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La noticia del cierre del Café Central, en la plaza de la Constitución, supone el cierre de una época en la ciudad donde las cafeterías y los despachos de café eran el reflejo de la vida social y cultural de la época. Con esa ... plaza como epicentro, la historia del Central, pero también la de otros como el Suizo, el café de la Loba o la Lobilla, es la historia de varias generaciones de malagueños.
El negocio que hoy regenta Rafael Prado ha conseguido marcar ese ritmo histórico y casi sentimental durante un siglo, pero si algo ha caracterizado al mítico Central es la forma única de pedir los cafés en Málaga.
Seguro que le resulta familiar esa cara mitad de extrañeza mitad de guasa con la que un camarero que no sea de Málaga trata de averiguar qué es una nube en cuanto se cruza el límite de Las Pedrizas. Aquí, esa forma de pedirlo está tan asimilada que resulta difícil recordar que en un bar de Valladolid no saben qué hacer si se les pide un sombra. Y si además se le añade un 'pitufo' la cosa se complica aún más. Porque en la provincia, desde mediados de los años 50 la gente no se toma un café con leche. Se toma un mitad.
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El origen de este catálogo autóctono y casi sentimental sobre las formas de pedir un el café tiene su historia. No está escrita en los libros, pero sí en el imponente azulejo que preside uno de los establecimientos con más sabor de la capital: el Café Central, en la plaza de la Constitución. Allí se ilustra a la perfección que a la hora de tomarlo también existen los matices. Que se lo pregunten si no a su fundador, don José Prado Crespo, que puso en marcha el local en plena posguerra y que contemplaba desde la barra cómo cada cliente pedía su café al gusto, de modo que siempre tenía que hacer un poco más o desechar el sobrante hasta que el nivel del vaso se ajustara, exactamente, a cada exigencia.
Esa forma de señalar con los dedos era bastante imprecisa, así que don José ideó una lista con los nueve gustos diferentes a la hora de pedir el café: de menos a más cantidad, desde entonces se pudo escoger entre una nube, un sombra, un corto, un entrecorto, un mitad, un solo corto, un semi largo, un largo o un solo. Nueve estilos diferentes con los que ajustar la dosis y aprovechar todo el género.
Sólo quedaba un pequeño problema por pulir, según relata en el propio blog del Café Central: a don José le faltaba un elemento más para que en el cartel sumaran diez y la composición quedara 'redonda', de modo que preguntó entre clientes y tertulianos cuál era el café que faltaba. Finalmente fue uno de sus camareros, un gitano con mucha gracia, el que le resolvió la duda: Falta el no me lo ponga. Y así fue como la broma quedó plasmada en el cartel a modo de vaso vacío.
La clasificación fue tan útil que con el paso de los años la marca de café local Santa Cristina le pidió permiso al fundador del Café Central para poder utilizarlo en su publicidad, de ahí la presencia repetida de la selección en paquetes de café, servilleteros y otros productos relacionados con la tradición de tomar un buen café... y hacerlo en su justa medida.
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