de la desamortización, la cual trajo aparejada la exclaustración de los frailes Mínimos, motivo que se unió a la lenta pero paulatina desaparición de la vieja nobleza malagueña. Poco tiempo después, la Hermandad de la Victoria demandaba al capellán la elaboración de un proyecto sobre dicha celebración. Dicho proyecto estaba cargado con un marcado carácter religioso e historicista.
El proyecto sería aprobado por unanimidad por el Ayuntamiento, Obispado, Cabildo Catedral y por las entidades recreativas y culturales. Sin duda, fueron unos fastuosos festejos que costaron 55.793 pesetas y cuyo programa incluía: cabalgata histórica, dianas, retretas, veladas, bailes populares, fuegos de artificio, toros, certámenes literarios, floricultura, conciertos, regatas... También estos festejos de 1887 marcaron desde entonces el camino que debería seguir el cartel de la feria, que se inspiraba en los carteles de taurinos y cuyo primer autor fue el pintor almeriense de la escuela malagueña Joaquín Martínez de la Vega. Concibió una obra en cuya parte superior aparecía un arco de herradura adovelado; en el lado izquierdo del mismo el escudo Real y el de Málaga sobre un águila imperial y, tras el arco, el mar Mediterráneo y nuestra farola, rematando el conjunto hojas de vid, en clara alusión a uno de nuestros principales productos. Un cartel con unas dimensiones de 3,30 X 0,85 centímetros, que se imprimiría en los talleres litográficos de Fausto Muñoz.
Estos fueron dos momentos claves en el devenir de la Feria de Málaga, pero habría un tercero en 1987 con la conmemoración del V Centenario. Este nos trajo un nuevo concepto de feria con dualidad de recintos donde poder dar rienda suelta (no sin polémicas) al solaz, al regocijo y a las ganas de vivir la fiesta.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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