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La Librería Cervantes de Cristóbal Repullo
A la sombra de la historia ·
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A la sombra de la historia ·
Con parte de lo que le tocó en la lotería pagó el traspaso de la antigua Papelería CatalanaHoy he quedado en la plaza de la Constitución con José Cristóbal Repullo Villoria, nieto del fundador de una librería que permanece grabada en el recuerdo de muchos malagueños. Aunque se llamó Librería Cervantes, algunos la conocían como la de Repullo, por una cartela que lucía sobre la puerta principal: tan vinculada estaba la librería a la figura de su fundador.
Cristóbal Repullo Mérida era hijo de un repostero nacido en Puente Genil hacia 1860. Se llamaba Antonio Repullo Gallardo y vino a nuestra ciudad siendo apenas un adolescente. Aquí se casaría con la malagueña Joaquina Mérida Andrade, madre de nuestro protagonista. Antonio Repullo se asoció con Miguel Peña Bernal para fundar en torno a 1890 la Cantina Americana, una de las mejores pastelerías de la Málaga de entonces. En este ambiente nacería Cristóbal Repullo en 1895, tercero de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio.
Cristóbal estudió en colegios de nombres tan barrocos y retumbantes como el del Salvador del Mundo (en la calle Compañía) o el de San Hermenegildo (en la de los Mártires). Sus descendientes conservan las orlas en las que los alumnos posan trajeados para la posteridad, acompañados de profesores de ceño adusto.
En 1925, Cristóbal Repullo empezó a trabajar en la Librería Ibérica. Allí estrechó especial amistad con Juanito Denis y con su propietario, Salvador González Anaya. Tanto apreciaba el dueño a sus dos empleados que estos aparecen en su novela 'Las vestiduras recamadas'. Sin embargo, González Anaya no quedó muy contento con este libro y ordenó a Cristóbal que guillotinase los ejemplares que quedaban a la venta. En Ibérica entró en contacto con la élite cultural malagueña, que se reunía en la trastienda de la librería en sus famosas tertulias.
Cristóbal Repullo se casó con Dolores Vera Morales en 1926 y tuvieron tres hijos, Antonio, Cristóbal y María del Carmen, que seguirían la tradición librera de su padre. Durante casi un año se marchó a Madrid para trabajar en la editorial Saturnino Calleja, una de las más importantes de la época, pero la experiencia no resultó como esperaba y se reincorporó en la librería. Durante la Guerra Civil tenía que ensuciarse las ropas adrede, no fuera a ser que los milicianos lo confundieran con un señorito.
Pero antes de la guerra sucedería un hecho que cambiaría su vida para siempre: le tocó la lotería. Con el dinero compró una casamata en Fuente Olletas y pudo pagar las 35.000 pesetas que pedían por el traspaso de la antigua Papelería Catalana. Esta había sido fundada en 1865 en un local de la calle Compañía por José Ferrer y Vidal y al principio vendía un poco de todo. Se trasladó a la plaza de la Constitución poco después. En 1879 se conocía como Bazar Los Catalanes y estaba especializada en la venta de papeles pintados para empapelar habitaciones. Lo que pocos malagueños saben es que en la misma acera de la plaza, más o menos donde hoy está el Hotel Larios, estuvo desde 1669 hasta 1888 la Imprenta y Librería de Carreras, con lo que podemos asegurar que hubo una librería en la plaza de la Constitución durante casi tres siglos y medio.
Cristóbal Repullo abrió su Librería Cervantes el 4 de abril de 1939, a los tres días de terminarse la guerra. La librería mantuvo el mobiliario y hasta la fachada del antiguo establecimiento, con esa estética clásica y elegante que muchos conocimos. Aunque era también papelería, su centro siempre fue la librería. Fueron muy populares el Almanaque Zaragozano o los volúmenes de la editorial Bergua. Allí compré alguno de mis primeros libros, que guardo como un tesoro en mi biblioteca.
Estuvo desde 1890 a la entrada de la calle Especería y, según su licencia de apertura, estaba autorizada para vender «galletas, bombones, caramelos y cuanto se refiere al ramo de la confitería y pastelería, así como vinos, licores, jamones, embutidos y juguetería». Durante un tiempo perteneció al mismo negocio una Cervecería Sport, dirigida a un público masculino.
Sin duda, la Cantina Americana fue uno de los negocios más elegantes de Málaga. Sus techos estaban decorados con pinturas al fresco, a la moda vienesa, para transmitir un ambiente acogedor a su selecta clientela, a la que obsequiaban con cromos, coleccionables en sus álbumes correspondientes, que hoy son capricho de coleccionistas.
En 1901 sus socios fundadores se separaron: Antonio Repullo se quedó con la Cantina Americana, mientras que Miguel Peña abrió en la calle Granada la Cantina Española, que luego acabaría traspasándose a Anglada y Jiménez.
La Cantina Americana desapareció antes de 1920. Ocupó su local la Zapatería Americana y, ya en los años 30, la entrañable juguetería el 0,95. Hoy las pinturas de sus techos son testigo mudo de su pasado esplendor.
Sacó adelante su negocio con mucho trabajo y esfuerzo. Cristóbal Repullo era un hombre emprendedor, culto, dotado de un fino sentido del humor. En casa era muy estricto pero a la vez cariñoso. Malagueño de pro, perteneció a la Sociedad Excursionista, a la Peña Malaguista y a la cofradía del Sepulcro. Vivía en la tercera planta del edificio de la librería, un edificio que se vendió en los años cincuenta, local incluido, por un millón de pesetas. En los años cincuenta anexionó un estanco, ampliando el espacio de la librería. Cristóbal estaba muy bien relacionado con los otros comerciantes y le unía una especial amistad con Domingo Páez, hasta el punto de que llegaron a bautizar juntos un perro para poder llamarse compadres.
Cristóbal Repullo Mérida falleció el 26 de septiembre de 1966. Sus hijos Antonio (Nono) y Cristóbal y, más tarde, sus nietas María del Carmen y Laura se hicieron cargo de la librería hasta que esta cerró definitivamente el 24 de abril de 2010, a las dos de la tarde.
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