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La avenida de Príes, en los años 60. En la foto detalle, Adolfo Príes Scholtz archivo municipal y manuel orueta
¿Quién le da nombre a la avenida de Príes en Málaga?

¿Quién le da nombre a la avenida de Príes en Málaga?

Mide apenas 250 metros, pero condensa una historia que merece ser rescatada. También el vínculo con una familia de origen alemán, los Príes, que jugaron un papel fundamental en la asistencia a los náufragos del Gneisenau

Domingo, 6 de noviembre 2022, 00:17

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Ubicada entre los fabulosos Paseo de Reding y Paseo de Sancha, dos de las arterias más señoriales de la zona Este de la capital, la avenida de Príes no desmerece a sus vecinos de callejero y cuenta con una historia propia que merece la pena rescatar. De hecho, esos escasos 250 metros de trazado condensan como pocos el pulso arquitectónico de finales del XIX y principios del XX, con la hilera de casitas de dos alturas separadas del mar por el Paseo Marítimo y de la calzada por los escalones justos para que el recorrido se haga entre naranjos. Frente a ellas, el Cementerio Inglés, crisol de una Málaga cosmopolita y de mezcla que hunde sus raíces en el XIX pero que se extiende hasta nuestros días.

Ese sabor a ciudad de brazos abiertos, que supo recibir y dar su lugar a las familias extranjeras que colaboraron con su talento al esplendor de aquellas décadas es el que aún late en esta coqueta avenida, repleta de referencias históricas. La primera, y más importante, tiene que ver con su nombre. ¿Por qué la avenida de Príes se llama así?

El origen, como sucede en otras muchas calles, está ligado a una de esas personalidades imprescindibles del pasado: en este caso, a Adolfo Príes y Saniter (Rostock, Alemania, 1817- Málaga, 1883), el primer representante de una saga familiar que dos siglos después mantiene la vitalidad en la Málaga de hoy. Nacido en Alemania del norte, Príes Saniter se asentó en la capital y trabajó como comerciante y banquero. Las crónicas históricas sitúan sus oficinas en la calle San Juan de Dios, pero fue en la que hoy es su avenida donde dejó una profunda huella.

Ese vínculo con la zona se remonta a 1870, año en el que ya aparecen documentados esos terrenos como de su propiedad y que se extendían desde la pastilla que hoy ocupan las casas de Cantó hasta el Hotel Las Vegas. A pesar de que una parte estaba destinada al uso militar, el comerciante alemán construyó frente al Cementerio Inglés una serie de viviendas para los obreros que trabajaban en su negocio de bodegas, ubicado justo detrás junto con un almacén de madera para fabricar toneles. Pronto, esa zona -en la que también destacaba un bosque de eucaliptos- comenzó a conocerse como barrio de Príes, hasta que el callejero 'bendijo' oficialmente ese vínculo.

Por dar contexto, hay que recordar que no era extraño que los grandes empresarios de la época aprovecharan los entornos de sus fábricas para construir las casas de sus obreros. Con esa medida, la ventaja era doble: de una parte, se optimizaba el trabajo porque se ahorraba el tiempo y el gasto del desplazamiento; y, de otra, el patrón se garantizaba la paz social al alejar a sus empleados de los tradicionales corralones, en demasiadas ocasiones escenarios donde se organizaban las revueltas y las huelgas. Uno de los ejemplos más claros de esta forma de actuar está, justo en esos años, en Huelin, el primer barrio netamente obrero de la capital, impulsado por el industrial de origen inglés Eduardo Huelin Reissing gracias a su fábrica de caña de azúcar y, por supuesto, a las viviendas para sus trabajadores.

Arriba, visita de la escuadra alemana a la tumba del Gneisenau en los años 40. Abajo, entrada al Cementerio Inglés. Al lado, Adolfo Príes Saniter y su esposa, Francisca Archivo Municipal y Manuel Orueta
Imagen principal - Arriba, visita de la escuadra alemana a la tumba del Gneisenau en los años 40. Abajo, entrada al Cementerio Inglés. Al lado, Adolfo Príes Saniter y su esposa, Francisca
Imagen secundaria 1 - Arriba, visita de la escuadra alemana a la tumba del Gneisenau en los años 40. Abajo, entrada al Cementerio Inglés. Al lado, Adolfo Príes Saniter y su esposa, Francisca
Imagen secundaria 2 - Arriba, visita de la escuadra alemana a la tumba del Gneisenau en los años 40. Abajo, entrada al Cementerio Inglés. Al lado, Adolfo Príes Saniter y su esposa, Francisca

De vuelta a Adolfo Príes y Saniter, su aportación a la ciudad no sólo tuvo un carácter industrial y filantrópico (fue uno de los impulsores del Teatro Cervantes). También fue una referencia en el plano institucional y político al convertirse, en 1871, en el primer cónsul en Málaga de la Alemania unificada, un cargo que ostentaría hasta su muerte, a los 66 años. En lo familiar, contrajo matrimonio con Francisca Scholtz von Hermensdorff Caravaca, heredera de otra de las grandes familias extranjeras que hicieron fortuna en Málaga. Como curiosidad, Francisca era tía de Trinidad von Scholtz Hermensdorff, duquesa de Parcent y también con una presencia destacada en el callejero de la capital.

Adolfo y Francisca tuvieron diez hijos, y fue su primer hijo varón, Adolfo Príes Scholtz, el que terminó de fijar esa estrechísima relación familiar con la avenida. Para comprenderla, hay que retroceder al 16 de diciembre de 1900 y a una de las tragedias más recordadas en la historia reciente de Málaga. Aquel día, los ciudadanos contemplaban espantados a pie de Puerto el naufragio del buque escuela alemán Gneisenau y muchos de ellos, a pesar del evidente peligro para sus vidas, se arrojaron al agua para tratar de salvar a los tripulantes. Las escenas de colaboración y solidaridad, con vecinos anónimos prestando sus casas para la asistencia a los heridos menos graves o llevando ropas y víveres hasta el Hospital Noble, el Ayuntamiento o el Cuartel de Levante, dejaron una profunda huella no sólo en la Málaga de la época, sino también en una Alemania en 'shock' que contemplaba desde la distancia cómo 41 de los suyos -entre ellos, gran parte de los oficiales del barco y el capitán- morían ahogados.

Es ahí, en la gestión de los días que siguieron a aquel 16 de diciembre, cuando Adolfo Príes Scholtz terminó de sellar la relación simbólica de su familia no sólo con la ciudad, sino también con aquella pastilla de terreno en la que habían crecido los negocios de su padre. Al igual que él, ostentaba en la ciudad el cargo de cónsul del Imperio Alemán, y desde esa posición se encargó de intervenir en la evacuación de los heridos, en el reparto de la ayuda y en la organización de las honras fúnebres de los fallecidos en el cercano Cementerio Inglés.

Alojados en su casa

Las crónicas de la época destacan, incluso, que alojó en su domicilio particular a los oficiales que lograron salvarse y que se convirtió en el enlace a través del cual el gobierno alemán agradeció a la ciudad de Málaga su ayuda en la tragedia. Así, Príes Scholtz se encargó de hacer llegar al Ayuntamiento una carta firmada por el secretario de Estado de la Oficina de la Marina Imperial, Alfred Von Tirpitz, donde se exponía «el más alto agradecimiento de Su Majestad, el Emperador de Alemania Guillermo II, por su magnánimo y abnegado comportamiento con ocasión del naufragio del buque escuela Gneisenau, el día 16 de diciembre de 1900 junto al malecón de Málaga».

Pero los giros de la historia dejaron una oportunidad única para que el gobierno alemán agradeciera a Málaga su heroico comportamiento con los suyos. La ocasión llegó en 1907, con una desgracia que en esta ocasión golpeó a los malagueños: fue la conocida 'riá', que arrasó el entorno del Guadalmedina, se tragó barrios enteros y se llevó por delante, entre otros, el Puente de Santo Domingo. Fue ahí cuando las autoridades alemanas regalaron a la ciudad el nuevo puente, que desde entonces pasaría a conocerse como el 'Puente de los Alemanes'. También quedaría el sello de aquel naufragio en el escudo de Málaga, con la concesión del título de 'Muy hospitalaria' de manos de la reina regente, María Cristina.

El reconocimiento a la labor de Príes Scholtz llegó unos años después, en 1906 y con el Rey Alfonso XIII ya en el trono: el monarca le concedió el título de conde de Príes y la Gran Cruz de la Beneficencia. Además, en aquellos años se dio carácter oficial al nombre de Avenida de Príes en el callejero, formalizando así los legados del padre y del hijo. En lo personal, Príes Scholtz contrajo matrimonio con Pilar Gross Orueta, descendiente de otra de las grandes familias extranjeras -también alemana- que se establecieron en la ciudad llena de oportunidades.

Detalle de la esquela por la muerte de Príes Scholtz, publicada en 'La Unión Mercantil' el 14 de julio de 1909 sur

La muerte del cónsul, en julio de 1909, generó un profundo impacto en la ciudad y la prensa de la época recogió en sus páginas el multitudinario entierro, con las primeras autoridades de la ciudad y una amplia representación de la vida civil, económica o cultural acompañando el cortejo hacia el Cementerio de San Miguel, donde Príes Scholtz fue enterrado en el panteón familiar junto a su padre. Ahí quedó la huella, aunque el latido siga vivo al otro lado de la ciudad, en la avenida a la que dieron nombre y frente al cementerio que representa, como ninguno, el espejo cosmopolita y de mezcla en el que ambos se miraron.

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