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VÍCTOR HEREDIA
Jueves, 5 de agosto 2021, 00:20
Málaga ha desempeñado un papel fundamental en todos los conflictos que España ha mantenido en el norte de África. Así ocurrió nuevamente en la Guerra ... de Marruecos, especialmente desde su recrudecimiento a partir de 1909. El puerto malagueño era el principal punto de salida de tropas y pertrechos hacia Melilla, y también el lugar de llegada de los heridos y de los soldados que regresaban del frente.
Tras el Desastre de Annual del verano de 1921 la ciudad mostró un comportamiento ejemplar, desplegando una generosa solidaridad que le valió la concesión del título de Muy Benéfica. Pero las consecuencias de Annual fueron muy profundas. La muerte de miles de soldados y el apresamiento de otros tantos fueron hechos que causaron una honda conmoción social y alimentaron el descontento popular hacia la guerra.
Las movilizaciones y protestas se fueron haciendo cada vez más habituales. Incluso se produjeron incidentes protagonizados por los mismos reclutas enviados a Marruecos. Y Málaga, por su especial situación respecto al conflicto, fue escenario de algunos de los sucesos más sonados.
El 20 de abril de 1922, pocos días antes del trágico incendio de la Aduana, se anunció que las tropas de reserva que se habían desplazado a Andalucía por si eran necesarias en Marruecos iban a ser devueltas a sus lugares de origen. En Málaga estaba un batallón del Regimiento de Garellano, con sede en Bilbao. Según Díaz de Escovar un grupo de soldados decidió celebrar la noticia emborrachándose y cometiendo todo tipo de desmanes. Arrancaron la puerta de la verja del monumento a Torrijos y destrozaron bancos y palmeras en el Parque. Al día siguiente una comisión del regimiento visitó el Ayuntamiento para ofrecer disculpas y una indemnización, que no fue aceptada por las autoridades locales.
En el verano de 1923 se eternizaba la crisis política y social. Las Cortes habían aplazado a octubre el debate sobre el dictamen de la Comisión de Responsabilidades por el Desastre de Annual, el famoso Expediente Picasso -por el general malagueño que lo instruyó-. En Marruecos la guerra continuaba con una creciente presión rifeña sobre las líneas españolas y el envío de tropas generaba un permanente descontento popular ante una sangría que parecía interminable.
En ese contexto se produjo el motín de una parte de las tropas que estaban preparadas para ser trasladadas a Melilla. El día 22 de agosto hubo un incidente previo durante el embarque de un pelotón de soldados del Regimiento de Garellano. Algunos de ellos silbaron mientras se interpretaba la Marcha Real. Otras fuentes apuntan que sacaron una bandera de Vizcaya y que arrojaron al muelle municiones y otros objetos, ante la consternación del público congregado para despedir a las tropas. En esos momentos había en la ciudad unos 1.200 soldados reunidos para ser enviados a África.
En la tarde del 23, antes de dirigirse al puerto para subir a bordo del vapor «Barceló», un numeroso grupo de soldados de diferentes cuerpos salió del cuartel de Segalerva en estado de gran agitación y portando sus armas. El suboficial José Orgaz Rodríguez intentó contenerlos, siendo abatido de dos disparos. Entonces el grupo se dirigió al Parque de Artillería de la calle Peinado y al cuartel de Capuchinos, en los que fueron repelidos a tiros por la guardia. Igual recibimiento tuvieron en el cuartel de la Trinidad. A continuación se dividieron en grupos más pequeños y se dispersaron por los barrios próximos. Las fuerzas de la guarnición de la ciudad se desplegaron y fueron capturando a los rebeldes, excepto a algunos que huyeron al campo o se refugiaron en los barrios obreros. Muchas mujeres animaron a los soldados gritándoles: «¡No marchéis a Marruecos, que os llevan al matadero!».
«Los sucesos de Málaga» causaron una gran conmoción en todo el país y acapararon la actualidad nacional durante varios días. Hubo decenas de detenidos, entre ellos algunos sindicalistas a los que se quería implicar en los hechos.
Inmediatamente se abrió un proceso sumarísimo en el que los cargos más graves recayeron sobre el cabo José Sánchez Barroso, del Regimiento de Navarra, considerado cabecilla de la rebelión. Fue condenado a muerte y otros encausados recibieron penas de cadena perpetua. La ejecución de Barroso estaba prevista para la mañana del día 29 en el castillo de Gibralfaro. La rápida e intensa movilización para solicitar su indulto fue atendida por el rey. La noticia fue comunicada al reo a primera hora de la madrugada y el público que llenaba la plaza de Capuchinos (entonces denominada de los Defensores de Igueriben) aplaudió entusiasmado. Según «La Correspondencia de España», el país entero respiró aliviado.
Las autoridades y los medios culpabilizaron de los incidentes al exceso de alcohol y a ciertas influencias políticas infiltradas en la tropa, pero más bien parece que pusieron en evidencia el hartazgo popular ante la guerra. A partir de ese momento el gobierno no volvió a enviar más tropas por el puerto de Málaga, efectuando desde entonces los embarques por el de Almería. Apenas veinte días después de los sucesos el general Miguel Primo de Rivera puso fin al sistema de la Restauración.
La prensa dio algunos datos biográficos del cabo José Sánchez Barroso: había estado varios años en Cuba y su madre, residente en una aldea del concejo de Cullaredo, en La Coruña, era una viuda pobre que ya había perdido dos hijos en la infausta guerra marroquí. Al conocerse la pena de muerte en la ciudad gallega se convocó una huelga general de protesta que se tornó en grandes muestras de júbilo al saberse del indulto real. La condena fue conmutada por la de cadena perpetua, que pasó a cumplir en el penal de Cartagena. Barroso se fue beneficiando de sucesivas medidas de gracia hasta ser finalmente liberado en agosto de 1929, después de seis años de encarcelamiento. Se instaló en la parroquia coruñesa de O Burgo, donde contrajo matrimonio. Desapareció en junio de 1930, unos días antes de que se produjera el nacimiento de su hijo. Había recibido la visita de la Guardia Civil que lo buscaba para que cumpliera en África los seis meses que le faltaban del servicio militar. Entonces se dijo que quizás había emigrado.
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