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Amores incomprendidos o incluso imposibles, fuentes que proporcionan amor a quienes beben de sus aguas o formas bruscas de declararse. Son muchas las leyendas, tradiciones y costumbres que todavía hoy se cuentan sobre el amor en la provincia de Málaga. Desde la Axarquía a la Serranía de Ronda, hoy todavía se cuentan e incluso se pueden encontrar por escrito en muchos pueblos de la provincia. Éstas son algunas de ellas:
1
Como muchas de las leyendas que se cuentan en la provincia, ésta tiene contexto la época medieval. Y, más concretamente, en el período andalusí. Aquí los protagonistas son el cristiano Tello y la musulmana Tagzona. La historia de ficción se ubica entre las ciudades monumentales de Antequera y Archidona. Él, un soldado apresado en los calabozos de la fortaleza de Archidona, y ella, la hija del 'walí' Ibrahím que regentaba ese castillo, son los protagonistas de un relato que cautivó al mismísimo Washington Irving, quien lo plasmó en su famosa obra 'Cuentos de la Alhambra'. Tello y Tagzona se enamoran en el castillo de Archidona, pero acaban trágicamente con su romance y con su vidas en la conocida como Peña de los Enamorados. El padre de Tagzona, como casi toda la sociedad de aquel entonces, desaprobaba esa pasión entre personas de bandos contrarios y de credos religiosos radicalmente opuestos. Pese a ello, según la tradición popular, la joven liberó a Tello y ambos emprendieron la huida desde el castillo archidonés hacia territorio cristiano. Sin embargo, su escapada se vio truncada. Los centinelas moros se percataron de la fuga y los persiguieron. Ante este acoso, Tagzona y Tello, próximos a la gran roca, decidieron desesperados trepar hacia la Peña de los Enamorados. Una vez allí, tomaron la determinación de arrojarse desde lo más alto para impedir que las tropas de Ibrahím les separaran.
2
Muy parecida a la anterior, ésta varía básicamente en el género y la religión de los protagonistas. Así, en este caso Sara es una bella cristiana cautiva, que se enamora de un apuesto musulmán, Ahmed, en lo que hoy es el territorio de Periana, en la zona de la Alta Axarquía. Ante la oposición que tenía ese romance, ambos huyen, pero, al igual que en la historia de Tello y Tagzona, toman una decisión drástica: arrojarse por el cerro de Marchamonas, situado cerca de la villa. Además, en este caso, la leyenda cuenta con un añadido esotérico, ya que, según seguía este relato legendario, en las noches de invierno, cuando más sopla el viento, se escuchan en la zona «susurros de amor en el aire». Quien vaya al cerro de Marchamonas, situado a casi 1.300 metros de altitud sobre el nivel del mar, disfrutará hoy de excelentes vistas panorámicas desde lo que son las estribaciones de la sierra de Alhama. A sus pies encontrará la tranquila aldea de Marchamonas, que, en su día, fue famosa por su mina de Mangamasa.
3
Al igual que Tello y Tagzona y Sara y Ahmed, aquí vuelve el mito de los amores imposibles. En este caso, el relato se ubica en el Valle del Genal y más concretamente en el pueblo de Benadalid. En su casco urbano, hoy se puede ver un mosaico en el que se relata la conocida como leyenda de la Rosa Silvestre. En este caso, los enamorados también tuvieron un desenlace trágico, pero acabaron de una forma distinta. Así, allí se cuenta que, ante la imposibilidad de vivir su romance, una cristiana y un musulmán decidieron huir juntos para buscar una rosa silvestre, que, según la creencia popular, era letal. Ambos decidieron pincharse con la planta y así encontraron la muerte. El escritor, geólogo e historiador José Antonio Castillo relató una versión creativa sobre esta leyenda de origen andalusí.
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También hay historias con un final mucho más feliz, como la que protagonizaron en las fértiles tierras del Valle del Guadalhorce, Abindarráez y Jarifa con Rodrigo de Narváez. Este último apresó al primero cuando iba camino de Coín a casarse con su prometida. Abindarráez, que era de la saga de los Abencerrajes, suplicó a su captor que lo dejara ir para contraer matrimonio con su amada, a lo que éste accedió. Eso sí, puso como condición que regresara al tercer día a su cautiverio. El joven enamorado no sólo le hizo caso, sino que regresó con Jarifa. Ante esta muestra de amor incondicional, Narváez los dejó libres. Hoy la localidad de Cártama celebra una fiesta temática que rinde homenaje a este relato de ficción, las Noches de la Bella Jarifa, que se celebra cada mes de septiembre. Así también se reivindica que parte de la leyenda transcurriría en su territorio.
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La tragedia parece que también persiguió a un par de enamorados en este caso, junto al próspero pueblo de Benahavís. La acción se sitúa a un paso del casco urbano, en las Angosturas del Guadalmina. Allí, la poza de mayor tamaño que hay en el río recibe el nombre de 'Charco de las Mozas' -o 'de los Novios'-. Esta denominación se justificaría con un mito popular en el que se asegura que el agua se tragó allí a una joven mientras se bañaba tranquilamente. Según la misma tradición oral, su novio, cegado por amor, intentó rescatarla y también desapareció bajo esas aguas cristalinas. Hoy, es un lugar muy frecuentado en verano, ya que se trata de una auténtica piscina natural. No en vano, hasta allí se acercan tanto los vecinos como numerosos turistas.
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Este relato no empieza en la provincia de Málaga, pero sí termina felizmente en ella. La leyenda que se cuenta surge al otro lado del Estrecho de Gibraltar. Concretamente, en la ciudad de Vez, donde la joven mujer del sultán de aquella medina se enamora perdidamente de un esclavo cristiano. Ambos deciden escapar de la tiranía del sultán y lo hacen yendo a la Península Ibérica. Allí, tras muchos avatares, consiguen incluso casarse en Granada. Para ello la sultana consorte tuvo que renunciar previamente a su religión de origen y bautizarse como cristiana. En este sacramento, se dice que incluso estuvo apadrinada por el rey Carlos V y Germana de Foix. Su nombre a partir de ese momento sería Juana de Carlos. Tras contraer matrimonio, la pareja decidió trasladarse hacia la actual localidad de Mijas, donde, según este relato, consiguieron ser plenamente felices y nunca más volvieron a saber del sultán de Fez.
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No todo tiene que girar en torno al amor imposible. De hecho, hay enclaves que pueden ser el origen de un romance. Es el caso de una fuente medieval que hay en la aldea de Daimalos, en Arenas. Allí se dice que una joven, aconsejada por un santón, bebió agua de aquel manantial varias veces al día. Al poco tiempo, no sólo encontró pareja sino que también se lo recomendó a sus amigas solteras. Hoy en día esa agua sigue brotando en el mismo sitio, que se conoce como Fuente del Amor. Además de esta leyenda, esta pequeña población de la Axarquía tiene otros atractivos más reales, como un valioso alminar que hoy hace de torre campanario de su iglesia. Gracias a ello, esta coqueta aldea de Arenas está incluida dentro de la denominada Ruta Mudéjar.
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Otra historia similar a la anterior es la de la de la Fuente de la Doncella, cerca de la playa nerjeña de Burriana, en el conocido como pago de Tetuán. Allí solía acudir diariamente una joven hermosa que paliaba una enfermedad con sus aguas. En ese camino, coincidió con un hombre apuesto, al que le gustaba beber del mismo agua. Entre ellos surgió una amistad que posteriormente mutó en amor. Él le pidió matrimonio, pero la joven, consciente de su enfermedad, no lo aceptó. Pese a ello, según la leyenda, el joven fue fiel a ese amor hasta el fin de su vida. A diferencia de otras leyendas, esta historia estaría ambientada tras el fin de los días de Al-Ándalus, en el siglo XVI. Eso sí, en este caso no hay identificada ninguna fuente que esté relacionada con este relato de ficción. Sólo se sabe que estaba relativamente cerca de la mencionada playa de Burriana, una de las más emblemáticas de la costa oriental malagueña.
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Se cuenta que cerca de las ruinas de Lacipo, en el término municipal de Casares, vivía en un palacio una princesa, de la que cayó cautivado un joven. Según la leyenda, ella le puso como condición para casarse con él que hiciera posible que las flores de su jardín se regaran con aguas del Genal. El apasionado mozo estudió la zona y después de mucho trabajo consiguió llevar las aguas del río hasta el palacio de la princesa. Ésta, contenta por aquella hazaña, le concedió el matrimonio.
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Más que leyenda en Torrox se hablaba de una antigua tradición para los enamorados que querían saber si su pasión duraría. Ambos debían arrojar un alfiler a un recipiente con agua. Después tenían que dejar los alfileres dentro toda una noche. Al día siguiente, por la mañana, si los extremos aparecen unidos, el amor perdurará. Si no, no se esperaba un buen final para el romance.
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Quien pase junto a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de El Borge puede leer en un mosaico una curiosa tradición, que según se cuenta en el pueblo se mantuvo hasta el pasado siglo XX. En este pueblo de la Axarquía, se dice que cada Domingo de Resurrección, en la entrada de la iglesia, los mozos disparaban con sus trabucos cargados de pólvora a los pies de sus pretendidas para declararse. Eso sí, debían tener cuidado y puntería para no terminar rompiendo las largas faldas de la época o, peor todavía, dañando los pies de la que querían que fueran sus esposas.
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Otra curiosa forma de declararse, según una leyenda, es la que practicaban muchos vecinos del pueblo de Tolox, lo que hoy se ha perpetuado en su Carnaval como el Día de los Polvos. Según esta leyenda, los mozos toloxeños tenían la costumbre de arrojar polvos de talco o harina para declararse a sus pretendidas en el Martes de Carnaval. En esa jornada muchas jóvenes evitaban salir a la calle y los muchachos se las tenían que ingeniar para conseguir 'enharinar' a sus pretendidas. Se cuenta en este pueblo de la Sierra de las Nieves que había quien incluso entraba por chimeneas o rompía rejas con tal de lograr su fin. Hay, sin embargo, también referencias en algunas crónicas que aseguran que esta costumbre puede tener su origen en los últimos años del siglo XV, en un enfrentamiento entre dos mujeres, una morisca y una cristiana.
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En el pueblo con menos superficie de toda la provincia de Málaga se cuenta otra historia de ficción que tiene como protagonista a su monumento más importante, el alminar de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Allí, en una de sus campanas, hay un relieve que esconde a una lagartija que quedó atrapada durante la fundición. Según se extendió a partir de finales del siglo XIX, los mozos que subían hasta el campanario y besaban a la lagartija encontraban el amor. También con cierta sorna se dice que hay quien ha tenido que insistir mucho al pequeño reptil para conseguir pareja. E incluso quienes no quieren ni acercarse al alminar porque no quieren casarse.
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Aunque San Antón sea conocido por ser el patrón de los animales, en Mijas Pueblo cuenta con más devoción por otros motivos que llaman la atención a los foráneos. En concreto, esta festividad es tradicionalmente esperada por las mujeres solteras de la localidad, especialmente las de la barriada de Osunillas, donde se encuentra su ermita. Al santo se encomiendan para que les encuentre pareja. Eso sí, lo hacen de una forma muy peculiar, arrojándole piedras. Según la costumbre la muchacha que acierte en la entrepierna conseguirá encontrar novio en ese año. Se desconoce el origen de esta llamativa tradición, aunque se sabe que procede del siglo XV, y se mantiene así hasta nuestros días, hasta el punto de que actualmente se utiliza una réplica de la imagen original para evitar los lógicos desperfectos. Según algunos relatos históricos, tras la Reconquista se construyó la ermita y se instauró la costumbre de arrojar hasta un máximo de tres piedras que tienen que ser cogidas de la zona.
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