Grabado de 1859 del compás del convento de Santa Clara. Le Monde Illustré
A la sombra de la historia

La monja que veía muertos y otras apariciones fantasmales

Jueves, 10 de agosto 2023, 00:14

-¿Otro capítulo más de monjas, señor Alonso? Ya nos habló usted otros veranos de la monja carmelita que se suicidó y de los conventos ... femeninos malagueños, que eran diez y que ocupaban una superficie de más de treinta mil metros cuadrados…

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-Ya veo que se sabe bien la lección, querido lector, y que en la Málaga de 1756 vivían, según el censo de la Ensenada, 353 monjas y 33 novicias, con sus correspondientes criadas. Pero quiero hablarle hoy del convento de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, vulgo Santa Clara, de monjas franciscanas, el más antiguo de todos los malagueños, ya que data de 1505 y fue fundación real. Ocupaba una superficie de 4.375 metros cuadrados entre las calles Granada, Correo Viejo, Santa María, Cister y San Agustín. Y era el más capaz, porque en sus primeros años ya albergaba una comunidad numerosa formada por setenta religiosas.

Sus orígenes se hunden en tiempos de la conquista de la ciudad, en torno a una casa y unas huertas propiedad de un tal Antón Rodríguez Bazuelo. Tan viejo era el convento de Santa Clara que integraba en sus dependencias la única casa nazarí que quedaba todavía en Málaga en pleno siglo XIX. El historiador Guillén Robles contaba que, al realizarse en 1868 su derribo, en su interior se encontró una casa completamente mora, cuyas habitaciones conservaban aún escrituras árabes en las paredes. El arquitecto municipal Manuel Rivera Valentín describía así sus baños:

«La sala de baños con sus paramentos lisos, con su zócalo de azulejos, con la bellísima faja de estuco llena de tracería geométrica y de inscripciones cúficas, y su hermoso artesonado en forma de pirámide truncada, bordada de estrellas y matizada en vivos colores, era de un efecto sorprendente».

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Al convento de Santa Clara se accedía por un compás (más o menos a la altura de la actual plaza del Siglo) presidido por una columna o triunfo y rematado por una imagen de la Inmaculada. Disponía de dos claustros y de un torreón rectangular, cubierto a cuatro aguas, con ventanas de celosías, desde las que las monjas podían divisar el mar. La imagen de uno de sus claustros ha quedado inmortalizada en el cuadro costumbrista 'Antes de la corrida', de Bernardo Ferrándiz, fechado en 1877. Sus columnas acabaron en los Baños del Carmen.

Este cenobio malagueño atesoró una gran riqueza, como lo prueban las noventa y una viviendas que según el catastro de la Ensenada eran propiedad de las monjas y tenían alquiladas. El 12 de octubre de 1868, cuando la revolución de la Gloriosa, se comunicó a las religiosas que disponían de tres días para abandonar el monasterio. La comunidad se alojó en otros conventos y casas hasta que, en 1888, pudieron ocupar definitivamente su nuevo edificio en la plaza de Capuchinos, construido con el dinero de la indemnización que les pagaron por su antiguo convento.

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Sor María de Negro: la monja de las levitaciones y visiones celestiales

En el año 2012, al reformar la iglesia de Santiago, apareció una lápida en la capilla de la cofradía del Rico. Los cofrades más antiguos recordaban verla arrumbada por los rincones de la sacristía de la pequeña capilla. El mármol contenía una inscripción, fechada en 1731, que aludía a una monja franciscana.

Sor María de Negro había nacido en Alhama de Granada y profesó en Santa Clara a los dieciocho años. Cuenta Alberto Palomo que esta monja estaba bendecida por visiones, levitaciones y milagros y que, en cierta ocasión, mientras rezaba delante de San Antonio, recibió a un niño Jesús volando desde el santo hasta sus brazos.

Murió en aroma de santidad y en 1731 apareció en unas obras del claustro su cuerpo incorrupto, coronado por una guirnalda y acompañado de una palma. El hallazgo se consideró un milagro, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de extrema humedad donde reposaban los restos. La lápida que recuerda este milagro fue llevada a Santiago, como si de una reliquia se tratase. Hoy el cuerpo de María de Negro descansa en el actual convento franciscano malagueño.

El derribo de este dio lugar a la plaza del Siglo, a la calle Duque de la Victoria y al primer tramo de Molina Lario. Se amplió la anchura de otras vías como las de San Agustín o Correo Viejo, que por este motivo cuentan hoy con sendos tramos más espaciosos. Del solar de Santa Clara el Ayuntamiento obtuvo catorce parcelas. En la número uno se levantó el sanatorio de Gálvez, obra de Gerónimo Cuervo.

Gran parte de su patrimonio se perdió o se dispersó. Las monjas pudieron recuperar algo cuando las aguas volvieron a su cauce. Un artesonado se expone hoy en el Museo de Málaga. El púlpito de mármol rojo de las franciscanas se conserva en la iglesia del Sagrario. En la catedral podemos admirar la imagen del rey San Luis de Francia, obra de Pedro de Mena. Sí veneran hoy las religiosas una imagen de la Virgen, según la tradición regalo de los Reyes Católicos.

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'Antes de la corrida' de Muñoz Degrain. Del libro Pintura malagueña del siglo XIX en colecciones particulares.

Si has llegado hasta aquí, paciente lector, sorpréndete ahora con las historias de algunas santas monjas que profesaron en Santa Clara. Su primera abadesa, sor Clara de la Cruz, tenía el don de descubrir si los enfermos que acudían al convento en demanda de oraciones iban a sanar o morir. Era capaz de ver a los muertos, entre ellos a su propio hermano que se le apareció en el mismo instante en el que expiraba en Sevilla, recibiendo la madre tal susto que salió corriendo de su celda.

Sor Isabel de Morales llevaba permanentemente un cilicio de hierro que le laceraba la carne y vestía una túnica de lana –aun en los días más rigurosos de la canícula–, tan estrecha que casi la asfixiaba. Y sor Leonor de Ayala, natural de Vélez, contempló atónita una noche en el claustro una procesión de religiosas ya difuntas que portaban velas. Una de ellas le entregó la suya a la monja aterrada.

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