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Del municipio segregado al pintor bailarín: Torremolinos y Edgar Degas
Albas y ocasos

Del municipio segregado al pintor bailarín: Torremolinos y Edgar Degas

Tal día como hoy nacía, no histórica ni urbanísticamente sino en calidad de municipio, Torremolinos, y moría Edgar Degas, impresionista a su pesar y antisemita a pesar de sus amigos semitas a los que fue borrando de su agenda y de su vida.

María teresa lezcano

Domingo, 27 de septiembre 2020, 00:24

27/09/1988

Torremolinos

Veintisiete de septiembre, Costa del Sol. Nace Torremolinos, no histórica ni urbanísticamente, sino en calidad de municipio tras haber sido durante sesenta y cuatro años un barrio, algo alejado pero barrio al fin y al cabo, de la ciudad de Málaga. Muchos siglos antes de la segregación e incluso de la anexión, fue Torremolinos neolítico, fenicio, romano y hasta nazarí, ya que la vulnerabilidad de su ubicación permitía que todo barco viviente abordara sus playas como en un paseo, y a los nazaríes les sucedieron los piratas de diversa procedencia geográfica, que hasta para ser saqueado fue siempre Torremolinos internacional. Internacionalmente por consiguiente se coronó en la década de los cincuenta y los sesenta del pasado siglo, cuyo primer hotel de lujo de la costa, el emblemático Pez Espada, lo mismo te hospedaba a personalidades de la farándula hollywoodense que a reyes saudíes, mientras en las playas torremolinenses Brigitte Bardot inauguraba el topless, y los primeros vuelos chárter entre Málaga y Estocolmo llenaban la Carihuela y el Bajondillo de suecas reconvertidas en musas del futuro cine de destape. En 1962 se inauguró asimismo en Torroles el primer bar gay de España, y seis años más tarde el primer bar de lesbianas del territorio nacional, al tiempo que la conservaduría franquista ponía el grito en el cielo católico denunciando que Torremolinos se había convertido en un antro de perversión y, redada periódica de homosexuales va, detención de hippies viene, llenaron furgones policiales como su no hubiera un mañana carcelario, mientras diversas embajadas protestaban ante el gobierno español y los detenidos que iban siendo liberados se fugaban a Ibiza por si allí les dejaban en paz. Para compensar por las defecciones, se inauguró en Torremolinos una sucursal del famoso Museo de Cera londinense, porque ya se sabe que los muertos siempre crean menos problemas que los vivos, y más cuando están encerados y encerrados, al tiempo que por aquello del efecto dominó se extendía la fama costasoleña desde Torremolinos a poblaciones cercanas como Benalmádena o Fuengirola y, finalmente a Marbella, que se apropió del turismo de la denominada jet set. Por estos días, como consecuencia de la pandemia que nos ha enmascarado a todos, si te cruzas en la calle San Miguel con un famoso o con tu vecino, tanto da porque nadie reconoce a nadie. Reconociendo, que es gerundio.

19/07/1834 a 27/09/1917

Edgar Degas

Setenta y un años antes del nacimiento de Torremolinos como municipio, moría en París Edgar Degas, uno de los fundadores del Impresionismo, mal que le pesara ya que él prefería llamarlo Realismo o Arte Realista. Nacido como Hilaire-Germain-Edgar de Gas, simplificó su nombre y unificó su apellido tras renunciar a la carrera de derecho para dedicarse a la pintura y, pincelada por aquí, sombreado por allá, se inmiscuyó en el retrato tanto individual como grupal, especialidad artística de la que emergería para inmortalizar caballos y jinetes. De la hípica sobre lienzo, pasaría Degas a pintar algunas lavanderas y bailarinas como si se estuviese acabando la danza: bailarinas en azul, bailarinas ensayando en la Ópera, bailarinas atándose las zapatillas, bailarinas en arabesco, bailarinas frente a la ventana, bailarinas sedentarias... Mientras tanto, y a modo de inversión homenajeadora, iba adquiriendo obras de artistas a los que admiraba, como El Greco, Manet, Cézanne, Pisarro, Gauguin o Van Gogh, y, trascendiendo su reputación de misántropo y avaro, su ingenio cruel, y la intransigencia ultracatólica que en una ocasión le llevó a despedir a una sirvienta anglicana, salía del armario antisemita en el que se había mantenido a duras penas hasta que ya no pudo más y, dejando las perchas represoras bien colgadas en su sitio, se aseguró una membresía del grupo antisemita «Anti-dreyfusards», que tal como indica su denominación de origen, fue una agrupación derivada del Caso Dreyfus, a su vez una sentencia judicial que, sobre un trasfondo de espionaje, condenó al judeo-alsaciano capitán Alfred Dreyfus, en cuya defensa escribiría Émile Zola su celebérrima carta «Yo acuso». En resumen, que Degas comenzó a seleccionar aquellos de sus amigos que eran judíos y los fue borrando de su agenda y de su vida, y cuando quiso darse cuenta estaba más solo que la una y más solo que la una finó en su domicilio del Boulevard de Clichy aunque, eso sí rodeado de su pinacoteca, la cual, mientras su dueño era repatriado al cementerio de Montmartre, fue ascendida a los siempre beneficiosos cielos de las subastas de arte. Y es que, como aseveró Picasso: «el propósito del arte es quitar el polvo de la rutina de nuestras almas». Merci bien.

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