Nuestra historia comienza cuando Thomas Livermore y Page, natural de Halstead, en el condado de Essex, aunque de origen irlandés, decide venirse a España para ... establecerse. Primero lo intentó en Sevilla y en Carmona, donde conoció a Petronila Salas, la hija de su socio. Todo lo simpático y dicharachero que era Thomas lo tenía ella de sosa. Petronila, conocida en la familia como mamá Tolón, era bastante melindrosa y no tocaba una baranda de una escalera ni una campanilla de casa sin coger antes un papelito por no mancharse las manos. Con ella se acabará casando Thomas en 1792 en la iglesia de Santiago de Málaga, ciudad en la que pasarían el resto de su vida. Thomas Livermore era dueño de una importante tenería (fábrica de curtidos) en el barrio de Capuchinos y su situación económica era bastante desahogada.
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El matrimonio fijó su residencia en un hermoso edificio de la calle Álamos 38. Esta casa fue construida hacia 1770 y, según ha demostrado Víctor Heredia, era propiedad de la Congregación de San Felipe Neri, que la había recibido en herencia y que la alquilaba a la pareja a cambio de una buena renta. El edificio aún sobrevive hoy y es uno de los más antiguos de la calle. Tiene dos patios y en el principal destaca una gruesa columna dórica y una pila de mármol con una cabeza grotesca a manera de surtidor. Está pendiente de ser sometido a una profunda remodelación para convertirlo en un edificio de apartamentos.
Thomas y Petronila tuvieron seis hijas, las Livermore, que se casaron con la crema de la alta burguesía malagueña. Estos matrimonios son germen y raíz de frondosos árboles de destacadas familias malagueñas. Veámoslo con más detenimiento.
La mayor, Ana María, se casó con un comerciante de ascendencia inglesa, Miguel Bryan Villanueva, origen de los muchos Bryan malagueños.
La segunda, Isabel, hizo lo propio con Manuel Agustín Heredia, que nació sin nada y lo tuvo todo. Debió de ser a finales de 1812 cuando Heredia estaba de tertulia en casa de los Livermore «con los señores viejos», pero no paraba de mirar cómo bailaban los jóvenes. Entonces fue cuando Isabel se ofreció a enseñarle a bailar. A los pocos días, Manuel Agustín pidió a Thomas la mano de su hija. La boda se celebró en la iglesia de Santiago el 12 de abril de 1813. Manuel Agustín aún no había cumplido 27 años e Isabel tenía 18. Se fueron a vivir a una casa frente a la de sus padres, en la misma calle Álamos.
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María Dolores, conocida familiarmente como Mariquita, se casó el 26 de noviembre de 1820 en la iglesia de Santiago con José de la Cámara. Sorprende que firmaron como testigos ni más ni menos que Manuel Domingo Larios y Manuel Agustín Heredia. José de la Cámara debió de tener muy buenas cualidades para los negocios, porque en 1819 se asoció con su suegro y crearon la sociedad Livermore y Cía. El matrimonio fue muy feliz y engendró una amplia prole de doce hijos, los mismos que tuvo su cuñado Heredia.
La cuarta hija, Josefa, contrajo matrimonio con Martín Heredia Escobar, hermanastro de Manuel Agustín. Vivieron en el palacio del número 11 de la Alameda, aquel en cuya fachada destaca un bello escudo heráldico del solar de Tejada.
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Matilde tomó por esposo al conocido escritor romántico Serafín Estébanez Calderón, tío y protector de Cánovas del Castillo. Cuenta su nieta que al literato le gustaban los boquerones fritos y el gazpacho bien frío y en verano, como pasaba mucho calor y sudaba abundantemente, se ponía una amplia blusa de su mujer para recibir en casa.
Finalmente, Petronila se casó con José de Salamanca y Mayol, futuro marqués de Salamanca, el que construyó el barrio madrileño que lleva su nombre. Su cuñado Manuel Agustín Heredia le prestó los primeros dineros con los que empezó a hacer fortuna. Fue uno de los hombres más ricos e influyentes de su época. Se arruinó y se enriqueció en varias ocasiones.
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Del matrimonio también nacieron dos hijos varones: Tomás, que murió niño; y John, que falleció viajando hacía Inglaterra a donde se dirigía para realizar sus estudios. Su padre, al enterarse de la noticia, «se puso raro y perdió toda su animación y jovialidad». Thomas Livermore murió repentinamente de una apoplejía cerebral el 1 de noviembre de 1841 en la calle Victoria, a los 83 años, cuando se dirigía al cementerio de San Miguel para depositar unas flores en la tumba de sus hijos. Su mujer Petronila falleció dos años más tarde de una pulmonía.
Sebastián Souvirón cuenta que las hermanas Livermore eran bastantes excéntricas y tenían bastantes manías conocidas como 'livermoradas'. Algunas de ellas pasaron a sus descendientes, gente fina y refinada. Tolita Livermore, cuando tuvo que trasladarse a Madrid con su marido, el marqués de Salamanca, no sabía qué hacer con las gallinas que tenía en su casa de la Alameda. Así que ni corta ni perezosa se las llevó todas y estas campaban alegremente con unos cucos bordados por el suelo de madera del palacio de la Castellana.
Otro Livermore decía tener su trasero de cristal, como el del Licenciado Vidriera cervantino, y siempre iba acompañado por un criado que llevaba un enorme almohadón de plumas para que su señor pudiera sentarse sin quebrarse. «Había que evitar el riesgo de una fractura que sería incurable por falta de repuesto», decía.
Un tercer Livermore afirmaba que había que hacer siempre las cosas tres veces. Tres veces desayunaba, tres veces se vestía y se desvestía, y tres veces subía y bajaba las escaleras. Y es que afirmaba que «las cosas se hacen realmente bien a la tercera».
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