FRANCISCO CABRERA
Lunes, 24 de enero 2022, 17:15
Hace apenas unos días, el Boletín Oficial del Estado a propuesta del Ministerio de Cultura ha iniciado los trámites para conceder el estatus de BIC a nuestra Farola singular, por haber servido de norte y guía a la navegación durante dos siglos y constituir en la actualidad un reconocido icono de la ciudad malagueña.
Publicidad
En el mes de enero de 2020, este mismo diario tuvo la amabilidad de publicarme una breve historia de tan original edificio del que en el pasado 2017 se cumplieron los 200 años desde su construcción. La Autoridad Portuaria de Málaga tuvo el acierto de celebrar la citada efeméride con actuaciones culturales importantes contando para ello con el patrocinio tanto de Puertos del Estado como de Unicaja Banco.
Hasta entonces, poco o nada se sabía del marino que la construyó en unas circunstancias históricas muy difíciles: Joaquín María Pery y Guzmán, ingeniero naval y brigadier de la Armada.
Hoy, ante el reconocimiento a su obra, bien merece la pena acercarse, aunque sea con brevedad a la vida y al trabajo de este militar que dirigió no pocos proyectos en la ciudad malagueña durante muchos años.
Pery y Guzmán fue un reconocido oficial y brillante ingeniero que nació en La Coruña el 4 de agosto de 1766. Procedía de una familia de políticos, eclesiásticos y militares de origen genovés: su padre, nacido en Barcelona, era coronel del Regimiento de Milán.
Pery ingresó como cadete en el mismo regimiento paterno a la temprana edad de diez años. Cursó una carrera ejemplar y alcanzó el grado de subteniente ocho años después.
Terminada su carrera como marino fue destinado a Cádiz, donde anduvo embarcado en varios buques de la Armada y, siendo alférez, a las carenas del dique San Antonio.
Publicidad
En 1792 ascendió a teniente de navío y en 1806 a capitán de fragata. Estaba entonces en Málaga a donde había llegado en 1800 cumpliendo órdenes, a fin de estudiar el régimen hidrográfico de la zona y buscar soluciones a los habituales desbordamientos tanto del Guadalmedina como de las torrenteras cercanas.
A los 21, se casó en la iglesia del Santiago con la malagueña Rita Torres, con la que tuvo cuatro hijos. Fallecida su mujer en 1799, tras doce años de matrimonio, Pery contrajo nuevas nupcias con la sevillana Catalina Rabel y Armero Millán, con la que llegaría a tener una nutrida descendencia que se acercaba ya a la veintena de vástagos en 1826.
Publicidad
En esta ciudad se desarrolló buena parte de la vida y de la obra de Joaquín Maria Pery: aquí trabajó, aquí se casó, aquí nacieron la mayoría de sus hijos y aquí conoció la amargura de la derrota contra el francés al invadirnos sus ejércitos en febrero de 1810.
También aquí sufrió la incomprensión de algunos, cuando sus circunstancias personales le obligaron a soportar la dominación enemiga en lugar de huir sin saber muy bien a dónde. Y es que, cuando las tropas del general Horacio Sebastiani entraron en Málaga nuestro biografiado ya tenía doce hijos, además de su mujer enferma, una hermana y dos sobrinas a su cargo: «sin haber entre estas diez y siete personas otro hombre que el Pery». Así figura en el expediente que como defensa se presentó en el llamado «Juicio de purificación»: en realidad, un consejo de guerra que tuvo que soportar una vez retirado el ejército invasor y en el que se le acusaba de haber colaborado con los franceses desde su cargo de oficial de marina. Un juicio del que quedaría totalmente exonerado.
Publicidad
También, es cierto, mereció siempre el respeto de sus subordinados. Y de muchos malagueños agradecidos que se salvaron de la tiranía enemiga gracias a su buen hacer como español, como ingeniero y como militar. Desde su puesto como comandante naval, procuró la huida por mar hacia Gibraltar de patriotas a los que perseguían los franceses con intenciones fáciles de imaginar. Custodió además en su propia casa y exponiendo su vida y la de su familia los tesoros de algunos conventos e iglesias evitando de esa forma la insaciable rapiña de los soldados de Napoleón.
Retirados de Málaga los enemigos a finales de agosto de 1812 y terminada la guerra de Independencia se dedicó por entero a su trabajo como ingeniero. Así, continuó las obras del Guadalmedina, que habían estado bajo la dirección de un ingeniero francés durante el conflicto, y acometió la construcción de la malagueña Farola, apareciendo los primeros datos en diciembre de 1813 en las actas del Consulado y Junta de Comercio a la que Pery solicitó su colaboración económica. Tres años después, las obras del faro estaban muy avanzadas, inaugurándose el 30 de mayo de 1817, día de San Fernando, en honor de Fernando VII.
Publicidad
A comienzos de 1820 coincidió la proclamación del Trienio Liberal con su ascenso a capitán de navío y su nombramiento como ingeniero jefe. Fue destinado meses después por su Departamento, de nuevo, a Cádiz, en donde tomó posesión el 19 de enero de 1821. Allí se encargó del mando del arsenal de La Carraca como comandante general.
Una vez terminado el periodo liberal en octubre de 1823 que Pery defendió hasta el extremo, intentó volver a la ciudad malagueña en donde tenía parte de su familia y no pocos amigos, recuerdos y experiencias. Sin embargo, no estaba vacante el cargo de comandante y de momento no se precisaba aquí ningún ingeniero, por lo que tuvo que esperar en su destino gaditano.
Noticia Patrocinada
En 1832 solicitó de nuevo a la Reina Gobernadora el empleo de la Comandancia Naval de Málaga, que no le fue concedido al ocuparla un oficial que le aventajaba en antigüedad en el escalafón. Sí que se le nombró ingeniero responsable de las obras portuarias, obras que conocía muy bien por haberlas dirigido años atrás, y director del Colegio de San Telmo: en ambos cometidos realizó un extraordinario trabajo.
Entre su quehacer como ingeniero de la Real Junta de Obras debemos destacar la desecación del cenagal de Fuente Piedra, foco de incontrolables problemas sanitarios, en 1819 y, sobre todo, su actuación sobre el Guadalmedina. De este río y de las torrenteras cercanas conviene recordar que el más importante enemigo del puerto eran los depósitos aluviales que generaban. Tras la inundación que tuvo lugar el 14 de noviembre de 1807, la citada Junta le encargó un estudio sobre la solución a este problema secular.
Publicidad
Su proyecto terminado poco después consistió en disminuir de cinco a tres las pilas del Puente de Santo Domingo para evitar la acción de represa que hacían en cada avenida. Proyectó además la fábrica de dos acequias cubiertas que en ambas márgenes drenasen las aguas del río disminuyendo su caudal a lo largo del curso urbano: una propuesta similar a la que en su día hiciera Antonio Ramos y que no llegó a terminarse por las habituales dificultades económicas.
Y, al fin, construyó la Farola que antes mencionamos: su obra más emblemática. Sobre la base de la torre ligeramente troncocónica de algo más de 27 metros de altura construida por Joaquín María Pery se alzó después un torreón de 4 metros y algunos elementos más añadidos posteriormente. Las obras se presupuestaron en 387 301 reales de vellón y comenzaron a finales de 1813, finalizándose como vimos en 1817.
Publicidad
Al fin, en una España disparatada tras el nefasto reinado de Fernando VII y con una Marina aún destrozada después del desastre de Trafalgar, moría el 26 de octubre de 1835 Joaquín María Pery y Guzmán, brigadier de la Armada. Con él desaparecía un testigo esencial de la Historia de la Málaga del primer tercio del siglo XIX. Un personaje singular que hizo de su compromiso por la ciudad malagueña un objetivo primordial de su vida y su trabajo.
Aquí le tocó vivir momentos muy complicados, como lo fueron los convulsos años del decadente reinado de Carlos IV y los que lamentablemente le siguieron. Sufrió por lo tanto las intrigas palaciegas, la invasión de los ejércitos franceses tras el permisivo Tratado de Fontenablau; también una guerra atroz y larga y una paz hurtada a trozos por el absolutismo más duro. Vivió las agitaciones del Trienio Liberal, la invasión del duque de Angulema que cercenó las esperanzas progresistas; sufrió la tristeza de la derrota, el gozo de la victoria; el retorno a nuestra sufrida España de las políticas más reaccionarias y, al fin, la muerte de un Fernando VII de tan triste recuerdo en nuestra memoria más pretérita.
Publicidad
Tal y como hemos dicho, Joaquín María Pery y Guzmán, brigadier de la Armada, ingeniero de las obras portuarias malacitanas y director del Colegio de San Telmo, apenas si sucedió al monarca absolutista un par de años, pues falleció en nuestra ciudad en el mes de octubre de 1835.
Hoy en día, casi doscientos años después, los muelles de Málaga abiertos a la ciudad tras el Plan Especial aprobado por Puertos del Estado en 1997 sigue constituyendo la infraestructura más importante con la que contamos los malagueños. Un Plan Especial, por cierto, que prevé la construcción de un nuevo faro en la punta del dique de levante, puesto que la constante presencia de cruceros y buques portacontenedores, de enorme envergadura y fuente de riqueza para Málaga, dificulta que la Farola continúe orientando a las naves en la entrada a nuestro puerto, tal y como podemos apreciar en la foto anterior.
Publicidad
Unos muelles con enormes potencialidades geoestratégicas, económicas y culturales que constituyen un elemento de primordial dinamismo en el desarrollo de todo el «hinterland» malacitano. Y eso no impide, hoy en día, que la Farola que Pery construyó hace doscientos años continúe representando todo un símbolo entrañable y querido por los ciudadanos.
Y desde luego, también hoy, Joaquín M.ª Pery y Guzmán, si viviera, se sorprendería de que un Ministerio de Cultura pueda llegar a entorpecer con su declaración de BIC para la Farola que él construyó (sin duda deseable, pero en otros términos) una actividad portuaria creciente en estos últimos años y de la que depende el sustento de tantas familias malagueñas.
Sería aconsejable una mayor definición por parte de dicho Ministerio sobre unos espacios que están experimentando constantemente modificaciones y ampliaciones en sus muelles desde el siglo XVI, exigidas por su propia e imprescindible funcionalidad como puerto. La falta de delimitación del «entorno de protección», entendido desde un punto de vista holístico (tal y como recoge la Resolución del BOE), dificultaría, si no impediría, cualquier nueva reforma en la superficie portuaria. En mi modesta opinión, no debería de llegar más allá del propio edificio de la Farola en sí, tal y como sucede en otros casos, en otros puertos y en otros faros españoles; lo que evitaría las dudas que posible y continuamente habrán de producirse.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.