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Manuel Domingo Larios y su madre Margarita, que impulsaron el proceso de incapacidad contra Martín, cuya sentencia aparece en la imagen central sur y archivo Narciso Díaz Escovar
La locura de Martín Larios: escándalos familiares, delirios de grandeza y violencia en la Málaga del XIX

La locura de Martín Larios: escándalos familiares, delirios de grandeza y violencia en la Málaga del XIX

Poco amigos de airear los detalles menos amables de su biografía, los Larios no pudieron ocultar los efectos de un proceso judicial que enfrentó, durante meses, a la matriarca de la casa con su propio hijo: ella quiso inhabilitarlo para evitar que su segunda mujer heredara parte de la fortuna de la saga

Domingo, 15 de octubre 2023, 00:20

Cualquier historia de éxito tiene una 'cara B'. Y aunque esos espacios de sombra traten de esconderse, siempre terminan por salir a la luz. Que se lo digan si no a los Larios, la todopoderosa familia de la industria y la burguesía de la Málaga del siglo XIX que luchó durante años por esconder bajo la alfombra los detalles menos amables de su biografía. En la cúspide de todos ellos estaban los casos de locura y delirios de algunos de sus miembros y que encontraron en Martín Larios y Larios (Málaga, 1838-Madrid, 1889) el ejemplo perfecto de aquello que se quería ocultar a toda costa pero que no se consiguió.

Por comenzar con el contexto necesario, hay que hacer una primera parada en la forma de relacionarse (y de casarse) de la familia Larios: la saga ha pasado a la historia por ser una de las más endogámicas del siglo XIX; es decir, muchos se casaban entre ellos para mantener el apellido en primera línea y evitar que su inmensa fortuna se repartiera en manos que no eran las suyas. Ahí están, sin ir más lejos, los casos del primer marqués de Larios, Martín Larios y Herreros (padre de nuestro protagonista), que se casó con su sobrina Margarita Larios Martínez de Tejada; o del propio Martín, cuya primera mujer, Aurelia Larios, era su prima hermana. Carlos Larios, marqués de Guadiaro, tampoco buscó muy lejos porque se casó con Amalia, otra prima hermana y hermana, a su vez de Aurelia. Y no fueron los únicos. Con estos antecedentes sobre la mesa, no es difícil adivinar que en ese fortalecimiento de las ramas familiares estaba también su mayor punto débil: la consanguinidad. O lo que es lo mismo: algunos de los hijos que nacían de esas uniones tuvieron serios problemas de salud, sobre todo en lo referente, según se recoge en los documentos médicos de la época, a los «desarreglos en el sistema nervioso derivados de esa predisposición hereditaria».

Que los Larios arrastraban ese problema en algunas de las ramas de su enmarañado árbol genealógico era un secreto a voces. Pero el caso de Martín, además, fue un escándalo que traspasó las cuatro paredes del fabuloso palacio que ocupaban en la Alameda (el lugar donde hoy está La Equitativa). Así se recoge en los informes de los especialistas que durante todo el año 1888 se sumaron a un pleito que, ya por la identidad de los protagonistas, tuvo todos los ingredientes para convertirse en el tema de conversación favorito en cualquier salón de té. ¿Por qué? Porque fue la propia madre de Martín, Margarita Larios Martínez de Tejada, la que interpuso la demanda ante los tribunales para inhabilitar a su hijo y despojarle de la capacidad de administrar su patrimonio. Y ahí fue cuando los médicos convocados por una y otra parte entraron a fondo en la personalidad de Martín.

Estatua del marqués de Larios, Manuel Domingo, que apoyó a su madre en la inhabilitación de su hermano. A la derecha, fachada del Palacio de los Larios archivo municipal

Pero hay más preguntas: ¿Por qué la madre tomó esa decisión justo en el año 1888 y con un hijo en plena madurez (tenía 50 años) cuando eran conocidos de sobra esos supuestos ataques de locura desde casi la niñez? La razón hay que buscarla en la trayectoria personal y sentimental de Martín, que como ya hemos comentado se casó en primeras nupcias con su prima hermana, Aurelia Larios Tashara: de aquella unión nació José Aurelio Larios Larios, que a la muerte de su tío Manuel Domingo Larios (el de la estatua a la entrada de calle Larios) se convertiría en el tercer marqués de la todopoderosa casa. No fue ahí, sin embargo, donde la madre de Martín encontraría la razón para litigar contra su hijo, sino en su segunda boda, porque éste, ya viudo, contrajo matrimonio con Pilar de León y Gregorio, marquesa de Squilache, una dama de la nobleza madrileña que ya había estado casada en dos ocasiones. Por alguna razón que se adivina -la amenaza de que el patrimonio familiar pasara a otras manos-, Margarita Larios dio el paso al frente cuando se enteró de que su hijo se había casado en secreto. Lo hizo apoyada por su otro hijo varón, Manuel Domingo, para preservar los intereses de la familia y, sobre todo, de José Aurelio, llamado a continuar y mantener el esplendoroso legado de la familia.

El asunto del pleito y de todo lo que trajo detrás ha sido objeto de algunas investigaciones brillantes y clarificadoras, como la del doctor Emilio García García (Universidad Complutense), que desmenuza con todo detalle los numerosos informes médicos que trataban, por la parte de Margarita, determinar que su hijo no era capaz de administrar ni de administrarse; y por la parte de Martín, de defender que, de locura, nada.

No fue el único caso de locura

Antes de entrar a fondo en los exámenes médicos y psiquiátricos a los que tuvo que someterse el demandado, conviene insistir en los antecedentes de la familia, que aparecen recogidos en uno de esos informes y que confirman que, en el caso de que Martín tuviera algún trastorno, tampoco era extraño. Y así se explica de manera literal: «Los padres de Don Martín eran entre sí tío y sobrina; un primo hermano de Don Martín, Arturo Larios -a la vez hermano de su primera mujer, Aurelia- padece enajenación mental y está incapacitado en Gibraltar; y que dos primos segundos, hijos de una hermana de Don Arturo, uno de ellos llamado Don Arturo Schott y Larios, se halla privado de razón en una casa de salud de Inglaterra, y el otro Don Eugenio, murió a consecuencia de ataques epilépticos. Por último, uno hijo de Don Martín Larios y Larios -el demandado- falleció en París a los ocho años de edad, a consecuencia de un padecimiento cerebral que tuvo lugar ocho o diez meses antes de su muerte, ocasionándole pérdida de visión, parálisis con atrofia de extremidades inferiores e incontinencia de la orina y excrementos». En otro extracto se desvela, además, que el propio Martín arrastraba desde niño «una paresia (parálisis) facial provocada por un aire que le dio a los cuatro años».

Con los antecedentes familiares claros, el litigio que enfrentó a madre e hijo también puso sobre la mesa las diferencias entre los doctores que se sumaron, con sus diagnósticos, a uno u otro bando. De hecho, tanto Margarita como Martín recurrieron a los especialistas médicos y juristas más reputados de la época. Entre los segundos, la investigación del doctor García menciona a Antonio Maura, Santos Isasa o Gumersindo de Azcárate; pero fueron los doctores los que entraron de lleno en el estado mental de Martín. Y, por lo tanto, en los escándalos que querían ocultarse.

Jean Martin Charcot fue una de las eminencias que intervino en el proceso. En la imagen, en una clase en París mostrando «los efectos de la histeria en una mujer» sur

En este sentido, el diagnóstico de locura fue avalado por los catedráticos de la Facultad de Medicina de París Jean Martin Charcot y Alfred Hardy, dos eminencias de la época; además de los especialistas españoles Telesforo Rodríguez Sedano, Cesáreo Fernández Losada y Serafín Buissen. En Málaga, y a instancias de Margarita, Martín fue examinado por los doctores Pérez Souvirón, Parody y Montaut. Del otro lado, el demandado y su segunda esposa se pusieron en manos de otros especialistas de primera fila, como Ramón Félix Capdevilla, Marcial Taboada y José María González Aguinaga; además de los psiquiatras José María Escuder, Jaime Vera y Luis Simarro. Y las diferencias entre ambos no pudieron ser más abultadas: los primeros hablaban claramente de que el paciente «sufre enajenación mental y es completamente irresponsable». Los segundos, que Martín «no padece enfermedad alguna que perturbe su inteligencia y le prive de su razón».

Sin entrar en la complicada terminología médica, los informes que avalan la locura de Martín son un rosario de excentricidades extremas, lapsus y episodios de violencia. Para empezar, la noticia de su boda secreta con Pilar León ya puso sobre la mesa los vaivenes de Martín, incapaz de recordar la fecha de su matrimonio ni, incluso, si había llegado a casarse habida cuenta de que «él siguió la misma vida de antes habitando en la casa de su madre», en palabras del doctor García.

Los doctores Charcot y Hardy se refieren también a sus incoherencias y delirios en una de las visitas que hicieron al paciente a Málaga, entre el 29 de diciembre de 1887 y el 1 de enero de 1888. Dos días tardaron en hacer ese informe, donde se concluye que Martín tiene «pérdida de memoria, incontinencia de esfínteres y, sobre todo, delirio ambicioso»; y que ese cuadro les inducía a pensar «que se trata de la enfermedad designada bajo el nombre de parálisis general de primer grado (…), habiendo perdido el uso de la razón y siendo completamente irresponsable».

Martín no recordaba fechas y en una ocasión llegó a enviar un telegrama a sus doctores en París sólo para preguntar si podía comer ensalada

Y añade episodios concretos en las rutinas de Martín que sostienen ese diagnóstico: «Muestra carácter irascible y con accesos de cólera por los motivos más ligeros (…). La memoria se debilitó, fue atacado de delirio de grandeza, se entregó muchas veces a actos de enorme violencia contra su criado, escribió cartas y envió telegramas por los motivos más insignificantes, nos telegrafió a París -añaden los doctores- para preguntarnos si podía comer ensalada; otra vez para ver si podía comer ananas». En otro episodio, confirman que «(Martín) no puede decirnos la fecha de su nacimiento, se ha casado recientemente pero no puede precisarnos el día de su casamiento; cree que se ha verificado hace cuatro o cinco meses. Este casamiento se ha hecho secretamente por el obispo de Madrid, lo cual es cierto, pero añade que el obispo es amigo suyo y que con motivo de la ceremonia le ha dado mucho dinero y ropa (…). El enfermo nos afirma repetidas veces que a consecuencia de un robo doméstico imaginario, y buscando en armarios cerrados hace mucho tiempo, se han encontrado papeles que establecen de un modo indudable que él y su familia son de la más elevada nobleza. Sus antepasados datan del año 1200 y han pertenecido a un rey de Irlanda, a un rey de España y a un duque de Anjou…».

También se recogen episodios delirantes en los informes de los otros doctores que trataban de certificar la locura de Martín a instancias de su madre. Fue el caso del que firmaron Sedano, Losada y Buissen, que abundan en ese afán de Martín por «planear grandes empresas industriales» sin ninguna base y que reproduce en su investigación el doctor García: «Una de ellas tendría como base el invento de un aparato para sostener en equilibrio estable y colgadas las brochas de afeitar, que el mismo don Martín había inventado y del que planeaba producir millones de ejemplares. También fantaseaba con grandes operaciones bursátiles y compras de bienes, sin conciencia del valor aproximado de las cosas». Tampoco era extraño que en su correspondencia firmara con su nombre y el título 'marqués de Larios' sin tenerlo, ya que éste correspondía a Manuel Domingo, su hermano, y a su muerte pasó directamente a manos del hijo de Martín.

Por aportar más contexto histórico al margen de los informes médicos, y teniendo en cuenta que los delirios de grandeza eran un rasgo sobresaliente en la personalidad de Martín, hay que matizar que efectivamente la Casa Larios logró posicionarse como una referencia indiscutible en la burguesía de la época, pero también que el origen de la saga no está en los árboles genealógicos de la realeza, sino en una pequeña localidad del Valle de Cameros, en La Rioja: el abuelo de Martín, Pablo Larios, se dedicaba a la ganadería transhumante y que tras una profunda crisis en el sector decidió emprender la aventura del sur.

De vuelta al litigio que enfrentó a madre e hijo, los doctores que trataron de certificar su locura coincidieron en un dato nada menor que, además, apoyaba la tesis de Margarita Larios: la locura de Martín había empezado poco antes de su boda con Pilar de León, de modo que se podía llegar a invalidar la unión. Y, por lo tanto, se cerraba el paso a que la fortuna pasara a otras manos.

La sentencia le dio la razón a Martín y a su segunda mujer, y a la muerte de éste a los 51 años, ella heredó parte de la fabulosa fortuna de los Larios

Pero la incapacitación ante los tribunales no iba a ser sencilla, sobre todo teniendo en cuenta que Martín 'contraatacó' presentando sus propios informes médicos donde se certificaba su normalidad. Los doctores Escuder, Vera y Simarro fueron claros en este sentido y después de una completa revisión dejaron por escrito sus conclusiones: «No aparece el menor indicio de existencia de alucinaciones, ilusiones, sensaciones autógenas ni otras perturbaciones de la percepción (…). Tiene una atención sostenida y la memoria está perfectamente conservada. Se constata en todo momento un razonamiento claro, preciso y coherente y un dominio del idioma francés e inglés». El diagnóstico sí tenía en cuenta, sin embargo, la «mayor excitabilidad, el más fácil agotamiento y la menor resistencia del sistema nervioso» de Martín, por eso los doctores concluyeron que el cuadro encajaba en una neurastenia. Pero añadían: «Este estado nervioso no compromete las operaciones de la inteligencia ni las manifestaciones afectivas, ni tampoco perturba las funciones de la capa cortical».

Con informes tan radicalmente opuestos sobre la mesa, la pregunta estaba clara: ¿Cómo es posible que doctores de reconocido prestigio difieran tanto en el diagnóstico? La respuesta la daban los propios Hardy y Charcot en sus conclusiones: «Nos creemos autorizados a decir que los doctores que hemos diagnosticado la enajenación mental hemos examinado al enfermo en un periodo de excitación, y los otros en un periodo de calma».

En cualquier caso, quedaba por delante el capítulo más importante por cerrar: el judicial y la incapacitación (o no) de Martín a manos de su madre y apoyada por su hermano; y donde la segunda esposa del señor Larios jugó un papel fundamental al interponer una demanda de nulidad sobre todo el procedimiento que había emprendido su familia política. El asunto se dirimió en el juzgado de 1ª Instancia del centro de Madrid y el 21 de agosto de 1888 se dictó sentencia a favor de Pilar de León, esposa de Martín, y la nombraba «curadora ejemplar, declarando nulo todo lo actuado y reponiendo las cosas al estado en que se encontraban (antes del expediente)».

El 12 de octubre de ese mismo año, la Sala Segunda declaraba que el propio Martín tenía personalidad para solicitar «por sí y por medio de procurador cuanto a su derecho convenga».

Palacio de Villahermosa, actual sede del Museo Thyssen y residencia de Martín Larios y su esposa en Madrid Biblioteca digital Memoria de Madrid

Con la sentencia a su favor, el matrimonio siguió con su vida en Madrid, en su residencia del Palacio de Villahermosa (actual sede del Museo Thyssen). Allí se entregaron a una intensa vida social que solía aparecer recogida en la prensa de la época como espejo del «Madrid más aristocrático y elegante». Pero el respiro duraría poco: Martín falleció a los pocos meses, el 23 de junio de 1889, a los 51 años, y en ese momento se puso en marcha aquello que la matriarca de los Larios trató de impedir a toda costa: parte de la fortuna de la Casa Larios pasó a manos de Pilar de León, esposa legítima de Martín en el momento de su muerte. Aunque no se conoce exactamente la cantidad, se estima que ésta pudo hacerse con una suma de unos 17 millones de pesetas de la época. Una auténtica millonada que, después de todo, dejaba de estar en manos de la todopoderosa familia Larios y que representó, en lo económico y también en lo simbólico, un duro golpe contra aquella forma de entender las alianzas, los intereses y las relaciones. Porque no todo podía estar en las mismas ramas y la de Martín, en concreto, terminó por partirse.

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