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Federico García Lorca y su familia siempre estuvieron muy ligados a Málaga. Ian Gibson, su mejor biógrafo, nos cuenta que un tío abuelo de Lorca, Federico García Rodríguez, tocaba la bandurria en el Café de Chinitas, donde se hizo famoso. Y que la madre de ... Federico, Vicenta Lorca, estuvo ingresada en 1909 en el Hospital Noble, entonces muy reputado, después del parto de su hija Isabel. Por aquellas fechas, el viaje en tren desde Granada a Málaga duraba seis horas.
Todos los años, después de pasar unos días en el Balneario de Lanjarón, la familia García Lorca llegaba a Málaga para veranear durante dos semanas en el Hotel Hernán Cortés, luego Caleta Palace y hoy Subdelegación del Gobierno en Málaga. Allí alquilaban tres habitaciones: una para los padres, otra para las hermanas, y una última para Lorca y su hermano Francisco. Su estancia se prolongaba hasta bien entrado el mes de septiembre. En estas estancias conoció Federico a Emilio Prados y a Manuel Altolaguirre. Isabel García Lorca cuenta en sus memorias que todos las mañanas iban a la playa Prados, Altolaguirre y José María Hinojosa a bañarse con ellos. ¿Quién no daría una semana de su vida por disfrutar de una mañana de playa malagueña con todos ellos? También daban paseos en coche a Torremolinos y al Rincón de la Victoria a comer boquerones.
Lorca era un torbellino y su atrayente personalidad influyó en muchos de los poetas del 27. Cuentan que un día la madre de Altolaguirre fue a ver a la de Lorca para pedirle que Federico dejara tranquilo a su hijo pues, desde que aquel había llegado a Málaga, Manolo estaba como trastornado en sus costumbres y vivía completamente arrastrado por Federico. Según Isabel García Lorca, estos fueron «un grupo de jóvenes que ha dejado una importante huella en la historia de la poesía española. Todo lo hacían como jugando, pero dándole en el fondo la importancia y la trascendencia que los demás le dieron después».
En una postal dirigida a su amigo el compositor Manuel de Falla, recientemente publicada, Federico afirmaba que «Málaga es maravillosa y ahora lo digo dogmáticamente. Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad». En esta misma postal, fechada en septiembre de 1923, le contaba que habían hecho una excursión en automóvil a Fuengirola y que todo el litoral le había recordado a la Andalucía romántica de bandoleros y contrabandistas.
Lorca esperaba con impaciencia sus días en Málaga. A Melchor Fernández Almagro le llegó a decir en una carta que Málaga era la ciudad de Andalucía que más quería. En otra ocasión escribió: «Málaga me ha dado la vida» y «yo soy andaluz y requeteandaluz, suspiro por Málaga (…), por lo que es íntimamente andaluz». A su amigo Benjamín Palencia le decía en otra carta: «Dentro de unos días dejo este campo de mi niñez para marchar a Málaga, ¡a mi Málaga! No tienes idea, querido Benjamín, qué ciudad tan extraordinaria. Su luz es tallada como un brillante y su brisa tiene vello como los melocotones». Y a su familia le escribió desde Cuba: «Ya sabéis lo que a mí me gusta Málaga».
Copiamos todas estas citas porque creemos que nos muestran a un Federico García Lorca muy sincero. Cuando las escribía nunca pensaría que algún día fuesen a publicarse. Lo que es evidente es que a Lorca le atraía mucho Málaga por su libertad y tolerancia, frente al mundo más tradicional de su Granada natal. Y luego estaba el mar. El poeta José Luis Cano recuerda que se bañó una noche de verano de 1928 o 1929 en las playas de El Palo con Emilio Prados, Federico y los hermanos Carmona (uno de ellos, Gerardo, había sido amante de Cernuda).
Isabel García Lorca pasaba todos los veranos unos días en Nerja, en la casa que la familia Giner de los Ríos tenía allí. Alberto Giner, médico del pueblo, había comprado varias casas en la calle Carabeo, entonces humilde calle de pescadores. Estas tenían un huerto sobre el mar y unas vistas privilegiadas. Hasta Nerja fue en varias ocasiones Lorca con su padre en automóvil, y se quedaban allí a pasar el día, bañándose en sus playas.
Este año de 2019 se ha descubierto una placa donde estuvo el Hotel Hernán Cortés, para recordar los veraneos de Lorca en una Málaga que tanto amó y a la que dedicó estos versos:
¡Viva Málaga, señores!
Viva el puente de Tetuán,
el huerto de los claveles
y el barrio de la Trinidad.
Según cuenta en sus memorias Isabel García Lorca, hermana del poeta, Federico conoció un verano en el Balneario de Lanjarón a una malagueña llamada Leonarda, que era cuñada del dueño de la fábrica de Prolongo. Era una «mujer aún joven, grande, más bien gruesa y bellísima». Su padre tardaba en llegar en automóvil diez o doce horas desde Málaga a Lanjarón, a paso de tartana. Vivían en una casa en el Limonar, con jardín, llamada Villa Leonarda, que es la que aparece en el famoso poema de Lorca:
«Suntuosa Leonarda.
Carne pontifical y traje blanco,
en las barandas de Villa Leonarda.
Expuesta a los tranvías y a los barcos.
Negros torsos bañistas oscurecen
la ribera del mar. Oscilando
–concha y loto a la vez–
viene tu culo
de Ceres en retórica de mármol».
El caso es que la crítica afirma que Villa Leonarda era una casa de lenocinio. Yo me inclino por darle más credibilidad al testimonio de su hermana, que no se va a inventar tantos detalles. Lo curioso es que Villa Leonarda no aparece en la guías de Málaga y no sabemos dónde estaba.
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