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víctor heredia
MÁLAGA
Sábado, 18 de julio 2020, 23:42
Drante las primeras décadas del siglo XX la costa malagueña se estaba perfilando como un paraíso para un reducido y selecto grupo de anglosajones que ... progresivamente estaban instalándose en la naciente Costa del Sol para vivir su particular sueño a orillas del Mediterráneo. A los nombres de Langworthy, Grice-Hutchinson, Chalmers-Mitchell y otros muchos se unieron en 1935 los de una pareja destinada a identificarse profundamente con esta tierra: Gamel Woolsey y Gerald Brenan.
Brenan y Woolsey compraron una casa en Churriana en 1935 buscando su particular edén. Sin embargo, pocos meses después ese paraíso tornó en un infierno, con un país inmerso en una cruenta guerra civil. Ambos reflejaron sus experiencias de aquellos momentos en sendos libros autobiográficos, «Memoria personal» y «El otro reino de la muerte» (traducido también como «Málaga en llamas»), que narran los mismos hechos desde ópticas diferentes. Mientras Brenan acudía a Málaga a diario para informarse de los acontecimientos, Gamel los observaba desde la casa de Churriana.
La escritora norteamericana, que había nacido en 1895, se trasladó a Nueva York a principios de los años veinte. Dotada de una inteligencia equilibrada y sensible, en la metrópoli cultural norteamericana entró en contacto con el ambiente bohemio del grupo de pintores y escritores de Greenwich Village y se casó con su primer marido, Rex Hunter. Pocos años después se marchó a Inglaterra y trató a los miembros del grupo de Bloomsbury.
En el verano de 1930 conoció a Gerald Brenan, con quien viviría hasta su muerte. La pareja se instaló en el sur de España buscando un lugar tranquilo y con cierto exotismo. Brenan, hijo de un oficial del Ejército británico, nació en 1894 en Malta. Participó en la Primera Guerra Mundial y después se instaló en el pueblo granadino de Yegen para disfrutar de la lectura y de los placeres de la vida. Fue alternando sus viajes por Europa y las estancias en España con periodos de residencia en Inglaterra.
En «Memoria personal» Brenan escribe: «La tarde del 18 de julio cogí el autobús de Málaga para hacer algunas compras. Estaba tan acostumbrado a ver caras tensas y sonrisas heladas, llenas de aprensión, que en un principio no noté nada especial en el ambiente». Después de hacer los recados, leyó en el diario «El Popular» la noticia de la rebelión militar en Marruecos. A continuación se encontró con una columna de soldados avanzando por la Alameda. Entonces empezó el tiroteo en torno a la Aduana. No se quedó para ver lo que pasaba, pero desistió de tomar el tren y perdió el autobús. Con un conocido del pueblo fue andando a través del barrio del Perchel hasta que un camión los recogió para llevarlos a Churriana. Al día siguiente, desde el mirador de su casa se veía un panorama desolador: «Altas columnas de humo se alzaban desde varias partes de la ciudad. La noche anterior vimos dos fuegos antes de irnos a la cama; ahora parecía haber por lo menos veinte».
Gamel y Gerald permanecieron en Inglaterra hasta 1953. A principios de ese año regresaron a su casa de Churriana. Para entonces Brenan era ya un reconocido hispanista, consagrado con la publicación de «El laberinto español», un profundo estudio sobre las causas sociales y políticas de la guerra. En los años siguientes la casona de la calle Torremolinos fue parada obligada para todos los intelectuales que se acercaban a la Costa. En torno al té de las cinco se congregaban en animadas conversaciones amigos extranjeros y españoles, como Hemingway, Caro Baroja y Modesto Laza Palacios. Gamel, siempre en segundo plano, oscurecida por la arrolladora personalidad de Gerald, falleció en 1968. Sus restos descansan en el Cementerio Inglés de Málaga, bajo un epitafio que recoge una cita de Shakespeare: «Fear no more the heat of the sun» («No temas más el calor del sol»). Los de su esposo, muerto en 1987, permanecieron en la Facultad de Medicina por voluntad propia, hasta que fueron depositados a su lado en 2001.
Por su parte, Gamel comienza «El otro reino de la muerte» (título tomado de un poema de Thomas S. Eliot) con estas palabras: «Era el día más maravilloso del verano. En toda la historia de los días no se habría encontrado uno más estupendo». Continúa describiendo la plácida vida rural de unos diletantes extranjeros: «Era maravilloso no tener que hacer absolutamente nada, solo tomar el sol todo el día como los lagartos a la sombra de los altos y encalados muros del jardín». Como indicó Antonio de la Torre, la autora prepara al lector con la técnica del contraste. Después de un inicio en el que se describe con detalle la cotidianidad a través de una mirada que se detiene en la belleza de la vida, el despertar del día siguiente señala la conciencia de la tragedia: «Málaga, extendida a lo largo y ancho de la bahía, estaba bajo una cortina de humo. La ciudad se ocultaba y el humo se adentraba en el mar. Málaga estaba quemándose».
La pareja permaneció en Churriana hasta septiembre, cuando se trasladaron a Gran Bretaña. El libro de Gamel apareció en 1939 y hace años estuvo cerca de ser llevado al cine por Antonio Banderas. Como ella misma dejó escrito, «es lo único que jamás he tenido verdadero interés en ver publicado». Su lectura nos transmite una visión serena e inteligente de aquellos trágicos días.
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